PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

27/02/2019

Vascos en la repoblación del Reino de Castilla y León


Desde los inicios de la Reconquista, diferentes grupos de alaveses, guipuzcoanos, vizcaínos y navarros fueron estableciéndose por los territorios que el Reino Castellano-Leonés remontaba al islam. Pero también en Aragón Oriental y la Ribera Navarra, y más tarde en la Al-Ándalus del sur peninsular. Los vascos y los navarros participaron de forma notable y decisiva en las dos empresas militares de la nación española: la Reconquista y la Colonización de las Indias.

La causa fundamental de la emigración durante la Reconquista fue la particular estructura social de los territorios vascongados, pues la herencia paterna solía recaer en el primogénito de los hijos, generando así la diáspora de los hijos menores.

Este proceso repoblador comenzó a las pocas décadas del establecimiento de los primeros núcleos de resistencia cristiana en las cordilleras del norte peninsular.

En los primeros años del siglo IX, comenzaba un trasvase importante de la población cristiana, concentrada al norte de la cordillera Cantábrica, para efectuar la repoblación de las tierras que acabarían denominándose Castilla (Vardulia) a cargo de pobladores provenientes de tierras cántabras y vascas. En tiempos de Alfonso II de Asturias, en la incipiente Castilla se repoblaron los valles de Mena y de Losa, siendo vascones en la zona oriental, y cántabros y godos en el centro y el oeste.

El torrente repoblador desde territorio vascongado se deslizó por los valle de Mena y Losa, y se prolongó principalmente en dirección al río Ebro y a norte de las actuales provincias de Burgos y Palencia.

Desde Cantabria, los repobladores se vertieron por las provincias de Burgos, Palencia y Valladolid.

Desde Asturias, la repoblación se concentró en las tierras, que acto seguido, conformaron el Reino de León.

Desde Galicia, asimismo hacia León y la actual Portugal.

Desde el Reino de Navarra, partió una esencial aportación a la repoblación del Reino de Aragón, aunque los navarros participaron también en el asentamiento de lugares tan distantes como Castilla, la Mancha o Mallorca.

EXTENSIÓN PABLACIONAL DEL REINO DE CASTILLA (1217)

Tras el gradual avance militar de los soldados cristianos hacia el sur, la tarea de repoblación le secundaba en las tierras abandonadas por los musulmanes, fenómeno que acabaría configurando España como un país étnicamente muy uniforme debido a la fusión de sus pobladores, causada por la historia común que ha conformado esta nación.

El planteamiento repoblacional es merecedor de grandes elogios por parte de una sociedad en constante aumento, ya que durante el siglo XI la población peninsular se multiplicaba por tres y, en consecuencia, era necesario buscar con urgencia nuevos terrenos que roturar así como pueblos que asumieran un notable incremento del censo.

En los siglos XI y XII, la repoblación de Salamanca, Zamora y sus comarcas se llevó a cabo principalmente con pobladores provenientes del norte del río Duero, como palentinos, burgaleses, cántabros, asturianos, vascos y riojanos, e incluso de otros reinos, como navarros y aragoneses.

En las crónicas de repoblación de Segovia y Ávila, también se especifica el origen norteño de los pobladores, de Galicia a Aragón, sobresaliendo entre todos el sector oriental de la primitiva Castilla, es decir, norte de Burgos, Cantabria, Logroño y Vascongadas.

Una prueba de estas repoblaciones vascas son los nombres de algunas localidades, como por ejemplo:

- Bascones (Burgos, Palencia y Asturias), Bascos (Lugo y Orense) y Vizcaínos (Burgos)

- Naharros (Salamanca, Guadalajara y Cuenca) y Narros (Ávila, Salamanca, Soria y Segovia)

Narros, Naharre y Narre tienen su origen en la palabra Navarra > Nafarroa > nafarros> naharros > narros

Pueblos de la meseta, especialmente en la provincia de Ávila, como Mingorría, Niharra, los múltiples Narros y Naharros, todos los Blasco y Muño: Muñogalindo, Muñana, Mengamuñoz, Muñogrande, Muñotello, Muñomer, Blasconuño.

Pueblos de Segovia y Madrid del tipo Gascones.

Los que terminan en –eta (francés –ette), –egi (francés –eguy), –aga, –arra, –aca, -edo y –ola, o los que empiezan por -nava o -naba, que en vascuence significa "llanura próxima a la montaña, vertiente, depresión, barranco" (topónimos muy comunes también en Ávila): Navacerrada, Navafria, Navalcarnero, Navalmoral, Navaluenga, etc.

Otro tipo de topónimos vascos muy extendido son los que tienen un inicio en -cha seguido de un nombre de persona, debido al amplio uso que tuvo en la Edad Media el apelativo vasco -echa (eusk. actual aita) "padre" como título honorífico. Entre estos topónimos tenemos Chamartín (uno en Madrid, otro en Ávila), Chaherrero (Ávila), Chagarcía (Salamanca), Muñochas (Ávila), Chavela, Robledo de Chavela (Madrid; el nombre Bela, o Vela, es un nombre vasco de uso muy extendido en el medioevo), Chapinería, etc.

En la Sierra de Ávila, en las proximidades de la localidad de Narrillos del Rebollar, se encuentra el Cerro de Gorría (eusk. mendi gorri). Otros topónimos de esta zona de Ávila son Garoza y Muñez.

REPOBLACIÓN ENTRE EL DUERO Y EL TAJO (1072-1157)

Según el escritor segoviano Mariano Gómez de Caso, uno de los mayores investigadores de la obra de Ignacio Zuloaga, el 21% de los topónimos de la provincia de Segovia tiene origen vasco. Entre los ejemplos se encuentran los de Añe, Lozanees, Valsaín, Barahona, Chañe, Chatún Etreros, Fuentemizarra, Gaillos, San Pedro de Languilla, Melque, Narros, Tanarro, Gomeznarro, Pechorromán, Saldaña, Serracín, Catroserracín, Gomezserracín y Urueñas.

22/02/2019

Juan de Garay Otáñez y Rada


Maestre de Campo de los Tercios de Lombardía y capitán general de los Ejércitos de Extremadura, Guipúzcoa y Cataluña

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JUAN DE GARAY OTÁÑEZ Y RADA
Y ESCUDOS DE GARAY Y DE RADA

A pesar de que sus padres eran originarios de Vizcaya, nació en Madrid el año 1586, a causa del trabajo de su padre, Juan de Garay Otáñez y Rada, que era caballerizo natural de Sopuerta, miembro del Real Consejo de Hacienda. Posteriormente fue nombrado contador del rey en la Guerra de Perpiñán, tiempo en el cual su familia ya se hallaba nuevamente en Portugalete. Su madre fue Magdalena de Rada, de Portugalete, y su hermana Mariana de Garay, que nació en esta villa. Seguramente él, de no haber nacido accidentalmente en Madrid, con toda probabilidad también lo hubiese hecho en Portugalete pues de esta villa eran vecinos sus padres.

Siendo niño marchó a Italia para obtener una formación militar, hasta que en 1621 ingresó en una compañía en el Tercio de Flandes del Conde de Fuentes.

En Flandes pasó once años, participando en el sitio de Breda de 1624, en el socorros de Hertogenbosch de 1629, en el cerco de Maastricht de 1631, y en la toma de Stevenswert de 1632. En 1629, ingresó en la Orden de caballeros de Santiago.

En 1635, fue destinado a la Valtellina, en Italia, al mando del tercio de Pedro de Haro, para expulsar a los franceses y recuperar Morbegno. Al año siguiente se encontraba en la batalla de Tornavento, que detuvo la invasión franco-saboyana del Milanesado, consiguiendo el grado de maestre de campo al mando del Tercio Viejo de Lombardía.

Fue nombrado general de Artillería del Ejército de Lombardía en mayo de 1638. Antes de comenzar la campaña siguiente, moría en 1639 su superior jerárquico, Martin, mientras reconocía el castillo de Cengio, recayendo sobre Juan de Garay la responsabilidad abrir la campaña.

En abril de 1639, Partió de Vercelli internándose en el Piamonte sin preocuparse demasiado por dejar atrás Santhià y Trino, dos importantes plazas saboyanas. Cruzó el Pó por Pontestura, que se creía era su objetivo y acababa de ser reforzada. Pero, decidió marchar sobre Verrua, mucho mas fuerte que la anterior aunque peor guarnecida. Ordenó asaltarla por cinco puntos diferentes, sin asedio previo, y la ganó en 4 horas. Después tomó los puestos de Crescentino, a la otra parte del Pó, que se rindió el 11, a la vista del grueso del ejército que el marqués de Leganés llevó en su apoyo. Aquella misma noche, Madame Royale, regente de Saboya, escribía una dramática carta a su hermano, el rey Luis XIII de Francia: "J'ai perdu deux places qui sont des principalles... Ayez pitié de moi, qui me perd!".

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SITIO DE BREDA, POR PIETER SNAYERS
Y ESCUDOS DE ARMAS DE GARAY Y DE RADA

El ejército español enfiló hacia Turín, encontrarse con la caballería enemiga, alojada entre la ciudad y el río, junto al puente sobre el Pó, "a la que se rompió con general estrago y prisión de más de 600, entre ellos personas de importancia". Espantada, la duquesa abandonó su palacio y se refugió en la ciudadela, escribiendo el 17 a La Valette para que reuniera las guarniciones del Monferrato y acudiera prestamente en su ayuda.

Ni Leganés ni Garay disponían de fuerzas suficientes para sitiar la ciudad, pero su movimiento atrajo sobre la capital piamontesa un flujo de socorros que dejaron desguarnecido el Monferrato. El 25 de abril, al alba, levantaron el campo y marcharon sobre Villanova d'Asti, que asaltaron y tomaron en la noche del 27. El 30 tomaron, también al asalto, la ciudad de Asti, quedando sitiada la ciudadela, que se rindió 6 días después; entretanto, se apoderaron también de Pontestura y del fuerte castillo de Agliano, que fue desmantelado. Trino, considerada inexpugnable, cayó el 24 de mayo y Santhiá lo hizo el 14 de junio, a la vista del socorro que llevaba el marqués Guido Villa. Desesperada, la regente se vio forzada a firmar un tratado con el rey de Francia, su hermano, por el cual entregaba a éste las plazas de Carmagnola, Cerasco, Savigliano y Revello a cambio de importantes refuerzos. Desconociendo este hecho, Leganés cayó de nuevo sobre Turín, tras haberse apoderado de Moncalvo, y tomó la ciudad el 27 de julio, por escalada, sitiando en la ciudadela a Cristina de Saboya y a sus últimos defensores. Pero no pudo ganarla antes de que Longueville se presentara con un socorro de 12.000 infantes y 4.000 caballos reunidos en Pignerolo. Leganés, sitiador y sitiado, para salir del paso hubo de firmar una tregua por 3 meses, que no fue ni entendida ni bien recibida en España y que e costaría el cargo. Sin embargo, Juan de Garay salió mejor librado.

TERCIO DE LOMBARDÍA DEL GENERAL JUAN DE GARAY OTAÑEZ Y RADA

Al término de aquella brillante campaña, Felipe IV le ordenó regresar a España. El rey quiso nombrarle general de la Artillería de Cataluña, dándole una encomienda de 3.000 ducados y el castillo de Perpiñán, pero Juan fue capaz de imponer sus propias condiciones. Así, en mayo de 1640, obtuvo el cargo de gobernador general de las Armas de Cataluña, bajo la promesa de que no serviría en el Ejército ningún maestre de campo general y que el marqués de Mortara, gobernador de la Caballería de las Ordenes Militares, estaría a sus órdenes. En Zaragoza tuvo noticias del levantamiento del Principado, por lo que se detuvo allí hasta recibir nuevas órdenes de la Corte, que le prescribían embarcarse por el Ebro hasta Tortosa para, desde allí, llegar por mar a Collioure y alcanzar después Perpiñán, donde ejercería su puesto de gobernador de las armas.

El nuevo virrey de Cataluña, duque de Cardona, marchó a Perpiñán para entrevistarse con él en junio de 1640. Garay era su subordinado y hubo de acatar sus órdenes, muy severas con los militares a quienes el pueblo en armas había expulsado de Cataluña y masacrado a sus soldados. El levantamiento catalán intentó justificarse como reacción ante los excesos cometidos por los tercios durante su invernada en el Principado entre enero y abril de 1641, lo pero el virrey creía que imponiendo castigos a los líderes se resolvería la situación. Así metió en prisión a algunos jefes (Gheri della Rena, Leonardo Moles, etc.). Garay impuso a la ciudad el alojamiento de sus soldados intramuros, sugiriendo un ataque sobre Barcelona, para poner fin a la revuelta.

Su plan, visto en la Junta de 11 de agosto de 1640, fue aprobado el 15 de agosto, para efectuarse el 20 de setiembre del mismo año. Pero este plan no puedo llevarse a cabo porque el ejército al mando del marqués de los Vélez, llegó hasta el Conflent para converger con el de Garay, como éste había propuesto. En cambio, se le ordenó embarcar con 4.000 hombres hasta Tarragona, una orden que no pudo cumplir porque un ejército francés estaba apostado en las fronteras del Rosellón, habiéndole impedido tomar la rebelada villa de Illes-sur-Têt. En consecuencia, solo pudo embarcarse con dos cañones y algunas compañías de infantería que alcanzaron el puerto tarraconense el 25 de diciembre, dos días después de la capitulación de la plaza. Dado que el ejército real tenía completo sus cuadros, Juan sirvió de voluntario, pero tras la derrota de Montjuich, ante Barcelona, el 26 de enero de 1641, el marqués e los Velez el mando de la campaña de vuelta a Tarragona. Por ello, la Junta Grande le propuso el 8 de marzo de 1641 como gobernador de las armas de Extremadura, empleo que se le confió con el título de maestre de campo general, pidiéndosele que hiciera su viaje por Navarra y Guipúzcoa para reconocer de paso el estado de sus fortificaciones. Desempeñó este cargo desde julio de 1641 hasta marzo de 1644, fecha en la que presentó su dimisión para marcharse a su casa de Bilbao.

El retiro no fue duradero. El 15 de julio de 1645, aceptó su designación en la Capitanía General de Guipúzcoa, como lugarteniente general del virrey de Navarra, conde de Oropesa. Allí desplegó una gran actividad acomodando a los numerosos regimientos que aportaban en San Sebastián y Pasajes con destino al frente catalán, sobre todo valones y alemanes. También hubo de asistir en las levas y suministros para la Armada y, por supuesto, en el mantenimiento del orden, que resultaba complicado a causa del continuo tránsito y alojamiento de militares. Así, el 6 de agosto de 1647 se produjo en Fuenterrabía un gran altercado entre paisanos y soldados alemanes en marcha hacia Tortosa. Precisamente, la pérdida de dicha plaza en Julio de 1648 permitió a Juan de Garay volver a mandar tropas en sustitución de Francisco de Melo, durante el verano de 1649.

GUERRA DE LOS SEGADORES

Con el nombramiento obtuvo también el marquesado de Villarrubia de Langre, que el rey le concedió en 1649, antes de partir a Zaragoza. Con libertad para tomar decisiones, preparó un ejercito reducido, pero escogiendo a los mejores elementos disponibles, sobre todo de caballería, que mandaba Francisco de la Cueva, VIII duque de Alburquerque, y apuntó directamente al corazón del enemigo: Barcelona.

El 19 de setiembre, partió de Lérida con 6.000 infantes y 3.000 caballos y, atravesando el llano de Urgell, cayó sobre Vimbodi, Poblet y Cabra del Camp, antes de tomar Montblanc, única villa donde se cometieron excesos en represalia. Continuó por Valls y Constantí hasta Tarragona, donde recibió algunos refuerzos y pertrechos desembarcados por la Armada, marchando seguidamente hacia Torredembarra, Vilanova i la Geltrú y Sitges, que capturó y dejó guarnecidas. En Barcelona se preparaban ya para la defensa y el comandante en jefe francés Jean Gaspard de Marchinm al servicio de España, la socorrió con casi toda su infantería. Entonces, Garay abandonó la costa y fue a buscar a la caballería enemiga en el Penedés, a la que aniquiló en dos combates: el primero en Vilafranca (17 de octubre) y el segundo en Montblanc (14 de noviembre), cuando ya regresaba a Lérida tras haber desalojado a los franco-catalanes de la Conca de Barberá y dejando amenazada Barcelona por el espolón de Sitges.

La muerte le sorprendió en Gelsa (Zaragoza), cuando viajaba desde la Corte para retomar el mando de las tropas tras el paréntesis invernal. El conde de Mortara, que le sucedió, pudo sitiar a Barcelona el siguiente gracias en parte a la campaña preparatoria de Juan de Garay.

Había casado en 1640 con Francisca Antonia de Albiz y Marzana, en la que solo procreó a una hija: Mariana Josefa de Garay Otáñez y Albiz, fallecida en octubre de 1649, poco después de su madre. El título marquesado pasó a Antonia María de Vera Otáñez, señora de la casa de Otáñez, cerca de Santullán, en cuya iglesia parroquial dispuso ser enterrado cuando testó en Gelsa a las puertas de la muerte. El traslado de su restos se verificó en 1656, conservándose aún la tumba, rematada por una estatua orante, esculpida en alabastro, situada junto al altar mayor del templo.

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ESCULTURA FUNERARIA DE JUAN DE GARAY

16/02/2019

Combate de los Abrojos por Antonio de Oquendo de 1631


El almirante general de la Armada del Mar Océano Antonio de Oquendo y Zandategui participó en más de cien combates navales. Sus dos hechos principales fueron la batalla de los Abrojos en 1631, y la de las Dunas, en 1639. Su éxito en operaciones militares era debido a lo bien organizados que estaban sus buques y a la férrea disciplina que en ellos imperaba.

Natural de San Sebastián, donde nació en 1577, fue el fiel reflejo de su padre Miguel de Oquendo, capitán general de la Armada de Guipúzcoa, que participó junto a Álvaro de Bazán y Juan Martínez de Recalde en la Batalla de las Terceras, y murió en el desastre de la Invencible.

ANTONIO DE OQUENDO Y ZANDATEGUI Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO

Siendo almirante general de la Armada del Mar Océano desde 1619 y consejero del Real Consejo de Guerra, se reunió en Lisboa una escuadra bajo su propio mando para socorrer las costas del Brasil, que sufrían sucesivos ataques de la Armada holandesa, especialmente las plazas de Pernambuco y de Todos los Santos. Componían la escuadra 16 naos; 5 de ellas no llegaban a las 300 toneladas y a reunir 40 hombres de guarnición; otras 5 no llevaban más que la mitad de la infantería que les correspondía y quedaban 6 que eran mejores, pero también faltas de elementos y de dotación. Arbolaba Oquendo su insignia en el galeón Santiago.

El 5 de mayo de 1631, salió de Sevilla convoyando una flota de buques mercantes portugueses y de 12 carabelas, que llevaban 3.000 hombres de transporte para reforzar las guarniciones de las plazas brasileñas.

Al cabo de 68 días de navegación, llegaron a la Bahía de Todos los Santos, reforzando su guarnición y siguiendo viaje a Pernambuco con 20 naos mercantes que se agregaron al convoy.

El 12 de septiembre, avistaron la flota holandesa, bajo el mando del almirante Adriaan Hans Pater, que venía de saquear la isla de Santa María. El almirante holandés tuvo el gallardo pero presuntuoso gesto de ordenar que sólo atacasen a los españoles 16 de sus buques; el mismo número que los que sumaban los de Oquendo. Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la capitana y la almiranta holandesas eran buques de 900 y 1.000 toneladas, con 50 cañones de calibre entre 48 y 12, y, en cambio, los españoles no pasaban de las 300 toneladas e iban armados con cañones de a 22 a 8.

COMBATE DE PERNAMBUCO Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO

Antes de trabarse el combate pasó cerca de la capitana de Oquendo la carabela en que iba el conde de Bayolo, jefe de la infantería, y al estar a la voz propuso a Oquendo reforzar los buques con sus soldados. Oquendo con tono humorístico, señalando las velas enemigas le dijo: "¡Son poca ropa!". Después negó el paso de los soldados, razonando que la orden era llevarlos a Pernambuco para refuerzo y que no quería, "por si ocurría cualquier accidente que impidiera volverlos a las carabelas". El conde recibió orden de unirse al convoy y acercarse con él hacía la costa.

De tal modo, se entabló un duro combate a 18º de latitud sur y a unas 240 millas de los Abrojos, a las 8 de la mañana de 12 de septiembre de 1631. Fue llamado el Combate de los Abrojos.

La escuadra holandesa avanzó desplegada en arco. Entonces, Oquendo consiguió aferrarse con hábil maniobra a la capitana enemiga por barlovento, de tal modo que los fuegos y humos fuesen hacia el holandés. Hans Pater trató de desasirse, mas no pudo, pues el capitán Juan Castillo saltó al buque holandés y a parte de los garfios, lo aseguró con un calabrote que amarró a su palo. Pronto le quitaron la vida, y lo mismo a sus soldados, pero el fuego que se hizo desde las cofas del Santiago impidió a los holandeses desamarrarlo. Otro galeón holandés se colocó pronto por la banda libre del Santiago, pero también acudieron los españoles en auxilio de su general.

COMBATE DE PERNAMBUCO, POR JUAN DE LA CORTE

El combate aún estaba indeciso a media tarde. Al fin, un taco encendido disparado por un cañón del Santiago prendió fuego a la capitana holandesa. La almiranta de su segundo, el aventurero Jerónimo Misibradi, acudió y dio remolque al Santiago, apartándole de la explosión del buque holandés. Hans Pater encontró la muerte en el agua, a donde se había arrojado con gran número de los suyos.

Oquendo de apoderó del estandarte de Holanda y puso en fuga al enemigo, quemando a éste tres mayores galeones y haciéndole 1.900 muertos; los españoles perdieron, por su parte, dos galeones, hundido uno de ellos, el San Antonio, la almiranta, y 585 muertos y 201 heridos. Tuvo la satisfacción Oquendo de saber que el galeón apresado por los holandeses, el Buenaventura, no pudo ser aprovechado, y que los españoles prisioneros se apoderaron de la carabela donde los llevaban y se fugaron.

Cinco días después hubo nuevo avistamiento de las escuadras, pero el almirante Tir, que sucedió en el mando a Hans Pater, eludió el combate a pesar de su manifiesta superioridad numérica. Oquendo llevó las tropas de refuerzo a Pernambuco y regresó a la Península. El 21 de noviembre entró en Lisboa, siendo objeto de entusiastas manifestaciones. Guipúzcoa le envió un caluroso mensaje de felicitación.

COMBATE DE PERNAMBUCO Y ESCUDO DE ARMAS DE OQUENDO

11/02/2019

Domuit vascones de Bernardino de Estella


El nombre civil de Bernardino de Estella era Isaac Echeberría Galdeano, antes de hacerse eclesiástico de la Orden Capuchina. Nació en la villa navarra de Estella, en 1892, aunque pasó buena parte de su vida en Argentina. Allí colaboró con publicaciones como Nación Vasca, Euzko Deya y Orden Cristiano.

Estuvo influenciado por el pensamiento político de su compañero capuchino Evangelista de Ibero, autor del libro Ami Vasco, de ideología nacionalista. Siguiendo el estilo de exposición de esta obra, escribió su particular Historia Vasca, que contenía una serie de preguntas con las consiguientes respuestas. En realidad, reunía una serie de Apuntes de Historia Vasca dictados en la Euskal Etxea de Buenos Aires, donde impartía clases a hijos de inmigrados vascos. Esta obra de la historiografía vasca manipulada fue utilizada por el Partido Nacionalista Vasco como guía patriótica y texto que abarcase todos los territorios históricos de uno y otro lado de los Pirineos, publicándose en Bilbao, en 1932, una año después que en Bueno Aires.

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HISTORIA VASCA, POR BERNARDINO DE ESTELLA

Bernardino de Estella fue el creador de una expresión muy utilizada por el Nacionalismo vasco en relación a los vascones y el Reino hispano-visigodo: "Domuit Vascones". Se trata de un latinismo que se traduciría como "dominó a los vascones". Desde entonces, varios historiadores nacionalistas vascos y navarros han recurrido a esta cita para afirmar que fue aplicada por los reyes godos en sus crónicas, sin especificar cuales, lo que significaría que en realidad no lograron dominar a los vascones.

Esta innovación de la historiografía nacionalista fue escrita por primera vez en 1931, en Historia Vasca, por su fundador Estella:
"En las Crónicas de los reyes visigodos se encuentra una frase constantemente repetida: Domuit vascones (subyugó a los vascones). Vencer a los vascos fue la idea que abrigaron casi todos los reyes visigodos. Pero esa frase, siempre repetid hablando del mismo pueblo, indica claramente que jamás lograron dominar a las tribus vascas. Lucharon contra Recciario, Eurico, Leovigildo, Recaredo, Gundemaro, Sisebuto, Suintila, Wamba, todos los cuales atentaron contra la independencia de Euzkadi."

El mito se basaba en la suposición por la cual los vascones nunca fueron sometidos por los visigodos en su pretensión de lograr la unidad territorial de todas la antiguas provincias hispanorromanas, y fue un hecho que varios reyes godos y suevos tuvieron enfrentamientos con los vascones, ya sea para dominar sus rebeliones, ya sea para evitar sus pillajes. Sin embargo, la expresión de Bernardino de Estella, nunca existió en ninguna crónica de los reyes godos, nunca "Domuit Vascones" fue una frase escrita por Isidoro de Sevilla, a quien también atribuye, lo que convertiría a la misma en un mito sin fundamento científico. Sólo una referencia posterior en siglos, y ceñida a Leovigildo, habla de que venció a "los feroces vascones", precisamente el rey que consiguió unificar toda la península Ibérica bajo un solo estado: el Reino Hispano-visigodo.

La idea tiene un doble concepto:

1. narcisista ("nunca nos dominaron"): sucesora de las tesis vasco-cantabristas tan en auge en siglos de la Modernidad por la cual los vascos, que en realidad eran cántabros, jamás fueron sometidos por los romanos. En este caso se extrapola a los visigodos.

2. victimista ("siempre intentaron subyugarnos"): utilizada como alimento espiritual del odio contra todo lo que sea español.

El historiador Miguel Izu ha ofrecido otra explicación sobre el origen de esta frase y que la sitúa en 1877, introducida por otro navarro Francisco Navarro Villoslada en su libro Amaya o los vascos en el siglo VIII:
"Consta que Requiario, Eurico, Leovigildo, Recaredo, Gundemaro, Sisebuto, Suintila, Recesvinto y Wamba, sujetaron a los vascones, frase que constantemente repetida por espacio de tres centurias, viene a significar precisamente lo contrario de lo que suena. No puede menos que maravillarnos que algunos críticos tomen por lo serio la frase de domuit vascones, que los godos tenían como en estampilla para añadir al nombre de cada nuevo monarca toledano."

Según Izu, probablemente con esa locución latina Navarro Villoslada se tomara una licencia literaria para hacer un resumen de las noticias históricas sobre las guerras entre godos y vascones y reflejar su idea, tomada de autores como José de Moret o Fermín Gonzalo Morón, de que los vascones no fueron nunca sometidos.

EUSKAL ETXEA EN BUENOS AIRES

Pero la expresión fue asumida como un hecho histórico por los autores posteriores y adornada con otros datos igualmente ficticios. Así, la invención del mito historiográfico del "Domuit vascones" fue utilizado por sucesivos nacionalistas: Arturo Campión, Hermilio de Oloriz, Eugenio Urroz, Agustín Azkarate, Iñaki Anasagasti, Josu Jon Imaz, etc.

El vascómano useño Mark Kurlansky, en una Historia vasca del mundo muy vendida en Vascongadas, repitió la expresión concluyendo:
"Todos los gobernantes de la Península hasta el actual Ejecutivo español han abrigado la misma intención: Hay que controlar a los vascos."
El cura Anastasio Arrinda insistió, en 1997:
"Todos los cronicones de la vida de los reyes godos o visigodos terminan con esta frase lapidaria: Domuit vascones…, señal de que nunca los subyugaron."
Continuaron el siglo XX, algunos dirigentes nacionalistas del PNV. José Jon Imaz atacaba, en un artículo furioso: "No pongáis vuestras manos en la educación de nuestros hijos. Para historia nacional, ya tenemos la nuestra"; y se burlaba de "esa lista de reyes godos cuyas biografías terminaban siempre en el domuit vascones".

Iñaki Anasagasti hizo apología de este lema:
"El frentismo español diseña una vez más el domuit vascones."
Y hasta abertzales batasunos:
"Recordémosles la historia de Rodrigo, el último rey visigodo, que por andar entretenido en dominar una vez más a los vascones perdió su reino y su vida. Para que aprendan..."

El doctor de la universidad de Deusto, Armando Besga, resumió esta falsedad capaz de fundamentar una visión histórica y política actual:
"Aunque parezca increíble, lo cierto es que la dichosa expresión domuit vascones no aparece ni una sola vez en las fuentes de la época de los reinos germánicos, lo que demuestra cómo se ha hecho una parte de la historia de los vascones que, además, ha trascendido mucho."

roncesvalles batalla placa vascones
VASCONES EN RONCESVALLES

Demasiados apellidos vascos, por Aitor Hernández


apellidos vascos sabino arana racismo etnia superioridad
DEMASIADOS APELLIDOS VASCOS,
POR AITOR HERNÁNDEZ

Demasiados apellidos vascos. El mito vasco ario desde sus orígenes hasta la actualidad
Aitor Hernández Franco, Editorial CreateSpace Independent Publishing Platform, (2016)

Demasiados Apellidos Vascos aborda el mito de la super raza vasca desde sus comienzos en la Baja Edad Media hasta la actualidad. Rompiendo la tradicional estrechez de miras de la mayoría de los autores nacionales que lo han estudiado con anterioridad, Demasiados Apellidos Vascos defiende que el racismo vasquista tal y como llegó a madurar políticamente con Sabino Arana, no es sino un capítulo más del mito de la raza aria adaptado a las peculiares circunstancias españolas y vascas.

Desde las teorías monogenistas y los primeros brotes racistas medievales hasta la presentación de los vascos como supervivientes de la fabulosa Atlántida, pasando por una identificación de obsesiones y de teorías para "salvar la pureza racial", el racismo vasco madurado por Sabino Arana se muestra como un subtipo del racismo ario que dominó gran parte de la Europa de principios del siglo XIX y XX, y que aún hoy acecha más cerca de nosotros de lo que sospechamos.

Este es un estudio documentado y riguroso de una de las peores y más trágicas farsas de la historia de España. Se trata de un estudio comparativo entre el racismo ario y el racismo aranista, a lo largo de todas sus etapas de inseminación, gestación y evolución. Los paralelismos entre uno y otro no son casualidades.

Existen otros estudios históricos sobre el racismo aranista y el mito de la raza vasca pero hasta Demasiados Apellidos Vascos ninguno se había atrevido a comparar directamente el mito ario y el mito de la raza vasca de forma tan clara y nítida, ni de romper ciertos tabúes políticamente correctos tanto en la sociedad vasca como en el resto de la española.

Sin embargo, el estudio científico de la historia debe ser realizado prescindiendo de tabúes políticamente correctos, importando sólo importan los hechos, con la intención de aportar respuestas que puedan ayudarnos a enmendar nuestros peores errores.

06/02/2019

Fundación de los fueros de Jaca y de Estella por Sancho Ramírez


El Fuero de Jaca fue cabeza de innumerables fueros copiados, ampliados o mejorados que se recibieron en muchos territorios vascos, otorgados por reyes navarros. Y lo que es más importante, el Fuero de Jaca fue otorgado por Sancho V Ramírez, rey de Aragón-Pamplona en el año 1077. Desde la perspectiva de relación entre el Reino de Navarra y los territorios vascos, el rey Sancho Ramírez, al otorgar el fuero, era rey no sólo ya de Aragón, sino también de Pamplona. Fue el rey de aragoneses y pamploneses quien por primera vez otorgó un fuero municipal, y que sería el modelo de los futuros fueros municipales navarros y vascos. Sancho Ramírez, nieto de Sancho III Garcés el Mayor, estuvo en el origen de aquellos buenos fueros.

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SANCHO RAMÍREZ TOMANDO JURAMENTO A SUS HIJOS Y ESCUDO REAL

La gestación del Fuero de Jaca tuvo un carácter más político que jurídico. Durante las décadas de los 60 y 70 del siglo XI, los centros neurálgicos del Reino de Aragón experimentaron la llegada de nuevos pobladores de origen franco y de mucho prestigio en la arquitectura, escritura y artes liberales, así como en ciencia. Tuvo que ver mucho la Corte de la esposa de Sancho, Felicia, y los cambios en las autoridades eclesiásticas de la reforma de la Iglesia. Las circunstancias históricas convertían al Reino de Aragón en un foco de atracción para los francos de forma pacífica.

Para Sancho Ramírez, era el momento de poner en marcha algún instrumento político que retuviese a los que llegaban y atrajera a otros. Ese instrumento fue la Carta de población del Fuero de Jaca. Una herramienta jurídica establecida para atraer y retener a esa magnífica población de francos y europeos, con esa fuerza cultural que iría aumentando también los recursos humanos y, por tanto, la fuerza militar del reino. Por esa razón se conoce como Fuero de francos en un doble sentido: atraer franceses (francos) y exonerar las transacciones comerciales de determinados impuestos o franquicias.

Consultó el rey Sancho Ramírez a los más expertos en leyes y decidió que el mejor cauce sería aquella carta de población, aquel breve Fuero de Jaca promulgado en 1077.

Las tres características principales que vertebraban el Fuero de Jaca son:

1. Dispensar a los habitantes de Jaca de los malos fueros, es decir, pesados tributos y cargas vejatorias para los habitantes.

2. Atraer población de más allá de los Pirineos, mediante la garantía de su libertad y la consideración, tanto de los burgueses como mercaderes en igualdad con los caballeros.

3. Fomentar la adquisición de propiedades privadas y fuertes garantías para su protección.

Este ámbito de libre comercio, que podría se equiparable en la actualidad a un paraíso fiscal, unido al hecho de ser un centro neurálgico del Camino de Santiago convirtieron pronto a Jaca en una gran ciudad y la capital del rey de aragoneses y pamploneses.

El Fuero de Jaca abrió las puertas para asentar la sede episcopal de Aragón en aquella floreciente ciudad. Jaca tuvo su obispo, algo imprescindible para ser la nueva capital del reino. Trasladar a Jaca la sede episcopal de Aragón (que no tenía ubicación fija), fue una muestra de la preclara visión del rey.

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CATEDRAL DE JACA

En el año 1090, Sancho Ramírez quiso trasladar a Lizarra la experiencia de Jaca, pero su proyecto chocó con los intereses de San Juan de Peña, que prefería asentar la población de los francos en Zarapuz, propiedad del monasterio y también situada en el Camino de Santiago, cerca de Irache.

Sancho V Ramírez mantuvo su elección de Lizarra, y para no enfrentarse con los monjes les entregó diezmos de todas las rentas reales, más todas la iglesias parroquiales que se levantaron, más un solar para edificar casa en la nueva población. Los pobladores se establecieron junto al río Ega, en su margen derecha y junto a un castillo que por entonces se llamaba Estella. Todos eran francos, que se fueron agrupando en la parroquia dedicada a San Pedro. No mucho después se desarrollaron dos barrios a ambos lados del primer núcleo urbano, y también habitados por francos.

El Fuero de Jaca fue modelo de Fuero de Estella, otorgado por el mismo Sancho Ramírez en el año 1090. A través de Estella el fuero pasó a San Sebastián y a otras villas en los territorios vascos.

Los artículos del Fuero de Estella son una transcripción literal del Fuero de Jaca, con unas pequeñas variantes, típicas de la ciudad de Estella. Esta fórmula estellesa del modelo jacetano se aplicó a otros núcleos urbanos de Navarra donde se instalaron francos. Pero en este fuero había algo identitario y característico, a pesar del origen aragonés.

Las localidades que lo recibieron (Puente la Reina, Olite y Monreal, etc.) nunca tuvieron relación alguna con la ciudad de Jaca para consultas ni apelaciones. Y tales ciudades nunca llegaron a regirse por el Fuero Extenso de Jaca. La gran excepción fue Pamplona, que al recibir expresamente el Fuero de Jaca en el año 1129, acogió todas las innovaciones que habían enriquecido el Derecho jacetano en su ciudad de origen. Pero ésta es una cuestión discutida. Según Lacarra, sí que se acudía para aclarar e interpretar el texto de los fueros, pero no en apelación, al menos desde la prohibición de Sancho VII el Fuerte.

En todo caso, sea por el Fuero Breve, sea por el Fuero Extenso de Jaca, hay una cuestión indiscutible que remite el origen de la mayoría de los fueros navarros y muchos de los territorios vascos a la iniciativa y el impulso político del rey aragonés Sancho Ramírez.

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EXTENSIÓN DEL FUERO DE JACA

03/02/2019

Pedro González de Mendoza


Caballero alavés del siglo XIV que fue capitán general de los Ejércitos de Castilla. Salvó al rey Juan I de caer prisionero de los portugueses al dejarle su caballo, durante la batalla de Aljubarrota.
 

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PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA

Pedro González de Mendoza
era hijo del alavés Gonzalo Yáñez de Mendoza y de Juana de Orozco. Pertenecía a un linaje nobiliario de Álava, cuya torre de Mendoza está situada cerca de Vitoria.

A mediados del siglo XIV, se desarrolló una Guerra de Sucesión del trono de Castilla entre dos hermanos sucesores y pretendientes: Pedro I y Enrique II de Trastamara. En principio, Pedro González de Mendoza estuvo apoyando a Pedro el Cruel o también llamado el Justiciero. En 1366, pasó al bando de Enrique II y con él sufrió la derrota de la batalla de Nájera. Allí fue hecho prisionero con Iñigo López de Orozco (tío de Mendoza, asesinado por Pedro I), Pedro López de Ayala (su cuñado), Beltrán de Guevara, Bertrand Duguesclin, mariscal de Francia y fue muerto Juan Hurtado de Mendoza, su abuelo. Al ser liberado, Enrique le nombró ayo de su hijo Juan, ganándose por su fidelidad el señorío de Orozco y las villas de Buitrago e Hita, en 1368.

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TORRE DE MENDOZA EN ÁLAVA, ESCUDO DE ARMAS DE MENDOZA
Y PEDRO GONZÁLEZ DE MENDOZA

Continuando al servicio de Enrique se vio envuelto en numerosos combates en apoyo al monarca. Su estrecha relación con Juan I, hizo que le nombrase mayordomo mayor y, pronto después, capitán general de sus ejércitos.

En 1383, recibió el señorío del Real Manzanares, en compensación a sus servicios. Y dos años más tarde, estableció sobre este señorío un mayorazgo que fue el origen del enorme poder de la familia Mendoza.

Pedro fue héroe de la batalla de Aljubarrota de 1385. Allí, el rey Juan I de Castilla trató como rebeldes a los portugueses que le rechazaron como soberano. Juan puso sitio a Lisboa en 1383 pero debió retirarse por causa de la peste bubónica que afligió el reino. En 1385, regresó por el valle de Mondego, pero el rey portugués quien disponía de menores fuerzas para su defensa, cerró el camino a Aljubarrota, obligando la marcha castellana por un estrecho paso. En el paso de Aljubarrota, las tropas castellanas quedaron atascadas y fueron sorprendidas por un importante contingente de arqueros ingleses que apoyaba a las fuerzas portuguesas. Les infringió una soberana derrota, logrando la independencia de Portugal.

En la adversa batalla, Pedro González de Mendoza ofreció su caballo al rey Juan I para que huyera, volviendo él a la contienda, donde murió heroicamente. Es por ello que se le conoce como el "mártir de Aljubarrota".

juan castilla aljubarrota gonzález mendoza pintura
EL SEÑOR DE HITA Y DE BUITRAGO CEDE SU CABALLO AL REY JUAN I
EN ALJUBARROTA, POR LUIS PLANES

Según fray Prudencio de Sandoval:
"en acuerdo con el Embajador de Francia, no quería Pedro que el rey ordenara la batalla, no era conveniente, por la posición que los enemigos ocupaban y por lo avanzado de la hora."
Como no valió su consejo:
"Se puso en ella junto á la persona real, para guardarla hasta perder la vida, y asi sacó al rey de la pelea, y lo puso en salvo y volvió a la batalla, Y viendo las muertes que en los Castellanos se hacían se metió entre los enemigos peleando como un león; y siendo y acometido de muchos, cargado de heridas cayó muerto en tierra."
Su arrojo y valor no pasó desapercibido, ya que el hecho quedó inmortalizado en el romancero castellano con estas estrofas. Así comienza un romance de su tiempo, honrando el heroísmo de González de Mendoza:

"Si el caballo vos han muerto,
subid, Rey, en mi caballo,
y si no podéis subir, llegad,
suvirvos he en brazos.

Poned un pie en el estribo
y el otro sobre mis manos;
mirad, que carga el gentío,
y aunque yo muera, librad vos.

Un poco blando es de boca;
bien como a tal, sofrenazlo;
afirmadlos en la silla,
dadle rienda, picad largo.

No os adeudo con tal fecho,
a que me quedéis mirando;
que tal escatima debe,
a su rey el buen vasallo.

Y asi es deuda que os la debe,
non dirán que non la pago,
nin las dueñas de mi tierra
que a sus maridos fidalgos
los dejé en el campo muertos
y vivo del campo salgo.

Menos causa tuvo Eneas,
pues cuando fizo otro tanto,
tan sólo salvó a su padre;
yo al padre de todos salvo."


Enseguida viendo Pedro la desbandada del ejército, rehusó huir encomendando a su hijo Diagote al rey diciendo:
"A Diagote es encomiendo;
mirad por él, que es muchacho;
sed padre y amparo suyo
y Dios sea en nuestro amparo.

Dijo al valiente alavés
señor de Hita y Buitrago,
al rey don Juan el Primero
y entróse a morir lidiando."


Fue uno de los pioneros de la poesía cortesana castellana. De su producción poética sólo se conservan como verdaderamente suyas cuatro composiciones recogidas en el Cancionero de Baena. Su trabajo poético, tanto en castellano como en gallego, contribuyó sobremanera a agilizar y dulcificar la ruda lengua castellana, poco desarrollada en aquellos momentos, y por lo tanto poco adecuada entonces para la expresión poética de penas y sentimientos. Los intentos poéticos de este tipo que se daban en aquella época en la Corte castellana, y fuera del mismo, dotaron a la lengua de mayor flexibilidad y de una nueva conformación haciéndola evolucionar en gran manera.

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BATALLA DE ALJUBARROTA