En el año 928, San Virila era el abad del Monasterio de San Salvador de Leyre. Estando en maitines, es decir, a la hora más temprana para rezar cuando amanece, le comenzaron a entrar dudas sobre la eternidad. Entonces escuchó la dulce música de un ruiseñor y salió en su búsqueda. Perdido en los bosques de la sierra de Leyre, encontró refugio junto a una fuente, y descanso en el canto del pájaro. Terminó el eterno trino y regresó al monasterio, donde a nadie conoció y nadie le reconocía. Dijo ser el abad, y los monjes que allí habitaban lo tomaron por loco. Hasta que alguien recordó el extraño suceso de quien de maitines se ausentó y no regresó. De este modo, y con otras razones, comprendieron quién era y de qué lejano tiempo venía. San Virila despertó de sus dudas y vino a ver que lo que a él le había parecido un instante de paz, resultaron ser cien años de ausencia.
En la actualidad, la fuente de San Virila se ubica en la sierra de Leyre, comunicado con el monasterio mediante un camino. Es el símbolo del milagro de la fuente de San Virila, el abad que cayó en éxtasis místico durante cien años escuchando el canto de un ruiseñor, casi una eternidad.
La interpretación del Canto Gregoriano que realizan los monjes benedictinos del monasterio en el recinto sagrado de Leyre es un viaje a la época medieval, un tiempo más espiritual y a otro ritmo de vida más modesto y pausado. Tan pausado que incluso puede parecer eterno, como el que supuestamente padeció San Virila.
LEYENDA FUENTE DE SAN VIRILA EN EL MONASTERIO DE LEYRE |
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