La exposición
Ignacio Zuloaga y Manuel de Falla: Historia de una Amistad tuvo lugar entre los
meses marzo y junio de 2016 en el Museo Art Nouveau y Art Déco de Salamanca,
cuya sede es la Casa Lis.
Esta
muestra pretendió narrar la relación personal entre estos dos grandes artistas
de la primera mitad del siglo XX, que supieron mantener una profunda relación
amistosa, casi familiar, al tiempo que se ilusionaban con la creación de
proyectos artísticos comunes, proyectos filantrópicos y proyectos culturales en
general. Todo ello forjado por una profunda reflexión conceptual que arraiga en
el proyecto regeneracionista que se forjó durante esos años. Aquella España
que luchaba por abandonar el pesimismo noventayochista y conseguir un país de
gran potencia cultural basada en sus tradiciones y aciertos pasados,
proyectándola a un futuro internacional.
La
exposición se articula en una serie de hitos fundamentales de esta relación
conocida a través de un rico legado epistolar. Aquel rastro cronológico sobre
cuestiones comunes generó el desarrollo personal y artístico de ambos.
Comienza
con el estreno de La vida breve de Manuel de Falla en Niza, en 1913, con la
ayuda inestimable de Zuloaga para poder realizar los vestuarios y decorados.
Era la presentación internacional del gran músico gaditano y el origen de esta
amistad que se prologaría hasta la muerte de uno de ellos.
El
siguiente momento de acción común fue un proyecto filantrópico del pintor
guipuzcoano Ignacio Zuloaga, en 1917. La inauguración de unas escuelas populares
de Fuendetodos, en la casa natal de Francisco de Goya, fue referente ineludible de
la creación artística española para toda la generación. Falla asistió y
participó en los actos inaugurales tocando el armonio en la iglesia parroquial,
acompañado de la soprano Aga Lahowska y buscando inspiración para la
composición de su jota final del Sombrero de tres picos.
DESNUDO DEL PEKINÉS, POR IGNACIO ZULOAGA |
Dos
años después, ambos artistas comenzaron un intenso trabajo preparatorio para llevar a la
música y la escena La gloria de don Ramiro, novela histórica ambientada en la
Corte de Felipe II y ubicada en Toledo, Ávila y los castillos medievales. Este
proyecto no llegaría a llevarse a efecto ante la negativa del autor del libro,
Enrique Larreta. Pero lejos de ser un obstáculo para la amistad,
sirvió para iniciar otros proyectos en torno al Romancero español y el Poema
del Mío Cid.
Eb
1921, Zuloaga visitó la casa de Falla en Grabada y apareció en escena Lucía, quien fue testigo de las conversaciones y nuevos proyectos entre los dos creadores.
Falla padecía un empeoramiento de la salud y no
podía viajar, por lo que se quedó todo el año viviendo en Granada, relacionándose con los intelectuales de la ciudad. Fruto de una de esas conversaciones surgió
el gran proyecto de 1922, el Concurso de Cante Jondo al que atrajo a su amigo
Zuloaga, profundo conocedor del arte primitivo andaluz por su estancia en
Sevilla en sus años jóvenes. Zuloaga apoyó el proyecto haciéndose cargo de las
decoraciones y escenografías para su desarrollo y, además, ofreció a la ciudad
de Granada y especialmente sus artistas jóvenes la realización de una
exposición con ellos para que les sirva de promoción.
Tras
este intenso 1922, pasaron seis años hasta que volvieron a emprender juntos.
Mientras Zuloaga triunfaba en América, Falla estrenaba una obra cumbre en su
corpus, El retablo de Maese Pedro, pieza fundamental de la historia de la
música española basada en el inmortal Quijote de Cervantes.
RETRATO DE MANUEL DE FALLA, POR IGNACIO ZULOAGA |
En 1928, Manuel de Falla fue homenajeado por el gobierno francés, realizando unas sesiones monográficas sobre su obra en la Ópera Cómica de París,
en las que precisamente se produjo una nueva versión de El retablo de Maese Pedro, con la escenografía de Ignacio Zuloaga. Fue el momento de trabajo conjunto
entre los dos artistas que legó para la posteridad los cabezudos y marionetas
expuestas en esta exposición salmantina, junto a un buen número de bocetos y estudios de los
tipos e interiores de la escena.
En
1932, con el motivo de la inauguración del Museo de San Telmo en San Sebastián,
volvieron a reunirse ambos artistas. Aprovechando la invitación de José María
Sert, el ayuntamiento donostiarra y el propio Zuloaga ofrecieron al compositor la ejecución de alguna pieza musical dentro de los actos inaugurales del nuevo templo dedicado a la cultura de
Guipúzcoa. Zuloaga le pidió a su amigo que posara para hacerle un retrato que
inmortalizara la imagen de Manuel de Falla.
Tras
este momento, la situación política española se complicaba años después y el estallido de la
Guerra Civil complicó la comunicación. Al final de la contienda, una carta
supuso la despedida definitiva, pues Falla decidió exiliarse en Argentina,
mientras que Zuloaga desistió de hacerlo. Terminaba esta historia de amistad y colaboración artística entre dos de los más importantes creadores de la España de la primera mitad del siglo XX.
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