En una tierra que en buena parte ha logrado sobrevivir gracias a la forja y exportación del hierro sorprende la poca cantidad de este metal que ha llegado a ser utilizado para consumo propio, la mayoría de los productos fabricados eran armas para los Tercios y Armadas Reales.
Durante los siglos XVI y XVII, los ferrones guipuzcoanos y vizcaínos lograron fama por su habilidad en la fabricación de productos del hierro, pero estos productos raramente llegaron a los caseríos, ya que su elevado precio solo los hacia aptos para ser utilizados en iglesias y palacios, el resto se vendían en el resto de España o Europa.
Solían fabricar rejillas para ventanas, bisagras, cerrojos, puertas metálicas con gruesos anillos colgantes y algunas sencillas incisiones geométricas, clavos con cabeza romboidal o en estrella, chapas de bocallave de perfil sinuoso y en algunos casos gruesos aldabones, como ornamentos y útiles del caserío. Arados de labranza, anclas, hachas, arpones, cascos y armaduras para militares, cañones y arcabuces, etc.
PRODUCTOS FÉRREOS VASCOS DEL SIGLO XVI |
El acero obtenido en estos valles mineros era muy estimado, en particular, el de Arrasate. Por medio de una pragmática, el 4 de agosto de 1262, Alfonso X otorgó a Arrasate una cierta exclusiva para la producción de acero, exclusividad que los monarcas posteriores continuaron fortaleciendo durante muchos años; Juan II de Castilla en 1417 y 1454, los Reyes Católicos en 1490 y 1511 y Carlos V en 1536.
Los reyes de España, de paso por Guipúzcoa en sus viajes a Francia, solían visitar alguna de estas ferrerías. Por ejemplo, la visita realizada por Felipe III a Igartza, en Beasáin, quedó inmortalizada en un dibujo realizado por Truchuelo. Y el secreto de la fama de la espadas de Toledo se basada, en gran medida, en el acero de Arrasate; según un informe realizado por los armeros de la localidad en 1777 en el que afirmaban que el acero de Arrasate era mejor que el acero alemán o el de Milán.
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