Catedrático
y rector de la universidad de Oñate en 1552, y obispo de Cuzco en el virreinato
del Perú en 1573
Sebastián
de Lartaun nació en Oyarzun, Guipúzcoa, en el siglo XVI. Figura entre los
hombres más distinguidos del valle de Oiartzun.
Cursó
estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, hasta conseguir el doctorado
en teología en la escuela de San Justo y Pastor de esa ciudad. En el ejercicio de su ministerio, fue beneficiado con una canonjía,
en la iglesia de Calahorra.
Fue
catedrático de la Universidad de Oñate, y, en 1552, fue rector. Fue amigo del
escritor y cronista real Esteban de Garibay, quien le cita repetidamente en su
Compendio historial.
Presentó solicitud para el obispado de Panamá, pero no fue aprobada. Apoyado por san Pío V, en
septiembre de 1570, fue nombrado obispo de Cuzco, en el Virreinato del Perú, un
alto cargo en la jerarquía eclesiástica indiana.
Antes
de emprender el viaje a las Indias, fue consagrado en la iglesia de San Esteban
de Oyarzun, el 17 de agosto de 1572. Así una inscripción latina en letras de
oro aparece esculpida en los altares del Rosario y San Nicolás.
UNIVERSIDAD DE OÑATE |
Se embarcó en Sevilla en 1572 y llegó a su sede el 28 de junio de 1573, tomando posesión de su cargo obispal del virreinato. Pronto
entró en conflicto con el cabildo de Cuzco, debido a las reclamaciones sobre la
parte que le correspondía en la percepción de los diezmos. Además, se opuso a
la fundación de la diócesis de Arequipa, que debía desprenderse de la del Cuzco
en atención a lo solicitado por su antecesor en la sede, fray Juan Solano.
Encargó
al sacerdote Cristóbal de Molina el Cuzqueño que escribiese una Relación de fábulas y ritos de los incas,
el único de sus escritos que se conserva, en la Biblioteca Nacional de España.
Antes de ella, había escrito una Historia
de los incas, también por encargo del obispo, la que actualmente está
perdida. Lartaun estaba interesado en conocer la historia de los incas y
requería informarse del estado de la evangelización. Lo más probable es que
quisiera conocer las costumbres religiosas incas con el fin de realizar una
labor de evangelización más efectiva, pues el movimiento idolátrico Taqui Onqoy
había demostrado que la colonización no había conseguido los resultados
esperados.
Durante el III Concilio de Lima de 1582, convocado por el arzobispo Toribio de Mogrovejo, tuvo que defenderse de sus numerosos adversarios: corregidores, vecinos y compañeros eclesiásticos. Presentaron en la asamblea un memorial de veintitrés capítulos de queja, reclamando exigencias del sobre rentas y pensiones. Se formaron dos bandos episcopales, mientras que el arzobispo Mogrovejo intentaba mediar entre ambos. Lartaun negó la autoridad del prelado de Lima, según la cual "la presidencia del concilio le ejercía el Espíritu Santo".
Resultó finalmente un concilio fructífero ya que los teólogos y lingüistas redactaron con esmero los textos de los catecismos en tres lenguas (español, quechua y aimara) así
como los valiosos complementos pastorales. Se aprobaron hasta veinticinco
decretos, con lo cual el 13 de octubre de 1583 concluyó el Concilio.
Murió al año siguiente en Lima y sepultado en el convento grande de San
Agustín de Lima.
ENCOMIENDA VIRREINAL DE PERÚ |
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