Durante
la Edad Moderna, se forjó la leyenda del dragón de
Arrasate. El cronista Esteban de Garibay dejó escrita esta tradición oral en su Compendio historial que describía la historia de la provincia de Guipúzcoa.
Por las estribaciones del monte Muru y la colina de Mandoin, bajaba una vez al año hasta el pueblo de Arrasate un enorme dragón llamado Herensuge. Era tan grande que con su cola dejó una huella que fue el camino que iba del mismo crucero de Arrasate a Olandiano.
El
dragón tenía tan atemorizadas a las gentes, que llegaron a pagarle un tributo
sangriento, también anual, para evitar sus depredaciones. Todos los años en la
cuesta de Inchaurrondo, le presentaban por tributo una doncella soltera de la villa, que el
monstruo se comía viva. Pero hartos ya los hombres de Arrasate y algo más
despiertos de inteligencia con el tiempo, idearon un sustituto de doncella de
carne y hueso por otra de cera. El monstruo no se dio cuenta del engaño y en el
momento en que tenía las fauces obstruidas por la cera pegajosa, se presentaron
bastantes ferrones arrastrando un larga y gruesa barra de hierro, al rojo vivo,
se la metieron en la boca y le deshicieron las entrañas; así es como surgió el
nombre del pueblo.
Otra versión, la de Toti Martínez de Lezea, en sus Leyendas de Euskal Herria, explica que la mala suerte fue a recaer en la novia de un joven herrero. Este, en un acto de valor, fabricó en su herrería una lanza de hierro larga y afilada, y a acudió al monte para proteger a su novia y enfrentarse al dragón. Tras esquivar el fuego que el dragón expulsaba por su boca en el enfrentamiento, clavó la lanza en la garganta de la bestia dándole muerte.
ESCULTURA DEL DRAGÓN DE ARRASATE |
Otra versión, la de Toti Martínez de Lezea, en sus Leyendas de Euskal Herria, explica que la mala suerte fue a recaer en la novia de un joven herrero. Este, en un acto de valor, fabricó en su herrería una lanza de hierro larga y afilada, y a acudió al monte para proteger a su novia y enfrentarse al dragón. Tras esquivar el fuego que el dragón expulsaba por su boca en el enfrentamiento, clavó la lanza en la garganta de la bestia dándole muerte.
Esta
leyenda tiene alguna semejanza con otros cuentos populares como la de Andrómeda
y Perseo y también con la de San Jorge, tan popular en la Edad Media. Pero la
de Mondragón es la leyenda con variante curiosa, significativa, en la que el
héroe es el pueblo en sí, y más concretamente, un sector productivo: el de los
ferrones dedicados al hierro.
El
blasón municipal encierra un dragón bajo un castillo con dos árboles verdes a
los lados y sobre unas ondas, a lo que, según Garibay, añade una cadena. El
castillo alude al que allí había, donde está hoy Santa Bárbara, y los dos
árboles parecen que aluden a ambas entradas de la villa, viniendo de Arechavaleta
y de Aramayona.
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