Como bien dijo Bernardino de Estella, la pérdida de la identidad y cualidad foral vasca se inició en 1789 sobre Francia y en 1839 sobre España. Incluso los primeros Borbones respetaron la identidad foral vasca, dado que el Señorío de Vizcaya y resto de provincias apoyaron a Felipe V en la Guerra de Sucesión. El Jacobinismo liberal francés fue el primero en arrasar toda idea diferencial vasca, como la bretona.
La invasión napoleónica fue otro ejemplo de lucha en común. Las Juntas Generales vascas aprobaron la guerra contra los franceses, cuando el gobierno de España no existía y tenían libertad de haber hecho otra cosa. Como en Cataluña, los vascos lucharon contra el invasor sin aceptar las posibilidades separatistas que les ofrecía. No fue solo un tema religioso, pues aunque el invasor era en parte antirreligioso, esta conducta fue más respuesta a la lucha de los sacerdotes españoles contra los franceses que a la política de Napoleón, que en aquellos años ya había pactado con el papado la paz y una alianza, entre ellas su coronación como emperador.
Pero acabada la invasión francesa se produjo la llegada de la Democracia jacobina a España, y la destrucción de las identidades. Las Cortes de las Córtes de Cádiz de 1812, democráticas y liberales, fueron las primeras en que España eliminaron los Fueros vascos y navarros, y convertían a estos territorios en provincias, siguiendo el ejemplo jacobino francés típico de aquellas Cortes masónicas.
Los liberales vascos quemaron en San Sebastián públicamente los Fueros, no lo hicieron los reyes de España, sino vascos masones y liberales. Es curioso, Francisco Espoz y Mina, uno de los guerrilleros navarros típicos que luchó heroicamente contra los franceses, primero hizo fusilar un ejemplar de esa Constitución, pero luego se pasó al bando liberal, ingresó en la masonería y lucho contra los carlistas.
ESCUDOS HISTÓRICOS DE VIZCAYA Y GUIPÚZCOA |
Pero fue bien entrado el siglo XIX cuando gran parte de los vascos y navarros tomaron profundo odio al Liberalismo masón y democrático. Por ello, a la muerte de Fernando VII, tomaron partido del absolutista carlista frente al liberal isabelino. Las dos Guerras Carlistas son ejemplos de lucha por mantener el tradicional régimen absolutista y foral, pero dentro de un contexto español que jamás perdió el Carlismo vasco ni el catalán. "Religión, Rey y Fueros" eral su principal lema, siendo el rey de España, y no de Euskal Herria.
En la primera de estas guerra civiles, la boina roja vasca, txapel gorri, se extendió como un símbolo entre los carlistas, defensores del Tradicionalismo. El Pacto de Vergara, abrazo de Vergara entre los generales rivales, el isabelino Espartero y el carlista Maroto, hizo acabar esta contienda. Aun así, Isabel II tuvo que restituir los Fueros sin perjuicio de la unidad constitucional, es decir, sin contenido alguno real, como los había tenido hasta entonces.
La respuesta inicial de gran parte de los vascos y navarros ante la idea del centralismo uniformador y la filosofía jacobina liberal y masónica, su igualitarismo forzado, fue el Fuerismo. No todos fueron foralistas carlistas, en las ciudades el fenómeno de la industrialización, los ideales liberales, democráticos e ilustrados fueron defendidos por una burguesía naciente.
Los fueristas trataban de hacer comprender a un gobierno de masones que la política represiva centralista solo llevaría al desastre. De igual manera que los catalanistas federalistas, no odiaban a España ni pedían separatismo alguno hasta casi en año 1900.
MONUMENTO A LOS FUEROS DE NAVARRA |
En 1834, se produjo la escisión de los liberales, que dio origen a los progresistas y los moderados. Estos últimos mantendrían su liderazgo con Isabel II y mantuvieron posturas intermedias y moderadas entre los postulados extremistas de los liberales progresistas y los contrarrevolucionarios carlistas.
Para Jon Juaristi, el Liberalismo moderado estaba representado en Vascongadas y Navarra a través de los fueristas. Mientras que García-Gallego y Miranda Rubio defienden que la Ley Paccionada de 1841, es decir, la ley que adecua la ley foral navarra y vascongada a la unión constitucional, no solo fue construcción de los fueristas o liberales moderados, sino que fue impulsada principalmente por los progresistas, su sector más radical. En consecuencia existió una defensa de los fueros navarros y vascongados por parte de los liberales.
Pero, los liberales moderados, así como los carlistas, promovían la plena reintegración (que no adecuación) de los fueros que habían estado vigentes hasta 1841, incluso el general Leopoldo O'Donell hizo bandera de ellos en el alzamiento que protagonizó ese año. No obstante, la complejidad de la historia política llevó a que, en ocasiones, los progresistas navarros asumiesen posiciones parecidas a la de los liberales moderados. Y en sentido contrario, cuando los moderados tuvieron en sus manos el poder, teniendo que asumir responsabilidades de gobierno, abandonaron su discurso de reintegración plena y llegaron a claudicar en favor de los acuerdos de la Ley Paccionada de 1841.
En la Restauración de 1874, se produjo otra escisión de los liberales, en este caso los liberales moderados se dividieron en transigentes e intransigentes, por diferencias frente a la ley modificadora de los fueron de 1876. Los transigentes aceptaban el nuevo modelo, aunque luchaban por algunas condiciones fiscales, mientas que los intransigentes condenaban la abolición foral y luchaban contra esa Revolución liberal.
En 1876, el Movimiento fuerista eclosionó como el conjunto de iniciativas políticas y culturales impulsadas por los liberales moderados intransigentes vascos y navarros. Estaban englobados en dos sociedades: la Asociación Euskara de Pamplona, llamados euskaros; y la Sociedad Euskalerria de Vizcaya, formada por euskelerríacos. Centraron su actividad en la promoción cultural y propagandística de la denominada "cuestión vasca".
Destacaron por su carácter romántico, por la exaltación del ruralismo, por destacar el componente vasco como signo de identidad común a las "cuatro provincias hermanas", y por superar la diferencias entre progresistas y carlistas. En la concepción fuerista, el medio rural era la máxima expresión de las virtudes de un pueblo, en contraposición a la pérdida de estereotipos en las nacientes ciudades industrializadas.
Los principales estereotipos del Romanticismo fueron:
1. la supresión de leyes (fueros), que parecían venir desde el fondo de la historia
2. el retroceso de una lengua milenaria envuelta por el misterio y la leyenda sobre su origen
3. una geografía montañosa "enrizada de rocas y precipicios y velada por nieblas" y una costa "azotada por olas"
4. la ruralización en decadencia frente a la industrialización y crecimiento demográfico de las ciudades
SOLDADOS Y BANDERAS CARLISTAS |
El Carlismo era un resumen de todos los tópicos de la literatura romántica, que tanto influenció al Fuerismo. Su aspiración era la vuelta de Antiguo Régimen absolutista, fruto los valores y tradiciones tópicos y típicos de España, y que contemplaba la restauración de todos los fueros tradicionales frente a la armonía constitucionalista. De esta idea general a toda España, se particularizó el Fuerismo hacia el mantenimiento de los valores tradicionales de la sociedad vasca.
En la concepción fuerista, el medio rural representaba la máxima expresión de las virtudes de un pueblo o etnia. En contraposición, el Liberalismo y la abolición foral representaban el peligro de la naciente industrialización, pues la emigración del campo a la ciudad estaba atrayendo pobreza, vicios e irreligiosidad, en definitiva, la pérdida de los valores tradicionales vascos.
En 1877, se reunían Juan de Iturralde, Arturo Campión, Esteban Obanos, Nicasio Landa, Aniceto Lagarde, Florencio de Ansoleaga, Antero de Irazoqui, Fermín Iñarra, Salvador Echaide, Estanislao Aranzadi y Hermilio de Olóriz con la finalidad de establecer una sociedad para fomentar el Fuerismo.
Y en 1878, Juan de Iturralde y Arturo Campión fundaban la Asociación Euskara de Navarra con el objeto de conservar y propagar la lengua, literatura, legislación e historia vascas y navarra. Esta sociedad fue la materialización del Movimiento fuerista en Navarra. Iturralde era nombrado secretario, presidente de la sección de Etnografía, Historia, Arte y Legislación, y director de la Revista Euskara. Más tarde entraría a formar parte posiblemente su literato más influyente, Francisco Navarro Villoslada.
Entre los literatos de esta escuela se repiten machaconamente los tópicos raciales, cristianos e identitarios, mitos y leyendas fueristas tan característicos de su movimiento romántico. Sin embargo, en ningún caso hablan de ruptura con España.
Años más tarde, entre 1893 y 1899, el ministro de Hacienda, Gamazo, intentó imponer uniformidad fiscal en toda España, eliminando la foralidad peculiar de Navarra. Esto hizo surgir un Foralismo navarro encabezado por Hermilio de Olóriz y Gregorio de Iribar y Sanchez.
En 1910, próxima la celebración del aniversario de la batalla de las Navas de Tolosa, Campión, Altadill y Oloriz, diseñaron el escudo y la actual bandera de Navarra, que ese mismo año aprobó la Diputación.
El Congreso de Oñate de 1918 fue un evento de gran relevancia promovido por las instituciones públicas, y que contó con la participación tanto de obispos de las diócesis de Vitoria, Pamplona y Bayona, como del rey Alfonso XIII.
El congreso acordó la creación de una universidad vasca para institucionalizar académicamente la actividad cultural y científica vasca y la fundación de la institución académica permanente de la Sociedad de Estudios Vascos que contaba con un sólido fundamento socio-político. Alfonso XIII fue nombrado presidente de honor de esta sociedad; Arturo Campión, presidente honorario; Julián Elorza, presidente efectivo; y Ángel Apraiz, profesor de la Universidad de Salamanca, secretario general.
EL INTELECTUAL Y EL CURA, POR AURELIO ARTETA |
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