PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

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ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

02/10/2017

Combate de Cabañas por Carlos de Ibarra en 1638


En 1638, durante el transcurso de la Guerra de los Treinta años, una gran flota holandesa se presentó en aguas del mar Caribe con la intención de capturar los galeones de la Carrera de Indias cargados de metales preciosos y productos americanos con destino a la península.

Aquel año, la Flota de Tierra Firme que partía desde Cartagena de Indias estaba dirigida por Carlos de Ibarra, un experimentado marino de Eibar que dirigía armadas españolas desde 1616. Era un aventajado subordinado de Fadrique de Toledo que atesoraba en su haber varios éxitos navales, su logro más reciente fue conquistar y limpiar el nido de piratas que era la isla Tortuga en el mar Caribe. Su segundo o almirante era Pedro de Ursua

COMBATE ENTRE GALEONES ESPAÑOLES Y HOLANDESES

Entre el 30 de agosto y el 3 de septiembre de 1638, tuvo lugar el combate de Cabañas en aguas caribeñas de una zona conocida como Pan de Cabañas (cerca de La Habana) entre la flota naval y mercante de Carlos de Ibarra y una armada holandesa al mando de Cornelis Joll "Patapalo". Se trataba de una flota de 17 buques cosarios proveniente de los Países Bajos con la intención de capturar el valioso contenido de los transportes españoles. Habían zarpado desde sus bases en la costa brasileña, recién conquistadas, con bastión principal en la estación naval de Pernambuco.

La flota de Carlos de Ibarra estaba compuesta por un siete galeones de combate (algo escasos de gente y de armamento) y un patache, a los que se añadieron la almiranta de Honduras, la urca mercante La Portuguesa y tres fragatas mercantes. Fue sorprendida por una escuadra que la doblaba en número de navíos de guerra, pero lejos de pensar en claudicar, Ibarra ordenó preparase ante un eminente ataque: ordenó levantar protecciones con cables gruesos en las bandas, preparar curas para atender a los heridos, tener lista la pólvora en cartuchos y disponer de cubos de agua por doquier, pero tales precauciones se tomaron contra una fuerza enemiga estimada, todo lo más, en nueve buques. Dada la importancia de mantener a salvo la carga, ordenó a sus buques de guerra que protegieran a los débiles mercantes formando una línea frente a ellos.

La capitana holandesa de 54 pieza de artillería se lanzó junto con otras tres más contra la capitana de Ibarra para intentar el abordaje. Este, siguiendo la mejor y tradicional táctica española, esperó retener el fuego hasta estar pegada a la capitana holandesa, para sorpresa enemiga, lanzar una andanada de artillería reforzada por el fuego de mosquetes y arcabuces. 

Cuando la nave holandesa de Joll chocaba con la de Ibarra, el almirante español gritó abrir fuego. La intensa lluvia de bolas metálicas de los cañones y otros tantos arcabuces disparados en varias descargas sobre los sorprendidos atacantes barrió las cubiertas. Resultó tan letal la embestida española, que decidieron separarse para tratar de batir a los españoles a distancia.

En la refriega Ibarra sufrió heridas en cara, brazo y piernas, y su buque fue acribillado también, donde se encontraban otros 25 muertos y el doble de heridos. La nave almiranta de Pedro Ursúa se enfrentó a su homólogo holandés, sufriendo varios muertos. Con menos intensidad también lucharon entre sí el resto de los buques de ambas escuadras. Tras seis horas de duro cañoneo entre ambas armadas, los holandeses se retiraron, pues sus buques habían sufrido graves daños y sus tripulaciones habían sido diezmadas.

COMBATE DE CABAÑAS

El 3 de septiembre, los holandeses volvían a la carga, en esta ocasión con solo 13 buques de los 17 iniciales contra los 8 galeones españoles, una urca y un patache, limitándose al cañoneo a media distancia. Sabedor de que esta estrategia le permitía aprovechar su ingente número de piezas de artillería y la mayor preparación de sus hombres, el almirante Joll se dedicó durante horas a disparar cañonazos sobre sus enemigos y, especialmente, sobre el bajel de Ibarra.

Pero en esta ocasión, la vanguardia de la defensa española estuvo liderado por el galeón Carmen de Sancho Urdanivia, que fue separado de la formación principal por el viento y cañoneado por varios enemigos.

Con todo, y tras un intenso combate los holandeses se dieron por vencidos y abandonaron definitivamente la contienda. Los españoles lamentaron otros 54 muertos y unos 200 heridos, la mayoría pertenecientes al buque de Urdanivia. Mayores aún fueron las pérdidas holandesas, entre los que se encontraban el vicealmirante Abraham Rosendal, el contralmirante Jan Mast, o el comandante Jan Verdist, aparte de otros jefes y comandantes.

CUBIERTA DEL GALEÓN CARMEN DE SANCHO DE URDANIVIA

Eran considerables las pérdidas y daños sufridos en los buques españoles. Además, el día 5, se sumaron a la flota holandesa nuevos refuerzo, hasta llegar a 24 naves. Finalmente, la flota que dirigía Carlos de Ibarra decidió marchar rumbo a Veracruz y salvar los convoyes mercantes.

Aún en retirada, la flota holandesa siendo superior perdió la ambición de un tercer ataque, ante ante lo cual Ibarra desafió al enemigo, deteniendo su escuadra para esperarles y hasta iluminando su barco de noche para indicar su posición. A los holandeses no se les volvió a ver más, su derrota ante un enemigo tan numéricamente inferior sembró la consternación.

Para Ibarra, resistir fue vencer y, finalmente, la flota española pudo llegar a Veracruz (México) el 22 de septiembre. En julio de 1639, esta flota llegaba a Cádiz, su destino final, cargado con las mercancías acumuladas durante años.

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