A lo largo de su carrera el teniente general de la Armada española Blas de Lezo demostró siempre una gran disponibilidad para ejercer las tareas encomendadas y un entusiasmo por su profesión que le valieron para obtener un destino muy codiciado, como era el mando de la Escuadra de Cartagena de Indias, y asumir la defensa de aquellas costas. Su prudencia y experiencia le llevaron a revisar y mejorar las defensas de la ciudad desde su llegada, en marzo de 1737. El 18 de marzo de 1740 escribió al rey de España para informarle de las necesidades y problemas que tenía la ciudad:
"Si vuestra Majestad no se digna a dar prontas providencias para el reparo y seguridad de estos dominios… sucederá a esta ciudad lo mismo que se ha experimentado en Portobello… sin que con los navíos que tengo me halle en estado de llamar ni divertir a los enemigos ni impedir sus operaciones."
Una
de sus cualidades era hacer partícipes a los demás de sus ideales y creencias.
Así, cuando partió de Cádiz en la última flota hacia Tierra Firme el 3 de
febrero de 1737, junto a Pedro Fidalgo, gobernador y capitán general de la
plaza y provincia de Cartagena de Indias, también iban embarcados
aproximadamente 170 polizones de los 63 se incorporaron al Batallón Fijo. Blas
de Lezo les inculcó el orgullo de pertenecer a un conjunto de hombres valientes
que defendían el honor de un país. Su talento para distribuir las tareas según
las capacidades y su acierto en delegar cometidos lograron que estos hombres
orgullosos de su nueva condición militar se entregaran plenamente a la defensa
de la plaza que les había dado una nueva vida.
Hombre
de gran iniciativa, Blas de Lezo fundó a su llegada a Cartagena de Indias junto
a Pedro Fidalgo la Compañía de Armadores de la ciudad para combatir el comercio
clandestino extranjero que se estaba efectuando en las costas. Defendiendo como
siempre los intereses de España, estableció como condición en el decreto que
aprobaba el Reglamento que los oficiales que practicaran el corso debían de
cumplir la condición "de ser vasallos de Su Majestad". Esta fidelidad al rey
guió siempre su comportamiento como hombres de armas.
Pero
sin duda, donde afloraron los rasgos más concluyentes de la personalidad de
Blas de Lezo fue cuando se vio involucrado en situaciones extremas; sin duda la
más intensa fue la que vivió en la defensa de Cartagena de Indias. España
realizó esta defensa contra "la escuadra mas numerosa y fuerte que vieron jamás
aquellos mares, una maravillosa selba flotante de buques, arboles, entenas y
jarcias… que amenazaba con terror y espanto".
Fue
un excelente líder, ejemplo y motivación para los oficiales y la tropa de
marina, les animaba a resistir y les arengaba para conseguir la victoria.
Prueba de ellos fue su discurso enérgico y sentido que hizo a las tripulaciones
de los navíos Dragón y Conquistador cuando se enteró de que
pretendían abandonar sus barcos en cuanto avistaron a la Armada inglesa
entrando en la bahía interior.
"Llamé toda la gente arriba a quienes hice mi oración y oida por ello respondieron unánimes y conformes,… y que estaban prontos á cumplir con su obligación."
Hombre
valiente, nunca se acobardó y estuvo dispuesto al combate con sus barcos, por
lo que le pareció inconcebible la resolución del virrey de hundir los navíos
Dragón y Conquistador. Pensó que se trataba de un error no ofrecer resistencia
al acceso del enemigo a la bahía interior de Cartagena de Indias y prescindir
de unos navíos que podían tener utilidad más adelante. Y así lo anotó en su
diario:
"Don Sebastián de Eslava ha conseguido la ruina de estos navíos tirando a la Marina, de que se ha declarado enemigo capital y de los más opuestos a ella."
Si
bien su actitud ante sus superiores fue siempre de lealtad, cooperación y
compromiso, siempre expuso sus opiniones de manera franca y constructiva:
"… asegurarle que por nuestra parte no habría dificultad y que para esto no tenía el Rey y eramos vasallos, y que si todo sé havia de sacrificar lo haríamos con gusto…"
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