La ciudad de Pamplona fue el centro neurálgico y Corte
Real desde la fundación del reino por Íñigo Arista, continuando con esta saga
de los Íñigo y con los primeros reyes de la dinastía Jimeno. En el siglo X,
Sancho II Garcés donó la custodia de Pamplona al obispo y a los canónigos de la
catedral, hecho que fue ratificado por Sancho Ramírez en 1087. El sometimiento
de la ciudad a la jurisdicción eclesiástica suponía que los reyes no percibían
renta alguna y apenas ejerció como Corte y sede real. Incluso, el Palacio Real
perteneció durante más tiempo a los obispos que a los reyes. En 1319, bajo el
Concordato de París, la Iglesia cedió al rey de Navarra el señorío y las rentas
de Pamplona.
Esta población autóctona y en dominio del obispo fue
llamada Navarrería. Frente a ella, los reyes navarros optaron por organizar sus
propios núcleos de población. En 1129, Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y
Pamplona, concedió el Fuero de Jaca al Burgo de San Cernin. Este era un
barrio formado por extranjeros francos, burgueses y comerciantes ya
establecidos desde 1090, en el que estaba prohibido el asentamiento de navarros.
Otro asentamiento fue el Burgo de San Nicolás, que era
más heterogénea. También existieron barrios más efímeros como La Pobla Nova del
Mercat, el Burgo de San Miguel y la Judería. Por tanto, no hubo una Pamplona,
sino tres, cada una con una población diferenciada en lengua y origen,
desiguales privilegios, separadas por murallas y torres, con sus propios
regidores, y con sus propias rivalidades.
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BURGOS MEDIEVALES DE PAMPLONA
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Los primeros enfrentamientos violentos tuvieron lugar en
1213, y el incendio de la iglesia de San Nicolás en 1222. Pero estos enfrentamientos se transformaron la conocida
como Guerra de la Navarrería, o Guerra de los Burgos de Pamplona, en 1276.
Los burgos de San Cernin y San Nicolás arrasaron por
completo la Navarrería, por tanto, fue una reyerta de los francos y burgueses
privilegiados contra los autóctonos. Además, el obispado pretendía extender su
dominio a toda la ciudad, frente a la soberanía del rey en los burgos. Todo comenzó
cuando en 1274, el barrio de la Navarrería consiguió que el rey Enrique I les permitiera la construcción de murallas y torres defensivas a
cambio de 30.000 sanchetes, que eran unas monedas navarras de plata.
Pero tuvo un trasfondo más a nivel de reino que de
ciudad. Aquel año de 1274, fallecía Enrique I, y en la sucesión al trono del
Reino de Navarra tomaron parte tres potencias vecinas: Francia, Aragón y
Castilla. Por derecho de sucesión, Juana sería la legítima heredera
al trono por ser hija de Enrique de Champaña y de Blanca de Artois. Pero tenía
dos años de edad, por lo que reinaría bajo la tutela de su madre. Juana pasaría
el resto de su vida en Francia, no regresando a Navarra desde que Blanca se la
llevó a sus señoríos de aquel reino. Desde allí, luchó para que su hija
obtuviera el título real navarro.
Ya que el Reino de Navarra dejaría de estar vinculado el
entorno español para pasar a la órbita de influencia francesa, Aragón y
Castilla trataron de hacerse con el trono.
En el Reino de Castilla, Alfonso X el Sabio también
presentó la candidatura de su primogénito, el infante Fernando. Tenía los
apoyos del obispado de Pamplona y del rico hombre García de Almoravid. Para
afianzarla, en septiembre de 1274, Alfonso X sitió a Viana sin conseguir su
rendición. Y volvió ha fracasar en otro intento cuando supo la decisión de las
Cortes de Olite.
En el Reino de Aragón, Jaime I el Conquistador presentó
la candidatura al trono para su hijo Pedro, si era esa la voluntad de los
señores del reino. Este ofrecimiento, se consumó tras negociaciones en las
Cortes de Olite, reunidas el 1 de noviembre de 1274, cuya resolución aceptaba a
Pedro de Aragón como rey de Navarra en futuro matrimonio con Juana. Los señores
prestarían juramento a este pretendiente tan pronto como llegase. Navarra
ya tenía el precedente de unión dinástica con Aragón bajo los reinados de
Sancho Ramírez, Pedro I y Alfonso I el Batallador unas décadas atrás.
Blanca consiguió el apoyo del concejo de Estella y del
rico hombre Juan Sánchez de Monteagudo, junto a la influyente judería, a los
que convenció por legitimidad dinástica de Juana, frente al principio electivo de las Cortes de Olite. Aquellos confederados proclamaron de forma unilateral
guardar el castillo de Estella para la princesa en diciembre de 1274. Acto
seguido, nombró a Pedro Sánchez de Monteagudo como regente del reino para
mantener la unidad en defensa de los derechos sucesorios de Juana. La Junta de
los infantes de Obanos se sumó a la lucha.
Fue el inicio de una larga estrategia que estaba tramando
Blanca de Artois en calidad de regente. A inicios de 1275, se trasladó a París,
y allí entregó la regencia de Navarra a su primo Felipe III el Atrevido. Ambos
acordaron el matrimonio con el futuro rey francés Felipe IV el Hermoso.
El rey de Francia exigió a los ricos hombres y caballeros
navarros cuáles eran las condiciones que debería asumir un gobernador nombrado
por él. La respuesta, fechada el 8 de julio de 1275, fue el respeto a los
fueros del reino y a los privilegios de los ricos hombres, infanzones y buenas
villas y encomiendas.
Sin embargo, el reino estaba dividido: el gobernador
Sánchez de Monteagudo tenía preferencia por el aragonés Pedro; otros ricos
hombres, como García de Almoravid, se inclinaban por la candidatura castellana
de Fernando. Ante este bloqueo, el rey francés reaccionó nombrado nuevo
gobernador a Eustaquio de Beaumarchais, quien juró los fueros del Reino en
Pamplona y exigió juramentos a los ricos hombres y buenas villas. Este
gobernador ganó el apoyo de los infanzones y la enemistad de los ricos
hombres, que le acusaron de establecer contrafueros.
La tensión reactivó los enfrentamientos violentos de
los barrios de Pamplona debido también a la construcción de murallas y torres
defensivas en la Navarrería, en desacuerdo con San Cernin y San Nicolás. La Navarrería recibió el apoyo de los ricos hombres así como del obispo y el cabildo
catedralicio. Se estaba fortificando y construyendo máquinas de guerra, encargando su defensa a García de Almoravid.
El conflicto primero fue interno entre los burgos, con escaramuzas, algún enfrentamiento directo y constantes lanzamientos de flechas y piedras desde las torres y murallas que causaron cuantiosos muertos y destrozos. El gobernador Beaumarchis se
refugió en los burgos de francos y pidió refuerzos al rey de Francia. El obispo Armingot acudió a Castilla para requerir el apoyo armado del Alfonso X. Además, el exgobernador Sánchez de
Monteagudo fue asesinado por un complot encabezado por su enemigo García de
Almoravid.
Y este enfrentamiento político-social de una ciudad se convirtió en una guerra militar entre reinos y entre estamentos navarros.
En septiembre de 1276, el ya proclamado rey regente Felipe el
Atrevido envió un poderoso ejército que cruzó los Pirineos, sometió a toda
Pamplona, saqueó y destruyó del barrio de la Navarrería y ejecutó penas de
muerte a muchos resistentes. Los caballeros que la defendía huyeron de noche cuando ya se vieron vencidos. Las tropas castellanas habían llegado algo tarde, se encontraban en el monte El Perdón, a pocos kilómetros al sur de la ciudad. Todo estaba perdido para ellos cuando vieron las columnas de humo.
Así lo relató el cronista y poeta Guillermo Anelier:
"Allí verías abrir y destrozar féretros, y derramar cerebros y despedazar cabezas, y maltratar a damas y doncellas, y robar la corona al santo crucifijo y coger las lámparas de plata, y robar las reliquias, los cálices, las cruces y los altares... Y veríais a la Navarrería tan abatida que en un mes no podríais estar bajo techo, al contrario podríais hacer hierba o sembrar trigo."
La catedral sufrió una amplia
destrucción y hasta el sarcófago de Enrique I fue profanado. El obispado sólo
pudo pactar con el gobernador francés mediante la cesión de control temporal de
la mitad de Pamplona. Además, los rebeldes debían indemnizar los destrozos
causados a los barrios de San Cernin y San Nicolás. Años después, el papa de
Roma sancionó los castigos impuestos a la sede episcopal pamplonesa.
La Navarrería no fue reconstruida hasta cinco décadas después, en 1324, bajo el reinado de Carlos III el Noble. Un año antes, dictó el Privilegio de la Unión, que unificaba la ciudad, levantó el Ayuntamiento en terreno de extra-barrios y dotó con las mismas leyes a los tres burgos.
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PLANO DE LOS BURGOS DE PAMPLONA
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