PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

27/10/2015

Vascos en la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias del siglo XVII


A principios del siglo XVII, la Casa de Contratación de Indias continuó con el sistema de flotas y galeones que se había instaurado desde el siglo anterior para regular, promover y proteger el comercio peninsular con las provincias de América. Desde Sevilla, organizó formalmente una escuadra que tenía la función de escoltar a los navíos mercantes conocida como la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias. Estaba integrada por ocho galeones y dos o tres pataches dotados de artillería pesada con tripulaciones específicas de 1.100 marinos y 998 soldados. Las embarcaciones de la armada que resguardaban a las Flotas del Virreinato de la Nueva España eran solamente, la capitana, la almiranta y dos pataches.

Las flotas del siglo XVII transportaron por término medio entre diez y doce millones de pesos. El peso era una moneda de plata procedente de México y Perú, muy valorada en el comercio internacional por tener mayor aleación de metal que los peninsulares. Al sur, la ruta del Perú por el estrecho de Magallanes era difícil y quedó pronto descartada por las enormes dificultades que los vientos y corrientes imponían a la navegación marítima.

La Carrera de Indias se convirtió en una empresa más de todo aquel entramado económico del Imperio español que formaban la producción minera, la construcción naviera, la industria armamentística, el comercio y el transporte mercantil de las Carreras de Indias y de Flandes. En este último sistema mercante, los vascos actuaban como testaferros del comercio oficial con las potencias europeas. En cada uno de estos sectores económicos la presencia vasca fue notable y creciente durante los reinados de la Monarquía austracista.

COMBATE NAVAL DE LA ARMADA DE LA GUARDA DE LA CARRERA DE INDIAS

La preferencia vasco-cántabra de la Corona en detrimento de los intereses criollo-andaluces, así como la mentalidad emprendedora de los vascos, fue generando una situación de tensión con el resto de participantes nacionales. Los generales, almirantes y capitanes de los galeones de la Carrera de Indias eran, además de militares, comerciantes, testaferros y mercaderes.

Para los Oquendo, Ibarra, Larraspuru, Echazarreta, Echeverri, etc., la Carrera de Indias no solo significaba un fiel servicio a su rey, sino también un negocio y una manera de enriquecimiento personal. El contrabando de metales precioso propició el enjuiciamiento y condena de algunos mandos vascongados, como también sucedía a otros marinos del resto de España.

Un ejemplo de empresa privada de la Carrera de Indias podía estar constituido por asentistas y constructores navales que aportaba barcos y comandantes pilotos que dirigían los mismos. Fue el caso de la asociación formada en 1662 por los asentistas Jacinto Antonio de Echeverri y Miguel de Aristiguieta, dueños de las naos El Buen Jesús y San Ignacio, y el general Juan de Echeverri, hermano del primero, quien haría el viaje en conserva de los Galeones. Los beneficios se repartían a partes iguales, que a veces se obtenían del comercio ilegal.

En 1643, el Consejo de Indias reconoció que:
"El crédito de Sancho de Urdanibia, Juan de Irárraga y de Juan de Echeverri es grande. Entre los tres trajeron todas las confianzas de los vizcaínos de Sevilla y Cádiz."

El comandante de la Carrera de Indias también podía asumir funciones de financiero, concediendo crédito a la Casa de Contratación para la organización de una flota de galeones. Ejemplo de esto fue el general Miguel de Echazarreta cuando, en 1630, financió con 22.000 ducados los pertrechos y provisiones que necesitaba la flota que debía zarpar ese año.

Otra de la características destacables del marino vasco fue su tradición y experiencia en la construcción naval, capaz de fabricar su propia armada y ponerla a disposición de la administración del Imperio en aquellos territorios donde se necesitase a cambio de obtener títulos y privilegios. Este fue el caso de Juan Pérez de Portu, nacido en Hernani, que fue almirante de las Flotas de Indias desde 1603 a 1615 en varias ocasiones. En 1616, consiguió el permiso real para la construcción de cuatro naves guardacostas en La Habana, pero murió siendo general en Manfredonia (Sicilia), en 1618.

A pesar del interés particular de los comandantes de la Carrera de Indias, también existía una gran consideración en servir a su rey y la nación española. Su riqueza y grandeza era la misma que la de la Corona. Un ejemplo de este interés común en desarrollar toda esta empresa comercial y militar quedó patente en una carta que en 1673 el comandante José de Veitia y Linaje, autor del Norte de la Contratación de las Indias Occidentales, envió a Jacinto Antonio de Echeverri. En ella pedía la transmisión de sus profundos conocimientos en el campo de la tecnología naval y de la navegación trasatlántica que había acumulado durante generaciones, en los astilleros y en la mar. Así pues Veitia pedía en sus misiva que:
"lo primero es que v.m. se recobre en su salud y cierto que teniéndola le debemos suplicar sus servidores que no defraude a la nación española de la gloria que le podrá resultar de ver reducida a ciencia inteligible preceptos ciertos y con demostraciones matemáticas la arquitectura naval y creo firmemente, sin pasión, que ninguno en toda España puede igualar a v.m. en esto."

La mayoría de estos altos mandos de las Armadas y Flotas de Indias enriquecidos terminaron mezclándose con la nobleza y alta burguesía del resto del país, especialmente la andaluza, asumiendo también su escala de valores. Existía la clara idea de salir de los cerrados círculos familiares y entrar en lo más granado del resto de España.

Juan de Echeverri, el que fue general de Galeones, escribía desde Cádiz a su madre:
"Nosotros tenemos corta parentela por haber sido mi padre y abuelos solos, y más vale que sea así que no muchos y pobres, sobre esto la memoria de mi padre es de criado del rey, mi hermana también casó en casa honrada y aunque no dejó hijos, basta el haberse casado para la suposición del lustre. Hoy, con lo que yo he corrido en puestos y caudal es mucho mayor la obligación de acomodarse Mariana y si fuese con persona que suponga menos que Juan de Beresiartua no tendría.v.m. ni yo disculpa. Así su comodidad, no tanto hemos menester en la sobra de hacienda como en el lustre de la persona y casa. Cuando una familia se singulariza en una república, es muy ordinario, y casi forzoso, el casarse fuera y tener muy pocos parientes dentro, como sucede en ese lugar a los más honrados, y cuando fuera del lugar se pierden todas las esperanzas, el más decente en él de los que v.m. me nombre es D. J. de B. Porque, aunque tiene menos parientes que los otros, son de más lustre y no dice v.m. si se puso el hábito que le hicieron merced porque si no, sería forzoso que se le pusiese primero…"

Estos eran los deseos de un almirante vascongado de la Monarquía austracista: riqueza, honor y posición social. Pero el ascenso social de un marino o militar afectaba a toda su familia o grupo social. Por ejemplo, el matrimonio de Juan Domingo de Echeverri no solo interesó a sus familiares que vivían en Cádiz o Vascongadas, también afectó a los altos oficiales de la Carrera de Indias de su mismo origen vasco, como por ejemplo a Antonio Isasi Idiáquez y Juan de Irárraga, que tomaron partida en la elección de la novia.

ARMADA DE LA GUARDA DE LA CARRERA DE INDIAS

La identificación de los mandos vascos de la Carrera de Indias con el espíritu y la idea de Monarquía Universal de los Austrias, sobre todo de Felipe IV, era absoluta, mucho más acusada que en los procedentes del resto de España. Puede asegurarse que esa fidelidad y objetivos eran mutuos.

Aunque la mentalidad mercantilista de los vascongados la España del siglo XVII quedase patente con su protagonismo en cada una de las actividades económicas que enlazaban el Imperio americano con la metrópoli, también existía una fidelidad e identificación con el proyecto de dominio mundial. Esta mentalidad quedó de manifiesto en uno de los personajes más extraordinarios de la historia naval española, Tomás de Larraspuru, quien escribía en 1627 a su rey, después de atracar en Sanlúcar, de vuelta con treinta y cinco naves:
"Los tesoros del mundo deseo ver a los pies de Vuestra Majestad para mayor grandeza suya y aumento de la Fe Católica y ser instrumento para muchos efectos del servicio de Vuestra Majestad."

En 1632, el general azcoitiarra Larraspuru, respondía mediante carta al consejero real de la Armada de la Guarda de la Carrera de Indias, Fernando Ruiz de Contreras, que lo requerían para dirigir todas las operaciones:
"Acabo de recibir la carta de v.m. en que me representa la voluntad de su Majestad no se admita la excusa de la falta de salud que di con el ultimo correo y que luego parta al ejercicio de mi cargo. Lo que puedo decir a v.m. es que los achaques se han agravado de modo que me hallo hoy con tercianas dobles y que cuarenta y un días ha que llegué aquí guardo cama y en esta ocasión si con dinero pudiera comprar la salud lo hiciera para obedecer con el amor y veras que debe como lo he hecho por el pasado cuando lo he podido."

A pesar de su deseo de servir en la Armada de su majestad moría en su casa natal de Azcoitia por cuestiones de salud. Larraspuru fue uno de los personajes más extraordinarios de la historia naval española. Estaba especializado en la persecución de bucaneros y corsarios de la ruta de Indias. A su pericia náutica y militar, hay que sumar sus conocimientos en construcción de buques. Fue sin duda uno de los más cualificados arquitectos navales de la Europa del siglo XVII.

Abundan las referencias en las que se refleja que en aquella escala de valores existía algo superior a la riqueza. Cuando en 1645 se le encargó a Pedro de Ursúa y Arizmendi que comandase la Armada de la Guarda interinamente, por ausencia del titular, solicitó que se le expidiese título de capitán general, "para ser mejor obedecido". No aspiraba a aumentos de sueldo ni ninguna otra ventaja económica, por estos motivos sólo el título de capitán general:
"... honrando con él mis canas y la calidad de mi persona, que siendo tan conocida, he llegado a este puesto por treinta años continuos de servicios, ascendiendo por los puestos de la milicia que me han sido decentes."

Otros marinos se ganaron el ascenso luchando heroicamente en los combates. Fue el caso de Juan de Urbina "que llena todo el ánimo más capaz", quien, en 1646, fue recompensado por Felipe IV con el puesto de capitán general de la Armada de Barlovento.

En 1686, el donostiarra Francisco García Galán ofreció a la Corona una escuadra de cuatro fragatas y un barco luengo, tripulados con su gente y comandada por él mismo, para actuar de corsarios en aguas americanas. En semejantes circunstancias a las de Urbina y Ursúa, García Galán reclamaba a cambio los títulos de general, almirante, gobernador y sargento mayor, y su argumento fue el siguiente:
"Ya que vamos a perder las vidas en servicio de Su Majestad, tengamos la honra de esta graduación."

La fidelidad a la Monarquía hispánica se demostró en dos claras figuras de la historia naval española: Carlos de Ibarra y Antonio de Oquendo.

El eibarrésn Carlos de Ibarra atravesó el océano Atlántico siete veces entre 1630 y 1638, tres como almirante y cuatro como general. Reclamó con insistencia a su rey un título nobiliario en compensación a sus logros y los de sus antepasados. El rey Felipe IV le otorgó, en 1632, un título italiano, muy devaluado respecto a los títulos de Castilla, por lo que renunció a él en sentidísima carta al presidente del Consejo de Castilla:
"Vuestra Señoría Ilustrísima me ha hecho merced de decirme como Su Majestad, Dios le guarde, me ha hecho merced de un título en Italia. La que yo tenía suplicada era de un título en Castilla en remuneración de tantos y tan honrados servicios como hicieron mi abuelo y dos hermanos suyos, en tiempos del Señor Emperador y del Señor Rey Don Felipe Segundo y de los muchos que continuaron mi padre y dos hermanos suyos y los de mi hermano y míos y tanta sangre derramada en su servicio y pues no he sido merecedor de esta merced, tampoco lo soy de la que ahora se ha servido Su Majestad hacerme, y así suplico a V.S.I. se sirva de representar a Su Majestad estas razones para que me tenga por excusado de aceptar esta merced."

Finalmente, Carlos de Ibarra quedó satisfecho cuando en 1639 recibió el título de marqués de Caracena y vizconde de Centenera.

ANTONIO DE OQUENDO Y CARLOS DE IBARRA

El donostiarra Antonio de Oquendo fue probablemente el marino español más prestigioso del siglo XVII. Como otros muchos, llegó a figurar como general de la Flota de la Nueva España los años de 1612, 1614 y 1625 y como general de Armada de la Carrera de Indias en 1623 y 1635, incluso al frente de galeones.

Durante el trayecto de la expedición de 1623, perdió dos galeones cargados de plata con el mar en calma, pereciendo en el accidente mucha gente. La causa principal fue la falta de carena. Al regresar a España fue encarcelado y sometido a la pertinente investigación y juicio, cuyo resultado fue favorable y exento de responsabilidad en el desastre.

La propia Junta de Guerra de Indias sometía a la voluntad del rey la posibilidad de no publicar la sentencia, atendiendo a que Oquendo:
"... ha padecido mucho en la persona y en la hacienda y en su reputación y crédito sin culpa ninguna, habiendo cumplido con las obligaciones de su cargo como debía y podía, aunque el viaje y sucesos de él fue de muchos trabajos y daños, como Dios se sirvió de ordenarlo."
El monarca ordenó la publicación de la sentencia, sin embargo, el crédito y la reputación de Oquendo fueron determinantes en su absolución final.

A pesar de la situación complicada que se sufría en la Carrera de Indias, en 1632, el rey confiaba ciegamente en su general Oquendo hasta el punto de que no se le proporcionaron las reglamentarias instrucciones al partir con rumbo al Virreinato de la Nueva España "remitiéndolo a vuestra prudencia, pues como tan experimentado y gran marinero elegireis lo mejor y que más conviniere a mi servicio".

En agosto de 1638, Carlos de Ibarra consiguió defender una flota de unos 4 convoyes mercantes y 10 escoltas, que avistaron una flota holandesa de 17 velas cerca de la Habana sin poder tomarla. Fue el llamado Combate de Cabañas contra la armada de Cornelis Joll "Patapalo", cuya objetivo fue la captura, en aguas del Caribe, de los galeones de la Carrera de Indias destino a la península. Carlos de Ibarra comandaba la nave capitana, mientras que Pedro de Ursúa lo hacía en la almiranta. Los holandeses se retiraron tras seis horas de duro cañoneo, mientras que la flota de Ibarra tuvo que invernar en el Virreinato de Nueva España sin regresar a España por precaución a ser capturada.

El 3 de septiembre, Sancho de Urdanivia consiguió soportar un segundo intento de la flota holandesa, hasta que con la ayuda de Ibarra consiguieron llegar a Veracruz el 22 del mismo mes y salvar los convoyes mercantes. Para Ibarra, resistir fue vencer. En julio de 1639, esta flota llegó a Cádiz cargado con los metales y las mercancías acumuladas durante años.

ARMADA DE LA GUARDA DE LA CARRERA DE INDIAS

Juan de Irárraga comenzó en la Armada del Océano. Acompañó a Fadrique de Toledo por el Canal de la Mancha y por Brasil. Fue capitán de pataches con destino a la isla Margarita. En 1630, sondeó y reconoció el pasaje de Caicos y Mayaguana, en las Bahamas. En 1642, se le nombró almirante de la Flota de Tierra Firme. Al final de su carrera, en 1647, presentaba veintitrés años de servicio.

Antonio de Isasi inició sus servicios en la Carrera de Indias en 1640 combatiendo contra los franceses. Navegó al frente de navíos ligeros haciendo, prácticamente, guerra de corso. Isasi pertenece ya a otra generación de hombres de la Carrera de Indias.

Juan de Isarraga y Antonio de Isasi encabezaron como capitán y almirante la Armada de Tierra Firme de 1646.

Antonio de Uriarte, procedentes de Zumaya, fue capitán del navío mercante Nuestra Señora de la Concepción, de 300 toneladas, con la que formó parte de la flota a cargo del general Juan Pujadas y Gamboa que partió desde Cádiz en 1648, llegó a Veracruz, y regresó en 1649.

El elemento más preciado para que un español del siglo XVII resaltase su honra era, sin lugar a dudas, un hábito de orden militar, preferentemente de la Orden de Santiago. Era distinción, pero también garantía para acceder a la otra vida del mejor modo posible. La honra alcanzaba a la muerte en forma de sudario con el emblema de la orden en su costado. El almirante vasco Andrés de Aristizábal, cuando supo que el galeón, Nuestra Señora de Juncal, capitana de la Flota de Nueva España de 1631, donde navegaba, se estaba hundiendo sin remedio en poco tiempo, pidió su mortaja, su sudario, y con una cruz en la mano comenzó a encomendarse a Dios y con él todos sus soldados, artilleros y marineros.

En 1717, la Casa de Contratación, verdadero órgano de gobierno de las colonias ultramarinas, y el Consulado se trasladaron de Sevilla a Cádiz. Durante todo el siglo XVIII esta última ciudad se convirtió en la base de operaciones mercantiles comercio ultramarino español. Dos fueron las causas de este traslado de sede comercial: por un lado, la pujanza de los comerciantes de la bahía de Cádiz; por el otro, el aumento del calado de los barcos hizo que muchos encallasen en la barra de Sanlúcar.

El sistema de flotas se mantuvo y demostró ser de una enorme eficacia al impedir los ataques de piratas y corsarios. Para las flotas de guerra enemigas siempre fue difícil interceptar los convoyes debido a la información que de sus rutas solían disponer los españoles. Los avisos, pequeños navíos muy veloces, daban cuenta rápidamente de los peligros e informaban a la Corona de la llegada de la Flota. El mayor obstáculo siempre fueron las tormentas y los temibles huracanes.

Sólo en muy contadas ocasiones las flotas no pudieron alcanzar sus puertos de destino. El sistema de convoyes navales se mostró durante más de dos siglos como el medio más eficaz para asegurar el próspero comercio entre España y sus provincias de ultramar de las Indias Occidentales.

Este sistema defensivo de la Carrera de Indias perduró, con diversas modificaciones, hasta 1778, cuando Carlos III lo suprimió y liberalizó el mercado, concediendo licencia a numerosos puertos peninsulares y americanos.

25/10/2015

Santiago de Aristeguieta y Arbelaiz


Capitán de la Real Armada en el siglo XVI

Santiago de Aristeguieta y Arbelaiz marino capitán vasco armada española
SANTIAGO DE ARISTEGUIETA Y ARBELAIZ

Santiago de Aristeguieta y Arbelaiz era natural de Igueldo, San Sebastián, donde nació en 1540. Desde muy joven se dedicó al mar, y a la edad de los catorce años llegó a navegar en una expedición ballenera la Provincia de Terranova. Fueron varios viajes por el Atlántico, hasta que llegó a ser
 capitán de armada, dando siempre buena cuenta de lo que estaba a su cargo.

Tuvo nao propia en compañía de su tío Juan López de Herrezu y de su hermano Juan de Aristeguieta, siendo capitán de la misma.

En 1554, fue capitán bajo el mando de Luis de Carvajal en la nave que trasladó a rey Felipe II al reino de Inglaterra.

En 1568, hizo la jornada a la Florida en compañía de Pero Meléndez.

Sirvió como capitán en la nao Matoliú de la Real Armada a cargo de general Alonso de Bazán, en la escuadra de Fernando Gallitano, en las jornadas de la guarda de estos reinos y de las Indias los años 1591, 1592 y siguientes.

El rey Felipe II le otorgó la merced de uno de los galeones de la Armada con título de capitán de ella y honorario de la mar.

Murió en Lisboa el año 1596, al mando de la nao Sebastián de Gurbide de la Real Armada.

21/10/2015

Torre-palacio de Isásaga en Azkoitia y su linaje de Isásaga


El Palacio de Isásaga se encuentra en el municipio guipuzcoano de Azkoitia, bordeando el río Urola y fuera del casco urbano, en el polígono industrial de Umansoro, en la carretera que va de Azkoitia a Zumárraga.

Fue levantado en el siglo XV, en estilo Cristiano medieval. De planta rectangular y tejado a cuatro aguas, posee un sistema constructivo de mampostería y sillería. Su acceso original se realiza a través de un puente de dos ojos construido en piedra sillar y mampostería. Junto a la puerta de entrada tenía una plaza de armas. La entrada principal conserva un arco apuntado y de medio punto y sus ventanas podemos ver restos de las antiguas torres del medioevo ya que conserva ornamentos góticos del XVI.

torre-palacio Isásaga Azkoitia
POSTERIOR Y LATERAL DE LA TORRE-PALACIO DE ISÁSAGA

El mayorazgo de Isásaga se fundó en 1561, siendo su dueño Antonio de Eguino, que casó con Jordana de Areisti e Isásara, tuvieron dos hijos Antonio y María. Fue contador mayor de cuentas del emperador Carlos V y miembro de su Consejo de Hacienda.

Torre Isásaga Azkoitia
TORRE-PALACIO DE ISÁSAGA

De la casa solar lsásaga de Villafranca de Ordicia descienden varios hijos notables:

Pedro Ochoa de Isásaga fue comendador de Rodas, en 1507. A la muerte de León Pinedo, jurado de la ciudad de Sevilla y gran amigo de Colón, fue nombrado para sustituirle en el cargo de juez oficial, señalándosele 100.000 reales en 1515. Este sujeto debía tener otro deudo que llevase su mismo nombre y apellido, el cual sirvió en la Casa de Contratación, habiendo ido en 1519 a la Española con el importante cargo de investigador de los desfalcos ocurridos en aquella administración.

Ochoa Álvarez de Isásaga, tesorero de la reina Juana y su secretario en 1508. Este mismo año fue enviado por la reina de Portugal al rey, su padre, que estaba en Córdoba.

Juan López de Isásaga y Arrúe fue maestre de campo y caballero de la Orden de Calatrava, en 1617.

Buenaventura de Isásaga y Mujica, de la orden de Calatrava, gobernador de la provincia del Pisco, señor de Sajuela, hacia el año 1707.

Lope de Isásaga, varón de muy relevantes dotes, y que en los primeros años del siglo XVI fue encargado por Fernando el Católico para negociar con los portugueses y resolver las cuestiones que sobre Marruecos existían entre ellos y los castellanos, especialmente en lo que hacía relación a la posesión y dominio de Agadir, más conocido en nuestros días con el nombre de Santa Cruz de Mar Pequeña. No pudo terminar Isásaga la gestión que se le encomendó y pasó de factor a la casa de contratación de Sevilla.

Pleito Juan Isásaga Yurreamendi mayorarazgo Isabel
PLEITO DE JUAN DE ISÁSAGA YURREAMENDI

17/10/2015

Domingo de Idiáquez y Goicoechea


Coronel de Infantería, teniente del castillo de Amberes, gobernador de Dendermonde, superintendente de astilleros de Guipúzcoa y virrey de Navarra, siglos XVI y XVII

Domingo Idiáquez Goicoechea tercios imperio español
DOMINGO DE IDIÁQUEZ Y GOICOECHEA

Domingo de Idiáquez y Goicoechea era natural de Astigarraga, Guipúzcoa, donde nació en 1559. Fue hijo natural de Francisco de Idiáquez, vecino de Azcoitia, y de Catalina de Goicoechea, natural de Astigarraga, villa del valle y alcaldía mayor de Arería.

Comenzó a servir con 15 años de edad en los Reales Tercios españoles , siendo su primer hecho de armas conocido el 6 de febrero de 1580, cuando era alférez de una de las 4 compañías destacadas del Tercio del Estado de Milán que se hallaban en Gibraltar, junto a otras tres del Tercio de Sicilia, para tomar parte en la campaña de anexión de Portugal.

En el verano de 1582 pasó a Flandes como alférez reformado en el tercio de Pedro de Paz, que había estado acuartelado en Sicilia. En octubre de 1583 recibió una compañía en dicho tercio con la que sirvió en el asedio de Dendermonde un año más tarde, en agosto de 1584. Su compañía se quedó de guarnición durante los siguientes tres años a las órdenes de los capitanes Juan del Águila y Juan de Rivas.

A finales de junio de 1587 todo el tercio de Juan del Águila se congregó en Dendermonde para tomar parte en el asedio de Sluis (La Esclusa),  para el que también fue llamada la Compañía de Idiáquez, sustituida en la guarnición por otra del Tercio de Mondragón. El entonces soldado Alonso Vázquez, perteneciente a su mismo tercio, narró diariamente las peripecias de aquel complicado asedio en que las trincheras se inundaban de agua cavando apenas a la altura de las rodillas. Aunque una vez privada la plaza de su comunicación marítima y plantadas las baterías en julio, las dificultades comenzaron a allanarse. Domingo de Idiáquez se erigió en protagonista  al tomar una esclusa entre las dos puertas de la villa que daban al muro batido por la artillería española, donde consiguió fortificarse y rechazar todos los intentos del enemigo para desalojarle el 28 de julio. Una vez reforzado, se tendió un puente entre los diques y pudo apuntarse directamente una pieza contra una de las puertas el 2 de agosto, por lo que la guarnición tuvo que capitular el día 5.


Antes de que finalizara el año, Domingo de Idiáquez y Goicoechea fue nombrado gobernador del castillo de Amberes, que gobernó en numerosas ocasiones dadas las reiteradas ausencias de su superior, Cristóbal de Mondragón, uno de los generales de los Tercios de Flandes.

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DOMINGO DE IDIÁQUEZ Y GOICOECHEA

A finales de mayo de 1593, intentó enviar refuerzos a la plaza de Geertruidenberg, sitiada por las tropas de Mauricio de Nassau, pero no pudo hallar ningún pasadizo. El 25 de junio, la guarnición defensora tuvo que capitular.

El 17 de diciembre del año siguiente, fue nombrado gobernador de Dendermonde, sustituyendo a Miguel de Esquivel, dirigiendo la ciudad y el castillo durante cinco años.

En 1601, fue nombrado superintendente de la fábrica de navíos y arqueamientos de la Provincia de Guipúzcoa y de la conservación de los plantíos de los montes, con un sueldo de 800 reales mensuales, en sustitución del general Urquiola. Este era un cargo desempeñado hasta entonces por marinos. Idiáquez carecía de capacitación técnica, pero en su elección había pesado más la necesidad de privar a las Juntas provinciales de cualquier intervención en la política de talas y plantaciones, que era preciso subordinar a las apremiantes necesidades de la construcción naval.

Desde 1611 hasta 1617, fue capitán general de Melilla. Durante su mandato, recibió a su hijo segundo Martín de Idiáquez, como héroe de Nordlingen, al mando de una compañía de caballos que le confirió su padre.

En el verano de 1617, fue nombrado virrey de Navarra, cargo que conllevaba ser el maestre de campo de Pamplona, y que desempeñó hasta su muerte en Pamplona en abril de 1619.

DOMINGO DE IDIÁQUEZ Y GOICOECHEA

En 1590, había casado con María Camarena y San Juan en Amberes, teniendo cuatro hijos, dos varones y dos hembras. Los varones fueron Alonso de Idiáquez y Camarena, que fue también superintendente de la fábrica de navíos y plantaciones de Guipúzcoa, y Martín de Idiáquez, maestre de campo de infantería española. Las hembras se llamaron Úrsula y Ana. Su nieto fue Cristóbal de Idiáquez y Gaínza y su bisnieto Alonso de Idiáquez y Echániz.

Esta saga familiar fue la propietaria de un mayorazgo en Azcoitia, la llamada casa-torre Idiáquez (Idiakaitz), sita frente a la parroquia y del palacio Etxe Beltz.

15/10/2015

Iglesia navarra: el soporte jurídico-cultural del Reino de Pamplona


La cristianización inicial del mundo navarro se manifestó en la presencia de un obispo pamplonés en el III Concilio de Toledo del año 589, pero este detalle no impide que sesenta años más tarde el obispo Tajón de Zaragoza presente a los vascones, al servicio del rebelde Froya, "atacando los templos de Dios. Los sagrados altares fueron destruidos. Muchos clérigos fueron despedazados con las espadas y muchos cadáveres fueron dejados sin enterrar para pasto de los perros y las aves", y, en líneas generales, puede admitirse la escasa cristianización de los territorios situados al norte de la línea Vitoria-Leyre.

La inclusión de los alaveses en el Reino de Asturias se tradujo en la existencia de un obispado de Veleya de Álava cuya labor se completaba desde los monasterios de La Rioja y desde el obispado de Valpuesta.

Desde el aspecto político y militar, los núcleos cristianos de Navarra y Aragón se mantuvieron en un difícil equilibrio de influencias entre las dos grandes potencias que las presionaban durante los siglos VIII y IX: al norte el Imperio carolingio y al sur el Emirato omeya. Pero cultural y religiosamente, los territorios pirenaicos se inclinaron hacia una mayor identidad con el mundo cristiano representado por el Imperio carolingio en la zona oriental de Navarra y en Aragón, mientras que Álava se decantó por la cultura mozárabe, procedente de al-Ándalus, o pasado por el tamiz asturiano.

La actividad cultural tuvo un papel principal en la consolidación de la Monarquía navarra gracias al desarrollo de una amplia red de monasterios. La influencia carolingia fue espacialmente visible en la zona próxima a Aragón, donde hubo numerosos monasterios dotados de importantes bibliotecas. En los monasterios situados más al sur de Navarra y La Rioja, los monjes mozárabes efectuaron una amplia labor de conservación de los textos clásicos, muchos de los cuales se habían perdido incluso en la avanzada y cosmopolita Córdoba.

San Eulogio de Córdoba fue el divulgador de estos textos clásicos cuando, forzado por la inestabilidad del Reino franco de Carlos el Calvo, se vio obligado a suspender el viaje que le llevaba hasta el Rin, permaneciendo en Navarra durante el 848. En compañía del obispo de Pamplona, Teodemundo, inició una visita que le llevó por los más importantes monasterios, como eran los de Igal, Urdaspal, Leyre, Cillas y Siresa. Durante su estancia en el monasterio de Leyre, quedó sorprendido por su rica biblioteca y, de regreso a Córdoba, se llevó algunas copias de La ciudad de Dios de San Agustín, la Eneida de Virgilio, las Fábulas de Avieno, los Poemas de Juvenal y de Horacio, opúsculos de Porfirio iluminados, epigramas de Adelelmo, y varios himnos católicos, entre otras obras. Se trataba de una serie de libros carolingios desconocidos por los mozárabes.

Tal vez se deba a un monje de estos monasterios el himno de Leodegundia, hija de Ordoño I, casada con el rey de los pamploneses para ratificar la alianza política establecida entre ambos reinos.

COLEGIATA DE RONCESVALLES

Los monasterios tenían una fuerte impronta en la vida eclesiástica de las zonas donde estaban implantados. En unos momentos en que no existía una estructura plenamente organizada, los abades ocupaban el lugar de los obispos, y los reyes reconocían esta importante labor y les honraban con tierras y privilegios.

Los reyes pamploneses beneficiaron especialmente al monasterio de San Salvador de Leyre, situado en el solar originario de la dinastía Jimena. Pero es un caso aislado dentro de Navarra, ya que la actividad monacal se desplazó hacia el sur, a los nuevos territorios conquistados en La Rioja. El monasterio de San Martín de Albelda fue fundado por Sancho Garcés I y su esposa Toda, en conmemoración de la conquista de la región. San Millán de la Cogolla era un antiguo cenobio visigodo construido de la cueva donde el santo homónimo. Tras su paso a la órbita navarra, la institución se renovó y engrandeció consagrándose un nuevo edifico, el conocido actualmente como San Millán de Suso, en el 954, por García I Sánchez.

La creciente importancia política de la zona, fronteriza con el enemigo musulmán, justificaba la envidiable posición que alcanzaron estos monasterios cuyas labores sobrepasaban las religiosas. Su posición estratégica controlaba los respectivos valles en los que se asentaban, lo que hacía de ellos auténticas fortalezas que los protegían. A su vez, actuaban como agentes de la monarquía, organizando la actividad económica y social mediante políticas de repoblación.

La labor más importante de los monasterios se efectuó en el campo jurídico-religioso. La dinastía Jimena aprovechó las cualidades intelectuales de los monjes para que confeccionaran una serie de manuscritos que fueran un compendio de textos religiosos, jurídicos e históricos en los que se fundamentara la monarquía.

MONASTERIO DE IRANZU

Actualmente, el texto más conocido es el Códice Emilianense de San Millán, escrito en el 992, y que contiene las primeras palabras en romance hispánico. Pero desde el punto de vista histórico es más interesante el Códice Albeldense o Vigilano, confeccionado en el año 976, que posee una completa colección de los cánones de los concilios españoles y de los concilios generales de la Iglesia, las decretales papales desde San Gregorio, y el Fuero Juzgo, el texto legislativo más importante de los visigodos, que fue redactado en el siglo VII y ampliamente utilizado en la Edad Media. Contiene asimismo un compendio de las obras históricas más recientes, como la Crónica Profética y la Crónica Albeldense, además de otras obras más breves pero no por ello menos importantes, como un Calendario, donde aparecen por primera vez en Europa los números hindúes del 1 al 9.

Muy interesante es también el Códice de Roda, de origen najerense, compuesto de textos históricos donde destacan algunos opúsculos muy relevantes para conocer la historia navarra altomedieval, como son el De laude Pampilone, las Genealogías de Roda, la Epístola de Honorio y el Poema de Leodegundia.

Estas obras son absolutamente hispánicas, con contadas huellas de la influencia carolingia tan típica en los monasterios del siglo IX. El Renacimiento cultural patrocinado por la Corte de Aquisgrán cayó cuando se derrumbó el Imperio de Carlomagno. Cada página de estos códices reflejaba la influencia mozárabe, y en menor medida, árabe. La única presencia de un elemento de la cultura vascona se redujo a unas glosas en euskera en el Códice Emilianense. La letra es visigótica, las miniaturas siguen la iconografía cristiana peninsular y los documentos se datan según la era hispánica. El fondo de los textos reafirma lo anterior, cuando se describe que la liturgia es la mozárabe, los cánones nacionales que se recogen por los reyes visigodos y las crónicas abarcan desde Osorio a Alfonso III, pasando por San Isidoro. Las ideas que se transmitieron no fueron diferentes a las que imperaban en la Corte leonesa. Tiene un origen común en las tradiciones tardorromanas y visigodas de influjo cristiano.

MONASTERIO DE FITERO

La labor de la Iglesia fue muy importante en la tarea de cohesionar el reino social y religiosamente, con la evangelización de algunas zonas montañosas que aún mantenían cultos paganos e idólatras. Desde la ciudad al campo, y desde aquí a las montañas, los reyes pamploneses cristianizaron los últimos reductos de su reino. El obispado de Pamplona y el monasterio de Leyre fueron los instrumentos reales utilizados.

A comienzo del nuevo milenio, el Cristianismo estaba asentado en todas las comunidades pirenaicas, aunque continuaron arraigadas firmemente algunas costumbres y supersticiones que, despojadas de sus elementos religiosos, no pudieron eliminarse del acervo cultural de estas gentes.

09/10/2015

Ciudad fortificada de Laguardia


El rey navarros Sancho VIII Garcés el Fuerte fue el promotor de la construcción de este castillo, quien además se propuso fortificar entera la villa de Laguardia, convirtiéndola en plaza fuerte y baluarte inexpugnable. Esta fortificación debió comprender todas las murallas que, partiendo del castillo de Sancho Abarca, rodeaban toda la villa.

Elevados y fuertes, de trecho en trecho, a distancia proporcionada, se alzaban unos torreones cuadrangulares salientes del muro, adornados con almenas y saeteras.


Laguardia queda marcada por su función castrense, de tal manera que su casco urbano se compone de tres calles longitudinales que a su vez se encuentran cruzadas por tres cantones. Existen otras dos calles menores paralelas a las principales, una calleja transversal que une las calles Mayor y Páganos, y una plaza rectangular en el centro. Todo ello delimitado por el recinto amurallado.

Esta muralla, tenía comunicación con el exterior a través de cuatro puertas:
- al oeste: la Puerta de Páganos
- al sur: Mercadal
- al sureste: la Puerta de San Juan
- al nordeste: Santa Engracia

La Puerta de Carnicerías, al este, se abrió en el siglo XV.


Debido al papel defensivo y al carácter militar de la villa, que por su situación se veía envuelta muy a menudo en contiendas de diferentes reinos, los habitantes de Laguardia se dividían en organizaciones barriales de carácter cívico-militar. A ellos correspondía la defensa de las murallas que rodeaban la villa.

En un principio hubo cuatro, cada una de ellas estaba bajo la advocación de un santo.
- Santa Engracia; defendía la zona de muralla comprendida entre esta puerta y la de San Juan.
- San Juan; desde el Mercadal hasta San Juan.
- San Nicolás; Desde la puerta de Mercadal hasta la puerta de Páganos.
- San Antonio; desde la puerta de Páganos hasta la de Santa Engracia.

Hoy en día queda aún en Laguardia, como recuerdo de aquellas vecindades, la presencia de hornacinas que contienen imágenes de Santos, en las puertas de acceso a la villa.

Posteriormente aumentaron las vecindades, y cada una quiso tener su propia imagen. Por ello también encontramos estas hornacinas con sus correspondientes Santos en algunas de las calles del interior.

De las antiguas imágenes solamente se conserva la de San Antonio Abad, recientemente restaurada y perteneciente al siglo XIII.



03/10/2015

Martín de Azpilcueta


Miembro de la Escuela de Salamanca, economista, jurisconsulto y teólogo, el doctor Navarro Martín de Azpilcueta fue uno de los precursores de la Economía moderna gracias a describir, por primera vez, la relación entre el aumento de la cantidad de dinero en circulación y el aumento de los precios en un país, originando la Teoría Cuantitativa del Dinero y la Teoría del Valor-Escasez dos de los principios básicos de la macroeconomía moderna. Estas teorías quedaron escritas en su Manual de confesores y penitentes.

Considerado como uno de los más importantes intelectuales de su tiempo, también fue célebre en Europa por su importante labor tanto en el terreno de la docencia como en el de las letras y el Derecho canónico.

Martín de Azpilcueta escuela salamanca teoría cuantitativa monetaria
MARTÍN DE AZPILCUETA Y LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

Martín de Azpilcueta Jaureguízar nació en 1492, en la localidad navarra de Barasoain, perteneciente a una familia agramontesa de Baztán. Estudió Filosofía y Teología en la Universidad de Alcalá desde 1509, y Derecho canónigo en la de Toulouse desde 1513. Se ordenó sacerdote y se dedicó a impartir clases de esta disciplina en esta universidad y en la de Cahors.

Regresó a España en 1523 y a través del prior de Roncesvalles, Francisco de Navarra, entró en la Universidad de Salamanca al año siguiente. Allí accedió a la cátedra de prima en cánones e impartió derecho canónigo durante catorce años, desde 1524 hasta 1537, dejando como discípulos a ilustres como Diego de Covarrubias, Arias Pinelo, Francisco Sarmiento y Pedro de Deza.

Durante su estancia pudo conocer en persona al emperador Carlos V, con el que debatió sobre del origen democrático del poder. Pero sería por su pensamiento y por sus aportaciones a la Escuela económica de Salamanca por lo que pasó a ser uno de los precursores de la economía moderna, muy anteriores a los fundadores de la Economía Clásica inglesa del siglo XVIII encabezada por Adam Smith. Considerado teólogo, jurisconsulto y economista, Azpilcueta fue autor de numerosos ensayos sobre diferentes campos del saber y uno de los fundadores de la escuela salmantina junto a Francisco de Vitoria.

Fue el mismo monarca quien le recomendó pasar a la Universidad de Coimbra para dedicarse a la actividad docente en cánones. Además tomó participación en la vida pública portuguesa como consejero y confesor de personalidades ilustres. Fue consultado acerca de diversos asuntos por los tribunales de la Inquisición española.

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MARTÍN DE AZPILCUETA Y SU CASA NATAL

En la ciudad lusa publicó, en 1553, su obra más conocida, Manual de confesores y penitentes, de carácter moralista. Fue escrita en latín como Manuale confessariorum et paenitentium, y un año después fue publicada una edición el lengua española. Esta obra le convirtió probablemente en el canonista más importante de su época, ya que llegó a tener más de 50 ediciones y fue publicada en diversas lenguas: español, portugués, italiano, francés, latín, etc.

Como pensador iusnaturalista, defendió la tesis por la cual "el reino no es del rey, sino de la comunidad, y la misma potestad regia por derecho natural es de la misma comunidad y no del rey, por lo cual no puede la comunidad abdicar totalmente en ese poder". Tesis defendida cuando aún estaba en auge el espíritu de los comuneros de Castilla ejecutados por Carlos V. Su pensamiento era opuesto a la deriva absolutista que las Monarquías europeas estaban desarrollando en sus Cortes, incluyendo a la hispánica de los Habsburgo.

Azpilcueta fue defensor de la paz como eje de convivencia de los pueblos. Este es uno de los textos más significativos de su pensamiento:
"He visto entre españoles y franceses que muchos varones, aun eruditos y profundamente piadosos, sienten tan pasión por su pueblo y sus jefes, que no dudan en favor de ellos dar lo falso por verdadero y los injusto por justo, y afirman lo dudoso por cierto; y se llenan de ira contra aquellos que les contradicen. Veo también, oh dolor, veo que hombres de una monarquía y pueblo odian y llaman con nombres infames a los súbditos de otras monarquías y otros pueblos por el solo hecho de que pertenecen a este o aquel país."

Y tras una serie de consideraciones sobre estos hechos, en el apartado De Iudaeis de su Comentario resolutorio de cambios, concluyó:
"Nadie debe se odiado y condenado por el solo hecho de que pertenece a otros países. Persuádanse de que los enemigos no deben ser aniquilados ni sus ciudades incendiadas o destruidas. Procuren más bien arrepentirse y restituir lo que ha sido mal cogido, dar satisfacciones por la injurias inferidas y hacer una paz verdadera con buenas condiciones. Venza también una misma caridad a los que unió un mismo bautismo, una misma fe y una misma esperanza en una misma Iglesia."

Después de dieciséis años de docencia en aquella universidad, en 1555, decidió regresar a España para retomar sus escritos, y dedicarse al estudio y a la publicación de sus obras, muy estimadas por teólogos y canonistas de todos los tiempos.

Martín Azpilcueta Escuela Salamanca Universidad Coimbra
UNIVERSIDAD DE COIMBRA Y MARTÍN DE AZPILCUETA

Como moralista, se preocupó de la economía en lo que afecta a la convivencia humana. Sus dos grandes obras relativas a esta temática fueron Comentario resolutorio de cambios y Comentario resolutorio de usuras, publicadas ambas de 1556. En realidad, ambos textos fueron apéndices de la principal Manual de confesores y penitentes, concretamente formaban el capítulo XVII.

Las aportaciones originales de Azpilcueta en el orden teórico de la economía son muy variadas, y se pueden agrupar en torno a dos núcleos de problemas. Uno refiere a sus ideas sobre el dinero: concepto, funciones y valor del mismo, manifestándose por una concepción metalista en contra de los conceptos nominalistas.

Azpilcueta pasó a la historia de la economía por analizar las actividades mercantiles y los efectos monetario que se estaban produciendo en su tiempo derivados de la llegada de metales preciosos desde América. Aunque en sus primeros años defendía la concepción medieval, manteniendo criterios muy restrictivos sobre la usura y las actividades crediticias, el tiempo y la experiencia la hicieron cambiar de opinión. Sobre todo, porque en esos año se inició el auge del mercantilismo, con el consiguiente desequilibrio de los niveles europeos de precios, los beneficios, lo que a su vez produciría la quiebra de los conceptos tradicionales sobre la usura y el dinero.

Observó la subida de los precios, los beneficios obtenidos de la especulación cambiaria y el movimiento del dinero, a través de cuyos efectos percibía cómo el valor del dinero está en relación con su abundancia o escasez, y éstas a su vez en relación con las mercaderías. La afluencia de metales preciosos de las Indias produjo una abundancia de dinero, que se tradujo en una impresionante elevación de los precios, lo que les permitió describir por primera vez el fenómeno de la inflación y extraer de ello las correspondientes consecuencias teóricas.

Estableció el concepto, funciones y valor del dinero, manifestándose por una concepción del dinero metalista. Estudió la diferencia del valor de las monedas nacionales de distintos países en relación con la abundancia o escasez relativa de metales preciosos, siendo por ello precursor de la Teoría Cuantitativa del Dinero. Defendía la idea de que la moneda es una mercancía más, y por ello, sufre las mismas variaciones que cualquier otro producto. Según el navarro:
"La moneda de oro, por su particular falta, puede valer más de lo que valdría si hubiese abundancia de ella."

En su Comentario resolutorio de cambios explicó que:
"En las tierras do ay gran falta de dinero, todas las otras cosas vendibles, y aun las manos y trabajos de los hombres se dan por menos dinero que do ay abundancia del; como por la experiencia se vee que en Francia, do ay menos dinero que en España, valen mucho menos el pan, vino, paños, manos, y trabajos; y aun en España, el tiempo, que avia menos dinero, por mucho menos se davan las cosas vendibles, las manos y los trabajos de los hombres, que despues que las Indias descubiertas la cubrieron de oro y plata. La causa de lo qual es, que el dinero vale mas donde y quando ay falta del, que donde y quando ay abundancia."

Debido a sus análisis de precios, pudo concluir que el aumento del nivel de precios de los productos españoles (inflación) estaba directamente relacionado con la afluencia de metales preciosos traídos de América, como consecuencia de una mayor abundancia de dinero.

Hasta hace unas décadas, se consideraba al francés Jean Bodin como el primer economista que había formulado la llamada Teoría Cuantitativista de la moneda. Sin embargo, la aparición de la obra de Larraz y, más tarde, la de Grice-Hutchinson sobre los escolásticos de la Escuela de Salamanca de mediados del siglo XVI, ha dejado claro que dicha teoría fue formulada por primera vez por el doctor navarro.

El Comentario resolutorio de usuras de Azpilcueta, publicado en 1556, no sólo apareció doce años antes de la Réponse de Jean Bodin, en 1568, sino que además, el autor navarro desarrolló su primera teoría cuantitativa de una forma más completa que el teórico francés, empleándola como punto de partida para elaborar una teoría de paridad de poder adquisitivo del dinero en los cambios internacionales.

Azpilcueta relacionó la diferencia existente entre la capacidad adquisitiva del dinero en los distintos países según la abundancia o escasez de metales preciosos que hubiera en ellos.

Definió así lo que se llamó la Teoría del Valor-Escasez en los siguientes términos:
"Todas las mercaderías encarecen por la mucha necesidad que ay, y poca cantidad dellas, y el dinero en cuanto es cosa vendible, trocable o conmutable por otro contrato es mercadería... luego también él se encarecerá con la mucha necesidad y poca quantidad dél."

OBRAS DE MARTÍN DE AZPILCUETA

El otro núcleo de problemas es el que refiere cuestiones sobre el interés del dinero (usura y cambios), donde destaca su tendencia moderna a una concepción que reconoce la productividad del dinero y trató de precisar racionalmente los elementos objetivos que determinan el interés de los préstamos (cantidad prestada y tiempo de devolución); los mismo con respecto a los cambios, que sometió a un detallado análisis y división, inclinándose por cierto intervencionismo en la vida económica.

Analizó y dividió los tipos cambios entre monedas nacionales, concluyendo que el aumento de la inflación nacional también fue motivada por la especulación cambiaria y el movimiento de dinero. Por eso, se posicionó a favor de cierto intervencionismo político y la elaboración de una teoría del dinero como base para una regulación moral de las relaciones económicas entre ciudadanos del mismo país y con los de otras naciones.

Reconoció la productividad del dinero, tratando de precisar racionalmente los elementos objetivos que determinan el interés de los préstamos. Hizo una de las primeras exposiciones del concepto de la preferencia temporal, es decir, que a igualdad de circunstancias, los bienes presentes siempre se valoran más que los bienes futuros Esta idea está en la base del Concepto de Interés de la Escuela Austríaca, que lo considera uno de sus precursores.

Desde un análisis precapitalista, se preocupó también de la moral económica. Ayudó a eliminar el estigma de la usura y del cobro de intereses, así como a erradicar la tesis aristotélica sobre la esterilidad del dinero. Abordó los problemas morales derivados de las operaciones mercantiles y transacciones económicas de la Modernidad conciliándolos con la moral tradicional. Y defendió la licitud del cobro de intereses en préstamos, contra el criterio de la Iglesia católica de entonces.

En 1569, aparecieron unas Additiones al Manual, acompañando a De Usuras y Simonía en las que el autor justificaba la licitud de los préstamos con interés. También conocido es su Tratado sobre las rentas de los beneficios eclesiásticos que alcanzó numerosas ediciones a partir de su primera publicación tres años antes en Valladolid.

MARTÍN DE AZPILCUETA

Más tarde fue consejero de Felipe II, el cual lo envió a Roma en 1577 para defender al también navarro Bartolomé de Carranza, arzobispo de Toledo y cardenal primado de España, acusado de herejía ante el tribunal de la Inquisición. Gracias a la brillante defensa del Doctor Navarrus, Carranza, fue al fin absuelto de los cargos que se le imputaban y Azpilcueta consigue el aprecio de las sedes vaticanas de Pío V, Gregorio XIII o Sixto V quien le nombra consultor de la Sagrada Penitenciaría y materias diversas.

Con posterioridad a su muerte en Roma en 1586, aparecieron sus obras completas publicadas en Venecia, en 1598, bajo el título de Compendium horum omnium Navarri operum.

01/10/2015

Exposición Blas de Lezo y la Defensa de Cartagena de Indias en Alcorcón


La Asociación cultural Blas de Lezo ha organizado la exposición Blas de Lezo y la Defensa de Cartagena de Indias que tiene lugar en el centro comercial Corte Inglés de Alcorcón (Madrid) desde el 7 al 28 de octubre de 2015. Se puede visitar en horario de comercio de forma gratuita. La organización también realiza tres conferencias para los jueves 15, 22 y 29 a las 19:00 con una duración de hora y media en la sala de reuniones del restaurante de este centro, cuya entrada también es gratuita hasta llenar aforo.




La organización quiere conmemorar el 275 aniversario de la gran victoria española y la mayor derrota inglesa 1741-2016: la gran victoria de la población de Cartagena de Indias liderada por el general almirante Blas de Lezo y comandado por el virrey de Nueva Granada Sebastían de Eslava, en la que participaron con relevancia Carlos Desnaux y Melchor de Navarrete. 






Comienza la exposición con unos paneles explicativos del desarrollo de la Guerra del Asiento para ir concretando en la final Defensa de Cartagena de Indias.





La muestra reúne un conjunto de artículos relacionados con la vida militar del marino vascongado al servicio de la Real Armada española del siglo XVIII, en especial con la defensa de Cartagena de Indias de 1741 frente a la Armada inglesa: réplicas de vestimentas de soldados y oficiales de la Real Armada española del siglo XVIII, y otra de la casaca de Blas de Lezo, monedas inglesas de la época conmemorativas de la falsa victoria, una espada original del Cuerpo de Caballerías, dos réplicas de espada oficial de la Real Armada, y una bandera del Imperio español.








Esta exposición es un homenaje a los ingenieros militares españoles con mención especial a todos aquellos que participaron en la construcción y reconstrucción de las defensas de Cartagena de Indias: Bautista Antonelli, Cristóbal Roda, Juan de Somodevilla, Juan de Herrera y Sotomayor, Juan Bautista Mac-Evans, Lorenzo de Solís, Francisco de Murga, Pedro Zapata de Mendoza y Antonio de Arévalo. Por eso presenta un interesante conjunto de planos cartográficos de las estructuras defensivas y de la ciudad en el siglo XVIII y fotografías de las mismas en la actualidad.





Un muro expone los escudos de los siete regimientos de infantería que participaron en la defensa de la ciudad neogranadina en 1741:
- Infantería de Marina
- Regimiento de Infantería España nº 18
- Regimiento de Infantería Navarra nº 25
- Regimiento de Infantería Toledo nº 35
- Regimiento de Infantería Zaragoza nº 12
- Regimiento de Infantería Cartagena nº 70
- Regimiento de Infantería Asturias nº 31




Cuatro esculturas, dos en forma de busto y otras dos de cuerpo entero representan a Blas de Lezo y a Sebastián de Eslava. Las estatuas de busto incluye un escudo de armas de su linaje. La réplica de la escultura original esculpida por Vicente Ferrer Dalmau aparece Blas de Lezo junto a un cañón de artillería 






La aportación creativa a este evento llega de los pinceles de Alejandro Vallespin y Gonzalo Moreno, un duo de artistas especializados en pintura militar y naval que forman la sociedad Arte Militar y Naval. Las obras se pueden ver en su blog http://www.artemilitarynaval.es/.

Destaca el cuadro Blas de Lezo contempla la victoria, un óleo sobre lienzo, en el que el almirante guipuzcoano observa la retirada de los navíos ingleses tras su derrota desde las murallas de Cartagena.

BLAS DE LEZO CONTEMPLA LA VICTORIA


También hay un perfil artístico de la fragata comandada por Blas de Lezo durante el conocido apresamiento del navío inglés Stanhope. Para ello, han utilizado como referente el impresionante cuadro que Cortellini pintó sobre el episodio y que se aloja en el Museo Naval de Madrid. 



La más moderna de las obras que han reflejado este hecho de armas ha sido Apresamiento del navío inglés Stanhope. Un óleo que Richgard pintó en 1960 inspirado en la versión del cuadro de Cortellini, y que ahora presentan la sociedad Arte Militar y Naval.

APRESAMIENTO DEL NAVÍO INGLÉS STANHOPE


Esta es una réplica del Navío le Foudroyant, pintado originalmente por Jean Bérain. Es un navío francés de 80 cañones de artillería construido en Bert en 1693. En este barco navegó Blas de Lezo por primera vez a los 12 años al comienzo de la Guerra de Sucesión española. Tuvo su bautismo de fuego en la costa de Vélez-Málaga, donde perdió la pierna izquierda el 24 de agosto de 1704. Es propiedad de la Asociación cultural Blas de Lezo. 

NAVÍO LE FOUDROYANT


A. Vallespin & G. Moreno retratan al almirante Blas de Lezo al finalizar el asedio a Cartagena de Indias con la frase que en carta envió a su oponente Edward Vernon: "Para venir a Cartagena es necesario que el Rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta solo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres"




Arte Militar y Naval realiza tres réplicas de los originales retratos del almirante Blas de Lezo y del virrey Sebastián de Eslava.

RÉPLICA DEL RETRATO A BLAS DE LEZO


RÉPLICA DEL RETRATO DE SEBASTIÁN DE ESLAVA


RÉPLICA DEL RETRATO DE SEBASTIÁN DE ESLAVA


Y como no, los dos artistas de las sociedad Arte Militar y Naval retratan almirantes de los diferentes cuerpos la Real Armada española del siglo XVI con sus respectivas vestimentas.

1. LA FLORIDA: GRANADERO DE BATALLÓN DE INFANTERÍA DE MARINA
2. CARTAGENA DE INDIAS: FUSILERO DE BATALLÓN DE INFANTERÍA DE MARINA
3. LA HABANA: SOLDADO DE BATALLÓN FIJO


1. LA GUAIRA: GRANADERO DEL REGIMIENTO DE VITORIA
2. PORTOBELO: OFICIAL DEL REGIMIENTO DE TOLEDO


1. CARTAGENA DE INDIAS: ABANDERADO DEL REGIMIENTO DE ARAGÓN
2. LA FLORIDA: FUSILERO DE INFANTERÍA DE MARINA


Sin embargo, a pesar de estas extraordinarias obras pictóricas relacionadas con Blas de Lezo y la Real Armada de la Ilustración española, la más original de todas las presentes realizadas por A. Vallespin & G. Moreno es este Mapa ilustrado del Imperio español en su máxima extensión territorial cuando las Coronas de España y de Portugal formaron el Imperio de la Monarquía hispánica durante los reinados del Felipe II, Felipe III y Felipe IV.



Al pie de esta imagen aparece el Libro de Leyes, que simboliza el compendio de Leyes de Indias, cuerpo legislativo de inspiración cristiana y marco jurídico regulador de los derechos y deberes de los pobladores del Nuevo Mundo, los cuales fueron considerados desde el principios como súbditos de la Corona y, por ello, colocados bajo su amparo protector. Aunque no siempre fueron enteramente cumplidos, las Leyes de Indias constituyeron un eficaz freno a la avidez explotadora de aventureros y oportunistas. A ambos lados del libro y custodiándolos, están los leones, símbolos históricos de las soberanía española. Estuvieron presentes en los mascarones de proa de de los buques de la Real Armada española encargados de la protección y defensa de las comunicaciones marítimas de la Monarquía Católica y territorios de Ultramar.

El libro está ubicado sobre un atril coronado por una cruz, siendo un elemento principal ya que la religión fue parte fundamental de la acción civilizadora española en América, Asia, África y Oceanía.

En la parte baja de la imagen aparece escrita sobre una orla la leyenda: "Recuerda España, tú registe el Imperio de los mares". España fue la cabeza del primer Imperio global, el primero que se extendió sobre los mares, el primer Imperio oceánico. Esta leyenda está actualmente inscrita en la entrada del Arsenal de la Carraca de San Fernando, Cádiz. Anteriormente, estaba sobre una estructura de madera en la misma puerta del arsenal, pero ahora se encuentra en el Museo Naval de Madrid.

En los laterales de la imagen aparecen las Columnas de Hércules. Estas fueron incorporadas al escudo por el rey Carlos I, haciendo alusión al Imperio de Ultramar. El lema "Plus Ultra" (Más allá) inscrito sobre las columnas es heredero de la frase latina "Non Terrae Plus Ultra" (No hay tierra más allá) que lo contradice. Sí que existía tierra más allá; España trascendió el mundo mediterráneo fundando la primera entidad política de ámbito mundial. Con razón se podía decir que el sol no se ponía en los dominios del Imperio español.

Delante de las dos columnas se apoyan dos personajes: a la izquierda un indígena, que representa que representa la comunidad allende los mares; a la derecha el hombre hispánico, vestido de la época de los grandes descubrimientos y portando un sextante, representa al navegante y descubridor.

En la parte alta hay dos banderas, la de la izquierda es la antigua bandera de la Corona de Portugal, y la de la derecha es la Cruz de Borgoña representando a la Monarquía de los Reinos de Castilla, León, Navarra y Aragón. Ambas, junto con el escudo de los Austrias en el centro, coronan el mapa.




La sala cuenta con una zona de ventas donde se pueden adquirir láminas y cuadros de Arte Militar y Naval, libros y videos biográficos, artículos de merchandishin relacionados con Blas de Lezo como banderas, gorras, chapas y pins, y réplicas de pistolas del siglo XVIII y de estatuas del original de Ferrer Dalmau con un precio de 1.290 €.


RÉPLICAS DE PISTOLAS DEL SIGLO XVIII

ARTILUGIOS DE MARINAR Y MINIATURA DE LA FRAGATA BLAS DE LEZO

RÉPLICAS DE ESCULTURA BLAS DE LEZO POR FERRER DALMAU