PATRIOTAS VASCONGADOS Y NAVARROS

TERRITORIO

ANTROPOLOGÍA SOCIAL Y CULTURAL

28/10/2024

Conquista y colonización de las islas Filipinas por Miguel López de Legazpi en 1565


El 15 de febrero de 1565, la expedición liderada por el guipuzcoano Miguel López de Legazpi llegaba al archipiélago de Villalobos, que había sido bautizado como Filipinas, en honor al rey Felipe II. Junto a él, viaja un experimentado cosmógrafo Andrés de Urdaneta.

Legazpi encomendó a Urdaneta la búsqueda de un buen puerto o una ría y la puesta en comunicación con los nativos de la isla Samar.

Con Urdaneta iba el capitán Martín de Goiti. Encontraron dificultades con los naturales en algunos lugares, ya que los portugueses habían asolado y robado en las tierras, y capturado y matado nativos, anunciándose como "castellanos del Maluco". Legazpi intentó abastecer a la tripulación y convencer a los naturales acerca de sus pacíficas intenciones y de los obsequios repartidos.

ANDRÉS DE URDANETA EN CEBÚ, POR TELESFORO SUCGANCG

Pero ante la enconada resistencia en una ocasión, muy a su pesar, tuvo que utilizar la fuerza, mandando quemar un centenar de chozas de paja y madera.

El alférez mayor Andrés de Ibarra tomó posesión de la isla, previo acuerdo con un indígena principal y usando los rituales de rigor.Ante la reacción de los nativos, la escuadra zarpó el 20 de febrero de 1565 y al día siguiente llegaba a la isla de Leyte.

La hostilidad de los naturales se manifestó inmediatamente, pero Legazpi tomó posesión de la tierra con toda solemnidad. A pesar del informe positivo que traía el capitán Goiti de sus exploraciones, la expedición tomó rumbo sur, hacia un núcleo poblado llamado Carballán, a donde llegaron el día 5 de marzo. La Relación anónima que describe estos lugares, se supone fue del secretario de Legazpi apellidado Lazcano.

El problema del abastecimiento era grave, pues los isleños huían llevándose al interior sus alimentos. El capitán Goiti, el capitán Isla y el alférez Ibarra, con el cosmógrafo Urdaneta eran generalmente los que exploraban aquel grupo de islas, iniciando relaciones amistosas con los nativos. La política pacifica daría sus primeros frutos en Bohol.

Habían recorrido ya las islas de Ibabao, Samar, Leyte, Limasawa, Camiguín y Bohol, en busca de provisiones y de lugares para el asentamiento estable. Continuarían explorando por las islas de Mindanao, Siquijor y Negros, hasta llegar a Cebú en mayo de 1566.

En la isla de Cebú la labor de Legazpi y sus expedicionarios sería difícil debido a la matanza en aquel banquete-trampa contra los hombres de Fernando de Magallanes. Ante la oposición de los cebuanos, temerosos de una represalia, los hombres de Legazpi debieron tener mucha prudencia. Sin embargo, fue asesinado Pedro de Arana que se había aventurado a dar un paseo sin protección. Legazpi, después de una asamblea consultiva ordenó el desembarco y la construcción de una base permanente para futuras operaciones y como prevención ante un posible ataque portugués desde las Molucas.

Desde un principio, Legazpi pretendió establecer un acuerdo pacífico con el cacique local Tupas, rey de Cebú, y su aliado, Tamuñán. Legazpi consiguió un pacto con un empleo limitando de la fuerza, tan solo le bastó un ruidoso pero poco preciso cañoneo desde los barcos. Pero la estricta ecuanimidad de justicia empleada por Legazpi empezó a calar en la percepción de los nativos cuando un soldado español fue ejecutado tras causar un incendio intencionado.

LEGAZPI Y URDANETA EN FILIPINAS

En Cebú, Urdaneta anunció un sensacional descubrimiento para elevar la moral de la expedición, y sobre todo del propio Legazpi: el marinero bermeano Juan Camuz había hallado en una choza una figura de un Niño Jesús, perfectamente revestido y adornado, que algún marino de expediciones anteriores habría dejado, y que los nativos guardaban cuidadosamente. La figura fue conservada con el nombre de Santo Niño en la isla de Cebú, puesta al mando del tesorero y alférez real Guido de Labezarri y objeto de una enorme veneración por los filipinos.

En aquellas playas de Cebú fundó la base principal, a la que llama Villa del Santísimo Nombre de Jesús y la Villa de San Miguel.

El método de colonización que ejercía Legazpi era el mismo en todas partes: desembarco, compra de alimentos a los nativos, acuerdo de algún tipo de pacto con los caciques locales y toma de posesión de la tierra en nombre del rey. Supo sacar partido de las luchas entre tribus enemigas y de la hostilidad que los nativos profesaban a los portugueses. Y es que, frente al tipo de dominación portugués, bastante depredador, los españoles ofrecían protección y un trato más tolerante y respetuoso con los nativos.

Impuso disciplina a la tripulación, especialmente en dos aspectos: guerra a los piratas y respeto a los nativos. Mediante sus procedimientos de atracción pacífica, logró la convivencia con los cebuanos, permaneciendo en Cebú cinco años. Construyó un fuerte y varias fragatas que convirtieron la isla en base de operaciones y de defensa.

Desde Cebú, fue organizando la expansión territorial, imponiendo su autoridad sobre una revuelta de sus propios hombres y rechazando dos ataques de la escuadra portuguesa.

Debió desbaratar la rebeldía de unos expedicionarios cansados de marinar islas sin rumbo concreto, que pretendían escapar con una nave y barrenar el resto. Surgió un motín encabezado por unos tripulantes extranjeros: un francés, un veneciano y un griego. Tras juzgar y ahorcar a estos tres conspiradores, Legazpi perdonó a los demás después de una confesión detallada de lo ocurrido y de los planes que habían trazado para el futuro.

ASENTAMIENTO ESPAÑOL EN FILIPINAS

El líder guipuzcoano había decidido quedarse a poblar y colonizar las islas, pero para asegurar el establecimiento permanente en Filipinas debía trazarse una ruta de vuelta directa a Nueva España, misión del gran cosmógrafo Urdaneta.

Así, el 1 de junio de 1565, la expedición de tornaviaje partía desde Villa de San Miguel. La nao San Pedro estaba al mando del capitán Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi, pero con Urdaneta como cosmógrafo director del rumbo. Tras cuatro meses de navegación, la nao fondeó en Acapulco el 8 de octubre. El éxito del tornaviaje salvó la empresa de Legazpi en Filipinas, permitiendo el envío de refuerzos desde Méjico para consolidar su definitiva colonización.

Mientras tanto, Legazpi ordenó construir barcos de pequeño calado para navegar con más habilidad por las islas del archipiélago. En Mactán levantaron una gran cruz de madera en homenaje a Magallanes, muerto en esa isla cuatro décadas antes, tras atravesar el océano Pacífico desde el cabo de Hornos.

Al visitar la isla de Panay, el 25 de julio de 1566, las fragatas de Legazpi encontraron inesperadamente un barco español, el San Jerónimo, enviado por el virrey novohispano Enríquez de Almansa desde México el 1 de mayo. Se trataba de uno de los tres galeones cargados de víveres, soldados, colonos y misioneros al mando de Juan de Isla.

Llevaba la gran noticia de la llegada de Urdaneta a México y que, por tanto, la expedición de tornaviaje había sido completada con éxito, según el trazado que él mismo había planeado.

Pero la gran alegría de Legazpi fue la arribada en agosto de los otros dos galeones al mando de Felipe de Salcedo y Juan de Salcedo, su otro nieto y hermano menor de 18 años del primero. Traían con ellos a 200 hombres de refuerzo, tropas veteranas, a los que se sumarían otros 2.100 expedicionarios a lo largo del año. Entre los recién llegados la mayor parte seguían siendo novohispanos de nacimiento, muchos de ellos mestizos y otros indios puros. Casi todos tenían experiencia en las guerras de la frontera de la Nueva España, disponían de un armamento muy adecuado para el tipo de guerra que pronto conocerían, e iban junto a trabajadores auxiliadores enviados por órdenes del virrey. Con ellos se reforzaría la fortaleza de San Pedro, que se convirtió en el puesto avanzado para el comercio con México y la protección contra las rebeliones nativas hostiles.

Los dos enormes galeones, cargados de cañones, dejaron anonadados a los nativos, que jamás habían visto nada semejante. Eso animó a los españoles, conscientes de que sus barcos eran el ejemplo más notable de su poder, pero lo hizo mucho más las herramientas, armas portátiles, municiones y víveres que habían traído, lo que permitió apuntalar de forma definitiva la base española en Cebú. Sin embargo, rodeada de las muchas incertidumbres generadas por la indecisión que tenía la corona al respecto, no llegó la esperada autorización real para conquistar las islas, que era lo que esperaba Legazpi.

CARTA HYDROGRÁFICA DE LAS FILIPINAS POR PEDRO MURILLO VELARDE

En junio de 1567, con un puñado de hombres, Martín de Goiti fue enviado a reconocer la isla de Leyte. Alcanzó la ciudad principal, Colasi, después de una ardua marcha por la selva y de un contacto violento con algunos indígenas, indispensable para lograr las provisiones necesarias para mantener a la expedición.

Martín de Goiti había ascendido a maestre de campo, quedando como jefe de todas las fuerzas después de Legazpi. Llegó a ser el explorador más experimentado del archipiélago gracias a sus continuas expediciones de reconocimiento y a sus salidas en busca de abastecimientos.

En una de sus expediciones de avituallamiento, en noviembre de 1566, al mando de la nao San Juan, alcanzó la costa de Mindanao. Allí se encontró con una fusta tripulada por portugueses al mando del comandante López de Sequeira , con la misión de advertir a Legazpi que estaban invadiendo dominios lusos y que deberían retirarse. La respuesta de Legazpi fue la de reforzar el puerto y la ciudad de San Miguel para una mejor defensa.

Tras una tensa entrevista en la que intervino como técnico el religioso navarro Rada, los portugueses se retiraron a sus bases de las Molucas, pues el campo fortificado de Legazpi les auguraba un desembarco desastroso.

Mientras tanto, enviaba una nave a Nueva España en busca de refuerzos, al tiempo que llegaba otra desde allí cargada de hombres, pertrechos, alimentos, armas y municiones. El tráfico entre las dos costas del Pacífico comenzaba a normalizarse.

No acabaría en este encuentro aquel conflicto hispano-luso por la legitimidad de las islas Filipinas. Así, dos años después, el día 17 de setiembre de 1568, Gonzalo de Pereyra se presentó ante Legazpi en la bahía de San Miguel, en Cebú, con una potente escuadra de diez barcos. Pretendía la retirada total de la expedición y asentamientos españoles del archipiélago, evacuando a sus hombres a bordo de naves portuguesas. Esta vez no hubo parlamento y, directamente, el objetivo fue atacar a los españoles.

La fortaleza resistió, y los sitiadores fueron repelidos gracias a la presencia de los cañones en las baterías del puerto y el abastecimiento que desde tierra hacía el régulo Tupas, aliado de Legazpi. Era una buena noticia para los padres agustinos que acompañaban a la expedición y comenzaban a establecerse en la región, que lograron que el rajá Tupas y sus hombres aceptaran el bautismo. Mala a su vez para los jesuitas que solían ir con los portugueses, que presionaban con todas sus fuerzas al superior general de la Compañía de Jesús, el valenciano Francisco de Borja, por las alianzas que mantenía Legazpi con los herejes musulmanes.

Por entonces, los expedicionarios de Legazpi ya habían tomado contacto con los musulmanes de las islas de Joló y Mindanao, al sur de las Filipinas. Eran formidables combatientes, duros y correosos, que no estaban dispuestos a someterse a los extranjeros. A primeros de 1569, el sultán de Joló envió a 20 de sus embarcaciones contra los "castilas". Comenzaba una guerra, por la cual a la idea de convertir con la cruz, se iba a sumar la necesidad de conquistar con la espada.

LA LLEGADA DE LOS ESPAÑOLES A FILIPINAS

Una vez producidos los primeros choques con los islámicos de Joló, Legazpi resolvió actuar al mejor estilo castellano de la época: el uso de la habilidad y experiencia de combate de sus hombres con una eficacia demoledora. Sus tropas no eran un ejército al estilo europeo, sino que iban a actuar y combatir como las unidades empleadas en Nueva España, grupos disciplinados de hombres armados, con capacidad de adaptarse al terreno y a la forma de combatir de sus enemigos.

Los islámicos atacaron San Miguel, pero el buen uso de la artillería por parte de los defensores desbarató su asalto sin grandes dificultades.

Bien asentado en Cebú, Legazpi preparó la ocupación de Luzón, territorio principal de las Filipinas. A mediados de 1569, dejaba Cebú fuertemente guarnecido y ponía rumbo a Panay que sometió fácilmente, interviniendo los capitanes Haya y Juan de Salcedo. Allí se edificó un fuerte que quedó con una pequeña guarnición. Obtuvieron en la isla alimentos y fray Juan de Alba logró conversiones masivas. El capitán Andrés de Ibarra a su vez tomaba la isla de Marbate.

Después ocuparon Mindoro, llave para la conquista de Luzón. En Mindoro rescató a los esclavos chinos con intención de establecer relaciones de amistad, una iniciativa que terminó por desplegar el comercio con China. Además limpió la costa de piratas islámicos que hostigaban a los indígenas, al tiempo que dejaba sellados con el rito de sangre pactos de vasallaje con los caciques locales. La fama de Legazpi, su empeño pacificador, llegaba a los últimos rincones del archipiélago.

ESTATUA DE MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

A finales de la primavera de 1569, desde Acapulco, con órdenes del virrey, arribaban en Cebú tres pataches: San Juan, Sancti Spiritus y San Lucas, de 80 a 40 toneladas de desplazamiento, al mando de Juan López de Aguirre. El San Lucas, el menor de ellos, llegó a hacer cuatro viajes para quedar luego al servicio de Legazpi, en el archipiélago. Estos cruceros continuos fueron perfeccionando el conocimiento del inmenso “lago español” en que estaba convirtiendo el océano. Por ejemplo, en los viajes de regreso a Acapulco, entre 1567 y 1571, se confirmó el itinerario por el norte, con aproximación a Japón, para navegar luego al este por los paralelos 37º a 40º, en función del estado de la mar y de la estación en la que se hicieses la ruta.

Esta pequeña flotilla llevaba a Diego de Legazpi, sobrino de Miguel López de Legazpi, otros parientes y la familia del maestre de campo Martín de Goiti, un número mayor de frailes agustinos y, como siempre, herramientas, armas y municiones. Solo que esta vez se incluían por primera vez, útiles de labranza. Los españoles estaban decididos a establecerse de forma permanente.

También traían documentos importantes: despachos reales que aprobaban sus acciones y un pliego de órdenes que le facultaban para ocupar todo el archipiélago y le dotaban de los títulos adecuados. Estos documentos nombraban a Miguel López de Legazpi como gobernador y capitán general de las islas Filipinas y adelantado de las islas de los Ladrones. Las razones de tardar casi cuatro años en sancionar la ocupación eran lógicas.

Los informes de preliminares facilitados por Urdaneta no parecían presentar una tierra muy rica. Además, por tratarse de miles de islas, arrecifes y atolones era complicado de ocupar y someter y, por último, podía suponer un coste administrativo y de gestión muy alto, ya que no se habían encontrado especias en cantidad y calidad como para merecer el esfuerzo de sostenerlas. Eso sin contar que parecían estar en la zona de demarcación portuguesa.

FUNDACIÓN DE MANILA

Sin embargo, aunque las razones que movieron al rey a decidirse por la ocupación fueron muy diversas, primaron las de orden meramente religioso, pues al monarca le repugnaba abandonar la posibilidad de convertir a miles de nativos. El rey Felipe II consideró el asunto de la forma siguiente: "¿Qué dirían los enemigos de España si, por no rendir metales ni riquezas, se privara a esas islas de la luz y de ministros que la prediquen?"

Aprovechando su experiencia en México, Legazpi organizó el sistema de encomiendas como en América, dispuso metódicamente la ocupación isla a isla de todo el archipiélago filipino, fundando bases y asentamientos, rehuyendo del uso de la fuerza en general, y solo apelando a ella en caso estrictamente necesario.

Gestionó una buena administración, disponiendo de un sistema de organización política basado en las instrucciones generales de Felipe II. Cada ciudad sería doble: una, intramuros, habitada por españoles; otra, extramuros, formada por indígenas; que se gobernarían por dos alcaldes, doce concejales y un secretario.

Solo quedaba el gran bastión de la isla de Luzón. Legazpi daba una gran importancia a Luzón como base, no sólo para la dominación del archipiélago, sino para una ulterior expansión comercial hacia China. Por eso, encomendó la conquista de Manila al capitán Juan de Salcedo y al maestre de campo Martín de Goiti.

Al mayor de los Salcedo, Felipe de Salcedo se le encargó una misión distinta: explorar al detalle el archipiélago de los Ladrones. Allí descubrió muy a su pesar las tormentas giratorias conocidas como "vaguíos", que le hicieron naufragar en Guam. Pero con el ingenio y la habilidad de los españoles de la época, los náufragos compraron unas piraguas a los nativos y con ellas regresaron a Cebú. Solo el capitán Andrés de Ibarra y su fragata, con 23 tripulantes a bordo, se perdieron en estos años de intensa actividad exploradora.

Para acabar con la flota del sultanato, era necesario provocar un combate naval donde los barcos españoles pudieran desplegar toda su fuerza artillera. Para ello, Legazpi logró reunir 20 galeotas ligeras, ideales para operar en el laberinto de islas al sur de Luzón, con las que los españoles pudieran sorprender a los islámicos en mar abierto. Poseían varios cañones pesados y mucha artillería menor, formada por versos y falconetes, armas giratorias devastadoras en los choques con el enemigo. Más rápidas y poderosas, las embarcaciones españolas alcanzaron a sus enemigos y, mediante el uso de la artillería y gracias a su superioridad en el cuerpo a cuerpo, 80 españoles barrieron a los musulmanes, que tuvieron 300 muertos y perdieron 10 caracoas.

FUERTE DE SAN PEDRO, EN MANILA

La fama de los españoles creció gracias a estas acciones, y el respeto a los "castilas" avanzó de isla en isla. En enero de 1570, Legazpi atacó con sus barcos la base pirata mora de Maburao, en Mindoro, que arrasó a cañonazos. Los supervivientes fueron alcanzados en Labang, donde capturó todas sus embarcaciones, utilizadas luego para reforzar la escuadra de patrulla con sede en Capiz. Entre ellos figuraban algunos notables por los que pidió rescate pagable solo en oro, lo que le permitió además conseguir buenos beneficios.

La guerra "corsaria" de Legazpi, basada en el poder de la artillería de sus barcos estaba literalmente barriendo de piratas en el mar de las Filipinas.

La búsqueda de un lugar más seguro que Cebú y Panay, donde existía una posible amenaza portuguesa y muy cerca de las rutas marítimas sarracenas, hizo que Legazpi a enviase a Goiti y Salacedo al puerto de Manila. Su misión era la evaluación del puerto como posible base comercial y militar, así como el grado de hostilidad de los nativos del Sultanato de Luzón.

La expedición para la conquista se componía de una potente flota de 17 barcos, la mayoría construidos ya en las Filipinas: una fragata, un junco, y quince paraos. Contaba con la participación de pequeños grupos de arcabuceros, los indios mejicanos y los auxiliares filipinos enemigos de los islámicos que les servían de guías y exploradores. En total, las fuerzas de Goiti se componían de 280 hombres que eran tanto arcabuceros o marinos, la mayor parte criollos novohispanos, un poderoso núcleo de guerreros tlaxcaltecas y de auxiliares indígenas.

En las cercanías de la isla de Mindoro, un junco de la flota de Goiti fue atacado por dos embarcaciones de piratas chinos de guerra, eran champanes poco artillados. Estos fueron rendidos por los disparos de los cañones y sus tripulantes capturados. En el breve combate, Goiti se apoderó de las naves con su cargamento de sedas, algodón, hierro, acero, cobre y porcelana. Cumpliendo las normas de Legazpi, los capturados fueron trasladados a Cebú para ser juzgados. Finalmente, fueron perdonados y puestos en libertad, y se les dejó marchar en uno de sus dos barcos para que llevasen las noticias del poder español a su tierra.

Uno tras otro, todos los asentamientos y puestos costeros fortificados fueron tomados. Sus defensores ejecutados o puestos en fuga. Las naves de pequeño calado rastrearon a fondo las ensenadas, bocas de los ríos y puertos del sur de Luzón. La armada de Goiti siguió hacia Manila agregando también a su flota un parao de nativos de Batangas, en la península sur de Manila.

manila filipinas escudo urdaneta legazpi grabado
ESCUDO DE ARMAS DE MANILA Y GRABADO DE MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

El 8 de mayo de 1570, la expedición fondeó en la bahía de Manila, en la parte de Cavite. Allí acamparon unas semanas con la intención de formar una alianza con los jefes musulmanes, así como la de mostrar a los residentes y a comerciantes de Borneo, China o Japón, sus deseos de colaboración.

Goiti marchó con sus soldados al interior de la isla, hacia Tondo, donde encontraron miles de defensores natales a las órdenes de tres régulos notables: Matandá (rajá de Manila), Solimán (rajá de Pampanga) y Lacandola (rajá de Tondo).

La principal fortaleza estaba protegida por 12 cañones. En ella consiguió entrar Goiti, acompañado de un intérprete.

Los ofrecimientos de paz fueron aceptados por el primero de estos rajás, realizando el pacto de sangre acostumbrado, pero no por los otros dos caciques locales, más jóvenes y vehementes.

En la bahía de Cavite, sin embargo, Goiti tenía otras intenciones y engañó a los habitantes del territorio al creer que sólo se quedaban durante un período corto.

El día 24 de mayo, estalló un virulento combate que duró tres horas y que terminó con una victoria rotunda de los españoles frente a los tagalos. La fortaleza fue tomada por solo 120 hombres en un audaz ataque por sorpresa, apoderándose de las piezas de artillería que inmediatamente fueron utilizadas contra los fugitivos. Luego, las embarcaciones que atacaban a la armada de Goiti fueron dispersadas a cañonazos. Lo mismo en las posiciones enemigas en la isla de Mindoro, que también fueron destruidas, y todas las barcas incendiadas. Goiti ejecutó a los prisioneros que no guardasen servidumbre al Reino de España y a Felipe II. El cacique local Matandá quedó en Manila como gobernador delegado de España, mientras Goiti y Salcedo continuaron su expedición a través del río Pasig.

Los combates junto al río Pasig fueron duros, pero la batalla definitiva se libró en la bahía de Bangkusay, frente al puerto de Tondo, donde los rajás rebeldes Solimán lograron reunir un fuerte contingente de nativos tagalos, que condujeron río abajo por el Pampanga.

Los barcos españoles, dirigidos por Martín de Goiti, recibieron la orden de ser fijados de dos en dos. Estos dio lugar a la formación de una masa sólida que parecía ser un blanco fácil, pero las canoas y praos nativos iban derechos a una trampa. Cuando las naves españolas, ya con el enemigo encima, estaban rodeadas y parecían atrapadas, Goiti ordenó abrir fuego casi a bocajarro. La brutal descarga acabó con el ataque de la débil flota indígena, desbaratando sus naves y poniendo a sus tripulantes en fuga. Durante la lucha murió uno de los rajás, el otro escapó a Pampanga. El 6 de junio de 1570, Manila estaba bajo control español.

Pero esta toma de la ciudad de Manila consiguió un levantamiento de tribus nativas en las islas adyacentes, generando una guerra de guerrillas durante los próximos diez meses. La expedición se fortificó en el área y erigió la fortaleza de Santiago.

Cuando la lucha se puso intensa, forzaron algunos españoles a buscar refugio en su flota, anclada en la bahía de Manila.

LANZAS Y CORAZA DE GUERRERO FILIPINO

Los españoles libraron una campaña brutal y sistemática destinada a acabar con cualquier resistencia indígena. Las operaciones navales de la flota de Martín de Goiti estaban combinadas por la incursión terrestre de la pequeña infantería de Juan de Salcedo, formada por arcabuceros que desembarcaban en la costa y se adentraban en el interior para someter a los nativos a la soberanía española.

Así conseguían controlar la costa con las naves, y destruir con su artillería cualquier fortificación que impidiese a las naves artilladas entrar en los ríos y ensenadas.

En los desembarcos, la superioridad de las tropas de Goiti se impuso sobre las de los nativos, debido al hábil uso de las armas blancas en los combates a corta distancia, donde el armamento euroamericano se mostró muy superior. Arrasaron sembrados y campos y concentraron a los indígenas en pueblos bajo su control directo, o más fáciles de vigilar.

En algunas zonas la forma de combatir era demasiado extraña para las costumbres europeas, como en la región de la laguna Bombín, en Mindoro, donde al asaltar un poblado encontraron los restos desollados de medio centenar de chinos despellejados vivos por los nativos de una forma brutal. Para castigar por su acción a los habitantes, cuando unos meses después la isla fue sometida a la Corona, se les impuso un fuerte tributo.

En enero de 1571, Legazpi llegaba a Manila. Varios meses más tarde, el 24 de junio de 1571 conseguía sofocar la rebelión y establecer un acuerdo de paz y colaboración con las autoridades nativas de Luzón. Los régulos y Legazpi celebraron un solemne pacto de sangre, cuyas celebraciones se prolongaron durante tres días.

Durante este tiempo, el régulo Matandá estableció una eficaz labor con los otros régulos, y la fama pacificadora de Legazpi hicieron que todos los rajás aceptasen igualmente el vasallaje español, que les permitía seguir gobernando bajo la condición de jefes súbditos.

Una escultura en piedra sita en Luzón representa el ritual, donde beben de una copa de oro la sangre vertida tras un corte en las manos. Este sería el último episodio importante de la conquista española de Filipinas.

MUSEO DE LA IGLESIA DE SAN AGUSTÍN DE MANILA

En agosto de 1572, moría repentinamente en esta ciudad el gobernador y general de las islas de Oriente, Miguel López de Legazpi y Gurruchategui. En su cofre particular solo se hallaban unas monedas, murió casi pobre porque toda su riqueza acumulada en Nueva España la había invertido en el proyecto de asentar la soberanía hispánica en el Oriente, una arriesgada aventura con la que pasó a la historia universal.

Entró en la gobernación de forma interina el alférez real Guido de Labezarri, quien preparó el terreno para el establecimiento de Manila como capital de Filipinas según los planes de Legazpi y confirmó las encomiendas creadas dicho el fundador, de las que muchas eran detentadas por vascos. La capitanía general de las islas de Oriente pasó a Martín de Goiti, que emprendió la conquista y colonización del resto de la isla de Luzón, ayudado por unos 300 hombres.

Entre los años 1571 y 1573, la zona de Manila no presentó grandes dificultades para Goiti, que exploró Pampanga y Pangasinan, y fundó varias ciudades. Solo Mindanao y Joló, islas del sur, quedaron fuera de la dependencia de la Monarquía hispánica.

Mientras tanto, Juan de Salcedo, demostró sus dotes militares en la toma de Cainta y Taytay. Llevaba a su servicio 80 soldados y alguna artillería. Unos doscientos pueblos del interior fueron ocupados casi todos después de fructuosas negociaciones. Tres meses antes de la muerte de su abuelo, comenzó la conquista de Bocos y Cagayán, las regiones más septentrionales de Luzón. En la parte de Pangasinán sorprendió a un junco chino cargado de esclavos nativos a los que concedió la libertad. Estos actos, norma permanente de Legazpi, dieron buenos frutos. El joven Salcedo supo sortear emboscadas de toda índole y luchar con valentía.

Para consolidar la ocupación de aquella extensa región estableció una base de apoyo, al norte, en Vigan, demarcación de Bocos. Previamente había convencido a los indígenas de la necesidad de su protección. Construyó un sólido fuerte donde dejó una guarnición bien armada con 27 soldados al mando del alférez Hurtado. Exploró las costas del norte de Luzón con sólo 17 soldados.

El 21 de agosto de 1572, regresaba a Manila después de haber naufragado y haberlo salvado los nativos. Fue cuando conoció la muerte de su abuelo.

MONUMENTO A LEGAZPI Y SU TROPA, EN TAGBILARAN (BARANGAY BOOL)

A comienzo de 1574, Manila sufrió el ataque de 3.000 piratas chinos y guerreros liderados por corsario Lim ah Hong, que sitió el Fuerte de Santiago. La defensa estaba liderada por el gobernador Labezarri y el general Goiti.

En la lucha murió el general Martín Goiti, también el alférez Pedro de Gamboa, muriendo además una parte de los españoles en la ciudad. Tuvo importante actuación el alférez real Amador Arriarán.

Las escasas fuerzas de Labezarri resistieron heroicamente hasta la llegada de algunos refuerzos llegados principalmente desde Vigan y Cebú.

Salcedo, tras explorar la zona ade Ilocos Sur, se trasladó a Manila donde descubrió que había caído en manos del invasor. Las fuerzas de Salcedo atacaron y redujeron a los piratas de Manila. Pero Lim ah Hong y sus supervivientes se retiraron a Pangasinan donde se fortificó en una isleta.

En 1575, el ejército de Salcedo marchó al norte a Pangasinan en la búsqueda de los piratas y los sitió durante tres meses. Vengó la pérdida de Goiti y resto de españoles dando muerte a Lim ah Hong y sus guerreros en el río de Pangasinan, quemándolos vivos, con sus barcos.

Dos embarcaciones chinas enviadas por el virrey de Fo-Kien en busca del pirata mencionado habían llegado a Pangasinan, al mando del capitán y embajador Pescung Aumón. La delegación china fue bienvenida por Salcedo primero y luego por Labezarri en Manila. Labezarri entregó al capitán Aumón 52 prisioneros apresados por los piratas en las costas de China, entre los que se contaban algunas mujeres principales por las que se interesaba el virrey de Fo-Kien. Este gesto del gobernador y los agasajos y regalos otorgados abrieron las puertas de China a la Gobernación española de Manila.

EL PACTO DE SANGRE

Aumón conduciría a la delegación diplomática española, nombrada por Labezarri, con el objetivo de entablar relaciones comerciales con China. Ya se conocían los preciosos artículos del Celeste Imperio por pequeñas embarcaciones apresadas años atrás en aguas filipinas. Esta delegación filipina estaba encabezada por el navarro Martín de Rada, continuada por Jerónimo Marín, Miguel de Loarca, Pedro Sarmiento y un intérprete chino llamado Sinsay. Se contaba también con el aprendizaje de esta lengua que ya había emprendido Rada, siendo obispo de Cebú, con la intención de misionar en China.

Conocida la noticia de la pacificación de Manila y de toda la isla Luzón por la Corte española, Felipe II dictaba la real orden desde el Monasterio de San Lorenzo del Escorial el 3 de julio de 1573, por la cual solicitaba la edificación de la nueva ciudad conforme al estilo español de la época. El propio Juan de Herrera diseñó un proyecto defensivo novedoso y original. La ciudad quedó dividida en dos partes: Intramuros, que sería una ciudad española, y Extramuros, que se convirtió en el hogar de los asiáticos.

La fundación de la nueva Manila desde la bahía del mismo nombre y el control de Luzón dieron nacimiento al Nuevo Reyno de Castilla, nombre adoptado por Legazpi.

23/10/2024

Cristóbal de Mondragón y Otálora


Capitán General del Ejército de Flandes, capitán General de las Provincias de Zelandia y de Limburgo, consejero de Guerra y presidente del Consejo de los Países Bajos

CRISTÓBAL DE MONDRAGÓN

Cristóbal de Mondragón y Otálora era natural de Mondragón, Guipúzcoa, donde nació en 1503. Algunas noticias señalan como lugar de nacimiento Medina del Campo y la fecha de 1504, figurando corrientemente en los textos como apellido materno el de Otálora. Con 18 o 19 años marchó a servir a Italia , siendo probable que asistiera más tarde a la empresa de Túnez (1535) y, de regreso en Lombardía, a las operaciones contra los franceses para la liberación de los Estados saboyanos. Cristóbal era entonces un simple soldado.

Llegó a Flandes en 1544 para participar en las guerras del emperador Carlos V contra Francisco I. Guerras que saldaría su hijo Felipe II al derrotarle en la batalla de San Quintín, en 1557, y en la de Gravelinas, en 1558; batallas a las que asistió como capitán de infantería valona. Cristóbal dominaba ya la lengua y, casado con una flamenca, estaba plenamente integrado en el país. Entonces, fue designado gobernador de aquella plaza, en 1561; su título sería "Gouverneur, prévôt et capitaine de Damvillers pour le roi d’Espagne".

En enero de 1568, el duque de Alba le expidió una patente para levar un tercio de 6 compañías de infantería valona, que tras la victoriosa campaña de aquel año, en que fue rechazada la invasión de Luis de Nasau, quedó de guarnición en Deventer.

En 1569, con todo su tercio se embarcó en Flessinga, formando la guardia de honor de la princesa Ana, hija del emperador Maximiliano, que viajaba a España para casar con Felipe II. La expedición desembarcó en Laredo y de allí marchó a la Corte. Visitó después Mondragón, antes de regresar a Flandes.

El duque de Alba le encargó levantar otro regimiento de infantería valona, también de 6 compañías, tras la toma de Brille por los confederados, más tarde aumentaría a 10 y 15 compañías.

MUERTE DE CARLOS DE BOISOT EN LUCHA CONTRA MONDRAGÓN

En 1575, eran ya 18 banderas, repartidas entre Breda, Berg-op-Zoom (Bergas), Sevenberghe, Steenberg (Estrembergue), la isla de Tholen (Tola), St. Martin, el dique Huesden y los fuertes frente a Gertruidenberg; totalizando dichas compañías unos efectivos de 2.620 hombres. En septiembre de 1575 tomaron parte en el asedio y toma de Zierickzée; poco antes, el habían pasado revista 2.992 oficiales y soldados, agrupados en 19 compañías.

Se distinguió en el sitio de Maastrich, tomada al asalto en 1579, razón por la que Mondragón fue enviado a España para informar al rey.

Felipe II le proveyó la importante castellanía de Gante, poco después, el duque de Alba le designaría capitán general de Zelanda. Cristóbal partió inmediatamente al socorro Middelburg, la capital de su gobierno, confiando la castellanía de Gante a su teniente Antonio Dávalos Maldonado, quien tras brava defensa, habría de rendirla a los rebeldes que la sitiaban en 1576.

MONDRAGÓN Y REQUESENS

Cristóbal se había visto comprometido a firmar otra capitulación: la suya, ante Guillermo de Orange, la primera que concedieron los españoles en Flandes, en la isla de Walcheren (Zelanda). Logró mantener la capital de la isla y de su gobierno, así como el castillo costero de Rammekens, hasta que la falta absoluta de bastimentos le obligó a capitular en 1574.

Al año siguiente, reconquistan las islas de Duiveland y Schouwen, también pertenecientes a su gobierno zeelandés, sublevadas en junio de 1574, que daría lugar a una de las más celebradas gestas de su tiempo: el vado del Escalda, el día de San Miguel de 1575.

En 1578, dirigió la ;toma de Limburgo y el castillo de Dalhem. Al año siguinte, participó en las tropas de Alejandro Farnesio en la toma de Maastricht después de 4 meses de asedio, que permitió a España recuperar el sur de los Países Bajos. Por ello, fue miembro del consejo de Alejandro Farnesio durante los años 1580-1581.

TOMA DE MAASTRICHT

En 1582, fue nombrado maestre de campo del Tercio Viejo de Sicilia, conocido después como Tercio de Mondragón, participó en la batalla de Gante contra el ejército del duque de Alençón así como en el sitio de Ninove, tomando el castillo de Linquerque.

Pero la mayor de las operaciones militares de esta época fue el sitio de Amberes, en 1584. Consiguió recuperar esta ciudad, con 20 bajas frente a las 1.600 del enemigo. Gracias a estas victorias, en 1585, la Monarquía hispánica volvía a dominar todo Flandes y Valonia.

En 1592, Mondragón retomó la lucha en Flandes, pero con un ejército muy escaso ya que el grueso estaba destinado en Francia, siendo nombrado gobernador de los Países Bajos, capitán general del ejército del Brabante y maestre de campo general de todo el Ejército de Flandes. En esta época toma los castillos de Verló y Turnahaut.

En octubre de 1595, el escaso ejército de Mondragón se enfrentó a orillas del río Lippe a las mucho más numerosas tropas de Mauricio de Nassau. Después de varios meses atrincherados y gracias a las labores de espionaje, Mondragón tendió una emboscada y sorprendió al ejército holandés, perdiendo la vida el conde Felipe de Nassau (primo de Mauricio) y capturando al conde Ernesto de Nassau. Esta derrota obligó a Mauricio a retirarse hacia Holanda.

Un mes después, Mondragón se retiró al castillo de Amberes, donde falleció al año siguiente después de 64 años de servicio en los Reales Tercios de Infantería española.

CRISTÓBAL DE MONDRAGÓN

La estirpe vizcaína del coronel Mondragón se prolongó al casarse su nieta Catalina con Juan de la Barrera y Mondragón, emparentando así sus descendientes con la muy antigua casa nobiliaria vizcaína de Murga, notoria en el señorío desde tiempos medievales.

16/10/2024

Leyenda de la ermita de Santiagomendi


La ermita de Santiagomendi está situada en Astigarraga. Es una de las más importantes referencias jacobeas del entorno guipuzcoano, ya que es lugar del paso en las peregrinaciones del Camino vasco del Interior hacia Santiago de Compostela.

Aseguran algunas fuentes legendarias que la construcción de la ermita de Santiagomendi se debió a una ingenua confusión de las gentes de la zona, que consideraron los numerosos fósiles de conchas hallados en el monte como restos del paso del Apóstol por aquel monte.

ERMITA DE SANTIAGOMENDI

12/10/2024

Francisco Hidalgo de Cisneros y Seijas


Teniente General de la Real Armada Española durante el siglo XVIII que tomó parte del auxilio de Melilla y Orán y los combates del cabo Sicié y del cabo Espartel

FRANCISCO HIDALGO DE CISNEROS Y SEIJAS

Francisco Hidalgo de Cisneros y Seijas era natural de Orio, Guipúzcoa, donde nació en 1721.

Comenzó a servir en la Armada española en 1738, enrolado en el cuerpo de guardiamarinas. Su primera acción de guerra tuvo lugar en combate de cabo Sicié o de Tolón, formando parte de la escuadra del general Juan José Navarro, embarcado en el navío El Real, contra la británica del almirante Mathews.

En el año de 1753, se le dio el mando del jabeque Valenciano, con el que cruzaba el Mediterráneo en misión de corso en la lucha contra los berberiscos.

Hidalgo de Cisneros se iría forjando como oficial de alto valor adaptándose al Reformismo borbónico de la Marina española y de la consecuente política expansiva del Imperio por el continente americano y los océanos.

Por su valía fue ascendido en 1770 a capitán de buque, iniciando singladuras de supervisión estratégica en las rutas entre el Atlántico y el Mediterráneo a través del Estrecho de Gibraltar.

En el año de 1774 se vuelve a dar el mando de una división de jabeques, yendo embarcado y como jefe en El Lebrel, con la que realiza con gran fortuna el auxilio a las plazas de Orán y Melilla.

En 1775 fue ascendido al grado de brigadier de la Armada, cargo con el que comenzó la segunda y difícil campaña del Norte de África frente a los buques corsarios argelinos. Se le correspondió con el mando de una división de jabeques, para combatir a los berberiscos y al transporte de tropas a la plaza de Orán. Por este hecho de armas se le concedió la cruz de Carlos III pensionada.

En muy duras condiciones llevó a cabo diversos transportes de tropas para la defensa de Melilla, a cuya plaza habían arrojado nueve mil bombas el ejército marroquí al mando del emperador de Marruecos, uniéndose luego a la flota del almirante Pedro González de Castejón en el ataque directo sobre la ciudad de Argel. Luchó luego en Argel con la Escuadra del almirante Pedro Castejón hasta 1781, dándosele entonces el mando del navío San Julián.

En estos combates mediterráneos fue convirtiéndose en la referencia de oficiales más jóvenes como su propio hijo Baltasar o el alavés Ignacio María de Álava.

A raíz del inicio de la Guerra de la Independencia norteamericana y la alianza de las coronas de España y de Francia con los sublevados, desde 1781 se le otorgó el mando de los navíos Vencedor y San Julián, manteniendo con ellos varios encuentros con los británicos, tanto en el Atlántico, como en el Mediterráneo, así como en la cobertura de los ataques sobre Gibraltar.

COMBATE DEL CABO ESPARTEL (1782)

Al mando del San Julián y a las órdenes del general Luis de Córdova, participó en el combate de cabo Espartel, el 20 de octubre de 1782. Este enfrentamiento naval se desarrolló entre una Flota hispano-francesa y una británica dirigida por el almirante Richard Howese, durante el Gran Asedio a Gibraltar y el marco de la Guerra de la Independencia de los Estados Unidos de América.

En 1789, fue ascendido a teniente general destinándole al cargo de jefe del Departamento de Cartagena en donde falleció en 1794. Año en el cual comenzaba a resquebrajarse el pacto histórico franco-español ante los sucesos pos-revolucionarios y tras dirigir varias operaciones contra intereses galos, esta vez en alianza con Gran Bretaña.

En 1790, fue ascendido a teniente general, participando en los combates iniciales de la Primera Coalición contra la Francia republicana. Falleció justo al final de la Campaña del Rosellón enfermo en Cartagena durante 1794.

Su hijo Baltasar Hidalgo de Cisneros llegó a ser jefe de Escuadra en la Armada española, participando en buenas parte de las acciones navales de guerra del último tercio del siglo XVIII, especialmente destacó en el combate de Trafalgar de 1805 al mando del navío Santísima Trinidad.

En 1813, fue nombrado comandante general del Departamento Naval de Cádiz y, en 1818, ministro de Marina y director general de la Armada, por último, fue designado capitán general del Departamento Naval de Cartagena, en cuyo cargo permaneció durante toda la Década Ominosa hasta su muerte en 1829.

06/10/2024

Apresamientos corsarios de Pedro Ignacio Goycoechea en 1740


El 6 de junio de 1740, el capitán Pedro Ignacio de Goycoechea, al mando de la fragata Nuestra Señora del Rosario, navegaba armada en corso al servicio del rey de España Felipe V. Se estaba desarrollando la Guerra del Asiento entre Espala e Inglaterra. Cuatro días antes de esta fecha, había sorprendido y apresado al mercante británico Dorotea, que navegaba desde la isla La Antigua hacia Londres con un cargamento de azúcar y aguardiente. El valor estimado de aquella presa rondaba los 20.000 pesos y había sido despachado hacia Pasajes.

Cerca del mediodía de dicho día, avistó otra posible presa que resultó ser el paquebote correo Tounshend de 12 cañones, con carga de oro y plata amonedados y con pliegos oficiales y que navegaba desde Lisboa con destino a Londres. El capitán del paquebote inglés, John Cooper, a la vista del corsario español, ordenó largar su gallardete y, puesto que mandaba uno de los buques más veloces de la flota británica, se entretuvo en disparar una andanada sin bala en tono de burla, ya que estaba seguro de no ser alcanzado.

PAQUEBOTE TOUNSHEND

La fragata española sin contestar a los disparos largó velas, ciñó el viento y se puso a la caza. Observando los ingleses, con la consiguiente sorpresa, que la fragata les alcanzaba, largaron bolina, lo que hizo igualmente la fragata española consiguiendo ponerse a tiro de cañón. Comenzó la función, que duró cerca de dos horas, y en la que el paquebote inglés salió con la popa destrozada.

Pero como ya se acercaba la noche, Pedro Ignacio de Goycoechea decidió acabar y abordó al paquebote, cuya tripulación, a pesar de su defensa, acabó rindiéndose.

En medio de la refriega un oficial inglés se acercó a la borda para arrojar los pliegos oficiales atados a una bala de cañón, lo que hizo a pesar de que los corsarios españoles le amenazaron de muerte si realizaba su intento. Vista la valentía del oficial se le perdonó la vida y se le trató con honores, junto al resto de la valerosa tripulación.

De esta manera, el corsario español pudo dirigirse a Pasajes con el paquebote inglés en conserva, satisfechos de haber servido al rey y de contribuir a su propio beneficio con la recompensa que les habría de tocar de los 90.000 pesos de la nueva presa.

FRAGATA NUESTRA SEÑORA DEL ROSARIO

02/10/2024

Sellos de navarros en la historia de España


Serie de sellos conmemorativos sobre personajes del Reino de Navarra relacionados con la historia de España, emitidos por Correos España y otras empresas de filatelia.


SANCHO VII GARCÉS EL FUERTE


RODRIGO XIMÉNEZ DE RADA


PEDRO DE URSÚA


MARTÍN DE REDÍN


SAN FRANCISCO DE JAVIER


HILARIÓN ESLAVA


PABLO SARASATE