1. FORMACIÓN DE LAS LENGUAS ROMANCES HISPÁNICAS
El antiguo latín que se hablaba durante la época de romanización en la Hispania peninsular sufrió una continua evolución, dando lugar a las diferentes lenguas romances como el gallego, el leonés, el castellano, el aragonés y el catalán, además del mozárabe, que pronto se perdió.
Las áreas geográficas en las cuales se hablaban estos romances no correspondían siempre a la extensión del territorio que representan estos topónimos. Por ello, para darles mayor precisión geográfica e histórica, se formaron los compuestos galaico-portugués, astur-leonés, navarro-aragonés, etc.
El antiguo latín que se hablaba durante la época de romanización en la Hispania peninsular sufrió una continua evolución, dando lugar a las diferentes lenguas romances como el gallego, el leonés, el castellano, el aragonés y el catalán, además del mozárabe, que pronto se perdió.
Las áreas geográficas en las cuales se hablaban estos romances no correspondían siempre a la extensión del territorio que representan estos topónimos. Por ello, para darles mayor precisión geográfica e histórica, se formaron los compuestos galaico-portugués, astur-leonés, navarro-aragonés, etc.
El primer testimonio escrito del castellano y el vascuence son las llamadas Glosas Emilianenses. Fueron escritas en el Monasterio de Yuso, en San Millán de la Cogolla (La Rioja), a finales del siglo X.
Pero el desarrollo del primero es coetáneo al de otras variantes romances, como el gallego y el catalán, y aún del aragonés y del leonés.
De las lenguas romances señaladas, el castellano fue extendiéndose, no por imposición de ningún poder superior, sino por una muy superior capacidad expansiva debida, al parecer, a sus características fonéticas y léxicas, flexibilidad sintáctica, simplicidad y aspecto innovador. Estas cualidades permitieron que llegase a ser la lengua común de todos los pueblos que conformaron la realidad conocida en el futuro como España. El hecho por el cual el castellano fuese la lengua del reino que mayor expansión geográfica alcanzó durante los últimos siglos de la Reconquista influyó de manera muy positiva en su hegemonía sobre las demás.
La lengua primaria de Vascongadas y el uso lingüístico básico y fundamental, es decir, el euskera ha sido el centro de organización de la vida vasca desde los orígenes, que se confunden con la génesis del pueblo. Pero el euskera, a lo largo de su historia, ha convivido siempre estrechamente con otras lenguas y la sociedad vasca ha estado definida habitualmente por una pluralidad lingüística.
Durante la Edad Media no ha habido "lenguas nacionales", ya que no existían naciones. Los romances surgieron sobre una base latina, en un largo proceso evolutivo en el que intervinieron distintos factores históricos y literarios, entre otros. En todos los territorios que estuvieron bajo la férula de Roma, el latín era generalizado en su uso como lengua culta, la de la iglesia, la del pensamiento, la de ciertas formas de poesía e historia, y solo a partir de cierto momento, se puede decir que aquello ya no es latín, sino romance. Durante siglos, las lenguas vernáculas convivieron con el latín. Luego todos los pueblos adoptaron o aceptaron, el romance como la lengua común, conservando los vascos el euskera como su lengua primitiva.
La lengua primaria de Vascongadas y el uso lingüístico básico y fundamental, es decir, el euskera ha sido el centro de organización de la vida vasca desde los orígenes, que se confunden con la génesis del pueblo. Pero el euskera, a lo largo de su historia, ha convivido siempre estrechamente con otras lenguas y la sociedad vasca ha estado definida habitualmente por una pluralidad lingüística.
Durante la Edad Media no ha habido "lenguas nacionales", ya que no existían naciones. Los romances surgieron sobre una base latina, en un largo proceso evolutivo en el que intervinieron distintos factores históricos y literarios, entre otros. En todos los territorios que estuvieron bajo la férula de Roma, el latín era generalizado en su uso como lengua culta, la de la iglesia, la del pensamiento, la de ciertas formas de poesía e historia, y solo a partir de cierto momento, se puede decir que aquello ya no es latín, sino romance. Durante siglos, las lenguas vernáculas convivieron con el latín. Luego todos los pueblos adoptaron o aceptaron, el romance como la lengua común, conservando los vascos el euskera como su lengua primitiva.
LOS INTELECTUALES DE MI ALDEA, POR VALENTÍN DE ZUBIAURRE |
2. IDIOMA CASTELLANO MEDIEVAL EN VASCONGADAS
Algunos de los hábitos articulatorios y ciertas particularidades gramaticales del euskera ejercieron poderosa influencia en la formación del idioma castellano por dos motivos:
1. el Condado de Castilla se fundó en un territorio de influencia vasca, donde parte de sus habitantes hablaban el euskera, en un momento en el cual este romance estaba en formación.
2. la participación de vascos y navarros en la Reconquista y repoblación peninsular en el Reino de Castilla.
Por tanto, el castellano fue una lengua románica surgida en la Reconquista con una acusada influencia del euskera, que cualquier otro romance no consiguió.
Su origen se encuentra en el habla de los vascos romanizados de Cantabria, norte de la provincia de Burgos, franja occidental de Álava colindante con la provincia de Burgos y los habitantes de la comarca vizcaína de las Encartaciones. Estas tierras en la época romana estaban habitadas por las tribus celtas de várdulos y autrigones. Su cercanía con la meseta, que desde épocas neolíticas fue foco cultural de las nuevas técnicas y costumbres, conseguiría que se irradiara el latín y la cultura romana con más fuerza. De la Romanización de los autrigones y várdulos surgiría el actual pueblo de Castilla y su lengua, el castellano. Pero esta lengua romance se diferencia de las demás gracias a la gran aportación que ejerció sobre ella el pueblo vasco y el euskera.
PESCADORES DE BERMEO, POR AURELIO DE ARTETA |
3. LENGUA ROMANCE DE NAVARRA: EL NAVARRO-ARAGONÉS
El navarro-aragonés era una lengua romance hablada en el valle del Ebro durante la Edad Media, anterior al castellano, con reductos actuales en el Pirineo aragonés, conocidos como aragonés y préstamos en el castellano de las actuales La Rioja, Comunidad Foral de Navarra (primordialmente la variante hablada en La Ribera de Navarra), Aragón y Comunidad Valenciana, con diferentes gradaciones.
Tuvo su origen en el latín vulgar, sobre un acusado sustrato vascón. Evolucionó del latín vulgar en la zona comprendida entre la Rioja Alta y la Ribagorza, provincia de Huesca, zonas bajo influencia vasca. La lengua recibió, en su período medieval, la denominación entre los lingüistas de navarro-aragonés, por abarcar los romances afines aragonés y navarro, así como el riojano.
La expansión del Reino de Navarra sobre tierras musulmanas y cristianas, con la consiguiente repoblación con cristianos de Navarra, llevaría consigo el idioma por todo el territorio conquistado. La anexión por el Reino de Navarra de los condados aragoneses supuso una importante influencia de la lengua navarro-aragonesa sobre los territorios posteriores de la Corona de Aragón.
Como es natural, por su extensión geográfica y la diferente evolución histórica de Navarra y Aragón, con períodos de unión y separación monárquica, el navarro-aragonés no presenta uniformidad absoluta. Menéndez Pidal e Yndurain ya señalaron algunas diferencias. Éstas han sido realzadas más tarde por Alvar y otros lingüistas navarros.
En todo caso, se trata sólo de matizaciones dentro de la unidad lingüística general. Estas diferencias se centran en las grafías qu > co, quo (coatro, quoatro), gu > go, gu (jegoa, yegua), representadas en aragonés comúnmente por qua, gua, y en la forma de escribir el sonido actual ñ, que en navarro era yn, inn e ynn (seinnor, seynnor), mientras que en aragonés se usaba ny, nni, ng, nn.
A estas diferencias se añade a veces la conservación del grupo mby la forma del sufijo -mente, las cuales, aun siendo características del navarro, no son privativas de él, pues existen también en aragonés, junto a las soluciones comunes m, -miente, -mientre, -mient, -ment.
Son, pues, pocas las diferencias. Por lo tanto, se puede seguir diciendo que el navarro-aragonés representa la unidad general básica de la lengua romance hablada y escrita en Navarra y Aragón conjuntamente desde el siglo X al XV.
CHISTULARIS |
4. LENGUAS ROMANCES EN EL PAÍS VASCO
Al caer el Imperio Romano, el antiguo latín evolucionó en los territorios de la Hispania post-romana, dándose una sucesión de varios idiomas románicos en el norte de España, desde el este, con el gallego, hasta el oeste, con el catalán, en el que participó el Románico vasco.
María Teresa Echenique considera que siempre hubo un cierto bilingüísmo vasco/romance en la zona de habla euskérica, lo que facilitaría los contactos. Echenique habla de un continuum en los idiomas románicos del norte de España en el que participaría el románico vasco. De hecho, hasta época reciente se documenta en el País Vasco un romance que ha sido calificado de "criollo", en el que se mezclan palabras en castellano y en euskera, incluso cuando los hablantes consideran que están hablando castellano.
El castellano es una lengua romance del grupo ibérico, originada en el Condado de Castilla, en las actuales provincias de Burgos, Vizcaya y Álava, y más tarde Reino de Castilla, que incluía aproximadamente la actual Provincia de Burgos, la totalidad de la Comunidad Autónoma de Cantabria y parte de las Comunidades Autónomas del País Vasco y La Rioja, cuyo centro es la zona de la Bureba, donde se halla el corredor de la Bureba, paso obligado para acceder desde el norte peninsular a la meseta ibérica. En esta área se supone que se hablaba euskera habitualmente en el siglo V, cuando se empezó a considerar una lengua bárbara y el latín como lengua propia de la cristiandad.
El latín era hablado y escrito por las clases cultas, como lengua de Estado transmisora de cultura escrita. En cambio, el euskera lo mantenían popularmente en zonas rurales, era solamente un "habla", pues no se manifestaba escrito, y se reforzaba por las repoblaciones con "navarros" durante la Reconquista. Por ello, no es extraño que los primeros textos en lengua romance que se conocen, los Cartularios de Valpuesta, del siglo IX (Burgos), como las Glosas Emilianenses, de finales del siglo X (La Rioja), incluyan nombres personales y frases en euskera.
Hoy está claro que parte del actual País Vasco forma parte de la cuna del español o castellano y no sólo la Álava castellana u occidental, sino también las Encartaciones de Vizcaya.
Como ha demostrado en una voluminosa tesis doctoral I. Echeverria Isusquiza:
"Las Encartaciones parecen corresponder, a la llegada de los romanos, a la parte ya indoeuropeizada de la Península, de modo que, lejos de ser éste un espacio castellanizado más o menos recientemente, su lengua romance habría surgido sin interrupción de la evolución lingüística de ámbito ya indoeuropeo a la llegada de los romanos."
5. PRIMEROS TEXTOS EN ROMANCES HISPÁNICOS
La primera constancia escrita del navarro-aragonés y del vascuence está en las Glosas Emilianenses, surgido en el Reino Navarroaragonés, a principios del siglo XI. Son pequeñas anotaciones manuscritas realizadas en las lenguas latín, romance y euskera medieval, entre líneas o en los márgenes de algunos pasajes del códice latino Aemilianensis 60. Su nombre se debe a que fueron compuestas en el Monasterio de San Millán de la Cogolla (Millán o Emiliano procede del latín Aemilianus), perteneciente a la región de La Rioja y, por aquel entonces, parte del Reino de Navarra.
Se consideró como primer testimonio escrito de un dialecto romance hispánico, embrión o ingrediente básico del complejo dialectal que conformó el castellano, es decir, la lengua que ya hablaba por entonces el pueblo llano. Son más de mil glosas de las cuales unas cien están en romance, además, dos de ellas están escritas en lengua euskera.
Las dos breves glosas en lengua vasca son el testimonio escrito no epigráfico más antiguo del euskera del que se tiene noticia. La aparición de restos en euskera y la abundante toponimia de la región en dicha lengua son muestras de que estas glosas debieron ser escritas en zona de contacto lingüístico vasco-románico.
Los Cartularios de Valpuesta son una serie de documentos que van desde el año 804 hasta el 1200, y que serían el primer testimonio escrito del que se tiene noticia de un dialecto romance hispánico (si bien no hay consenso entre los expertos acerca de su autenticidad).
Escritos en el Monasterio de Santa María de Valpuesta (Burgos), se trata de manuscritos en los que se copiaron las escrituras originales (privilegios, derechos, títulos de propiedad y en general, documentos) de los archivos de la corona, de obispados, monasterios, iglesias, localidades o de personas privadas, con objeto de conservar, previamente autentificados, sus respectivos derechos, en caso de pérdida de sus originales. En estos primeros textos en latín se entreven algunas palabras con fonética claramente castellana; pero los primeros textos escritos plenamente en castellano no aparecen hasta el 1200.
El estatuto de autonomía de Castilla y León los menciona en su preámbulo como uno de los primeros testimonios escritos en lengua castellana. Por ello, Valpuesta (sito en el valle de Valdegovía, Burgos) al igual que San Millán de la Cogolla, se atribuye el título de "Cuna del Castellano".
La presencia de patronímicos vascos es abundante: Anderkina ("pequeña señora"), Enneco ("mi pequeño"), Ozoa ("el lobo"). Se utiliza el euskera en expresiones: mie ennaia ("mi hermano"). Palabras de parentesco: eita (padre), ama (madre), ennaia (hermano), amunnu (abuela). Palabras de respeto como Anderazu ("anciana señora" con el significado de "doña") que se encontrarían posteriormente, en los textos riojanos del siglo XI. Así como topónimos vascos de la zona: Margalluli, Yrola, Zopillozi, etc.
Las Glosas Silenses son comentarios en lengua romance peninsular realizados por copistas medievales en los márgenes de un texto en latín. Datan de finales del siglo XI y, al igual que las Glosas Emilianenses o los Cartularios de Valpuesta, su finalidad es aclarar los pasajes oscuros del texto latino. Se encontraron en el archivo del monasterio de Santo Domingo de Silos, de donde procede su nombre, en la región española de Castilla y León. Sin embargo, estas glosas pueden ser sólo copias cuya versión original fuera muy anterior, probablemente poco posterior al manuscrito latino que contiene las glosas de San Millán, que puede ser también el lugar original de su procedencia.
La primera constancia escrita del navarro-aragonés y del vascuence está en las Glosas Emilianenses, surgido en el Reino Navarroaragonés, a principios del siglo XI. Son pequeñas anotaciones manuscritas realizadas en las lenguas latín, romance y euskera medieval, entre líneas o en los márgenes de algunos pasajes del códice latino Aemilianensis 60. Su nombre se debe a que fueron compuestas en el Monasterio de San Millán de la Cogolla (Millán o Emiliano procede del latín Aemilianus), perteneciente a la región de La Rioja y, por aquel entonces, parte del Reino de Navarra.
Se consideró como primer testimonio escrito de un dialecto romance hispánico, embrión o ingrediente básico del complejo dialectal que conformó el castellano, es decir, la lengua que ya hablaba por entonces el pueblo llano. Son más de mil glosas de las cuales unas cien están en romance, además, dos de ellas están escritas en lengua euskera.
Las dos breves glosas en lengua vasca son el testimonio escrito no epigráfico más antiguo del euskera del que se tiene noticia. La aparición de restos en euskera y la abundante toponimia de la región en dicha lengua son muestras de que estas glosas debieron ser escritas en zona de contacto lingüístico vasco-románico.
Los Cartularios de Valpuesta son una serie de documentos que van desde el año 804 hasta el 1200, y que serían el primer testimonio escrito del que se tiene noticia de un dialecto romance hispánico (si bien no hay consenso entre los expertos acerca de su autenticidad).
Escritos en el Monasterio de Santa María de Valpuesta (Burgos), se trata de manuscritos en los que se copiaron las escrituras originales (privilegios, derechos, títulos de propiedad y en general, documentos) de los archivos de la corona, de obispados, monasterios, iglesias, localidades o de personas privadas, con objeto de conservar, previamente autentificados, sus respectivos derechos, en caso de pérdida de sus originales. En estos primeros textos en latín se entreven algunas palabras con fonética claramente castellana; pero los primeros textos escritos plenamente en castellano no aparecen hasta el 1200.
El estatuto de autonomía de Castilla y León los menciona en su preámbulo como uno de los primeros testimonios escritos en lengua castellana. Por ello, Valpuesta (sito en el valle de Valdegovía, Burgos) al igual que San Millán de la Cogolla, se atribuye el título de "Cuna del Castellano".
La presencia de patronímicos vascos es abundante: Anderkina ("pequeña señora"), Enneco ("mi pequeño"), Ozoa ("el lobo"). Se utiliza el euskera en expresiones: mie ennaia ("mi hermano"). Palabras de parentesco: eita (padre), ama (madre), ennaia (hermano), amunnu (abuela). Palabras de respeto como Anderazu ("anciana señora" con el significado de "doña") que se encontrarían posteriormente, en los textos riojanos del siglo XI. Así como topónimos vascos de la zona: Margalluli, Yrola, Zopillozi, etc.
Las Glosas Silenses son comentarios en lengua romance peninsular realizados por copistas medievales en los márgenes de un texto en latín. Datan de finales del siglo XI y, al igual que las Glosas Emilianenses o los Cartularios de Valpuesta, su finalidad es aclarar los pasajes oscuros del texto latino. Se encontraron en el archivo del monasterio de Santo Domingo de Silos, de donde procede su nombre, en la región española de Castilla y León. Sin embargo, estas glosas pueden ser sólo copias cuya versión original fuera muy anterior, probablemente poco posterior al manuscrito latino que contiene las glosas de San Millán, que puede ser también el lugar original de su procedencia.
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