Por su situación geográfica al occidente del País Vasco y su costa cantábrica al norte, sin límite fronterizo con Francia o con Navarra, la evolución de Vizcaya durante la Edad Media ha sido muy distinta de sus otras dos provincias hermanas, Álava y Guipúzcoa, con notorias diferencias entre ellas, a su vez.
Es posible que por esa evolución diversa, las gentes de
Vizcaya se hayan considerado más vizcaínos que vascos, y que por eso el
etnónimo de "vizcaíno" fuese atribuible a todos los vascos de las tres provincias
durante las Edades Media y Moderna. De hecho, el movimiento nacionalista vasco
llegó a englobar todo lo referido a la etnia vasca con el etnónimo "bizcaitarra".
El texto más antiguo conocido que menciona el nombre
de Vizcaya, como en los casos alavés y guipuzcoano, es la Crónica de
Alfonso III el Magno, en el año 883, refiriéndose al extremo oriental
de sus dominios del Reino de Asturias. Al iniciarse la Reconquista,
parte de los territorios de la actual Vizcaya quedaron bajo la influencia del
Reino de Asturias, estos eran las zonas de Carranza, Sopuerta y el oeste del río Nervión, y habían sido repoblados con huidos de la invasión musulmana mientras
que en la Vizcaya nuclear no se registraron asentamientos de este tipo. No se
sabe bajo que jurisdicción estaban los demás territorios vizcaínos.
Es probable además que en Vizcaya tuviera lugar en
aquellas fechas algún significativo y sangriento enfrentamiento armado por
motivo de impuestos entre la nobleza local y el señor feudal vizcaíno Ordoño,
el hermano del rey de Oviedo. Décadas más tarde, en 867, el rey asturiano Alfonso
III tuvo que dominar a los vascones de estas tierras, que se negaban a
pagar impuestos dirigidos por el conde Eylo. La Crónica de
Sampiro describe así este hecho:
"Llegó un mensajero desde Álava, anunciando que sus corazones se habían inflado contra el rey: oído lo cual, el monarca dispuso marchar hacia allí. Impulsados por el pavor que les produjo su llegada, rápidamente reconocieron sus obligaciones y suplicantes bajaron ante él sus cabezas y prometieron que permanecerían fieles a su reino y a su autoridad, y que harían lo que les fuese ordenado. De este modo sometió a su poder a una Álava tendida ante sí, y a Eylo, que se presentaba como su conde, se lo trajo para Oviedo cargado de hierros."
Los límites geográficos no han sido siempre los mismos. En los llamados Votos de San Millán, otorgados por el conde castellano Fernán González, en 938, se establecieron en la ría de Deva; y en 1027, Llodio, Oquendo y Ayala se apartaron del Señorío de Vizcaya, lo que hizo también el valle de Aramayona, en el siglo XV. Más tarde, se separaron el valle de Mena y las villas de Castro-Urdiales y Limpias.
Durante los primeros siglos de la formación
territorial, Vizcaya era un conjunto de pequeñas unidades tribales que los
historiadores llamaron Repúblicas, sin unión política alguna de ellas. Con el
tiempo se fueron estableciendo 4 entidades político-administrativas diferentes:
la Vizcaya nuclear (Tierra llana), el Duranguesado,
las Encartaciones y Orduña.
Esta división fue sufriendo cambios. La población se
esparcía en caseríos aislados de los que sólo algunos se agrupaban en torno a
la iglesia. Estas entidades menores se llamaban por ello Anteiglesias (Eleizaldiak).
Entonces, las tierras de la Vizcaya nuclear estaban
comprendidas entre los ríos Ibaizabal y Deba, y comprendían las siguientes
merindades: Arratia, Bedia, Busturia, Marquina, Uribe, Zornoza, Durango y
Orizco. Lo que sería el Señorío, se estaba formando al principio como un dominio
jurisdiccional, con un jefe o señor feudal en manos de dos familias los Haro y
los Ladrón: el señor de Vizcaya.
Desde Vizcaya se repobló y llenó de castillos la zona
que había quedado desierta tras la invasión árabe desde las orillas del Ebro
hasta los montes de Oca, la Bureba y Villarcayo, conocida hasta entonces con el
topónimo de Vardulia: las tierras de Amaya y el norte de Burgos.
Una repoblación que partió también de las tierras vecinas de Cantabria y que
siguió luego hasta el Duero. Es la Castilla que describió el Poema de
Fernán González:
"Entonces era Castiella pequeño rincón,
era de castellanos montes de Oca mojón
e de la otra pare Hituero (Fitero) en fondón."
era de castellanos montes de Oca mojón
e de la otra pare Hituero (Fitero) en fondón."
Ya los Anales Complutenses reconocen
que el año 784, reinando Mauregato en Asturias, repoblaron las primeras tierras
del Condado de Castilla los montañeses de Malacouria (topónimo de origen vasco
como Málax, Mallavia, Málzaga, etc; y Goicuria, Echazuria, Ellacouria, etc.).
Confirma también la repoblación de vizcaínos las 190 toponimias vascas que
existen en el partido burgalés de Belorado.
También la Crónica de Alfonso III menciona
los repoblamientos que tuvieron lugar en época de Alfonso I y explica que el
territorio vizcaínos no fue afectado por éstas. Literalmente dice que:
"Álava, Vizcaya, Alaone y Orduña fueron siempre poseídas por los suyos del mismo modo que Hayo, Pamplona y La Berrueza."
Todos estos hechos, además de otras circunstancias,
explican la íntima conexión entre Vizcaya y Álava con las que los cronistas
llaman "primera y segunda línea de castillos fronterizos", es decir, el núcleo
de Castilla la Vieja (Vardulia), y de ello se deriva la unión personal y
política que se fue produciendo durante la Baja Edad Media entre el Señorío de
Vizcaya y el Reino de Castilla.
La genealogía de los condes y señores de Vizcaya desde
principios del siglo XI hasta que el Señorío se incorporó al Reino de Castilla
de forma definitiva a fines del siglo XIV, comprende doce generaciones y
múltiples enlaces. El primer señor feudal fue López Fortun (870-909)
por haber expulsado a los moros de Lara, en 905.
La siguiente ocasión en la que se menciona el topónimo de Vizcaya fue en el Códice de Roda, escrito en el año 990, donde se relató la boda entre Velazquita Sánchez, hija del rey pamplonés Sancho I Garcés, y un tal Munio Velaz, hijo de López Fortun.
A partir del siglo XI, son más frecuentes los datos documentales sobre este territorios, adquiriendo un personalidad política propia y una vinculación política a la Monarquía pamplonesa primero, y castellana después.
Tras la anexión del Condado de Castilla por Sancho III el Mayor en 1029, Vizcaya quedaba bajo la influencia política del Reino de Pamplona.
En 1040, era conde de Vizcaya y del Duranguesado Íñigo
López Ezquerra, que fue también conde de Álava y Guipúzcoa. Estaba casado
con Toda Ortiz, hija del señor de las Asturias de Santillana Diego
Álvarez, y rendía vasallaje al entorno de Sancho IV Garcés de
Pamplona. En ese momento, Vizcaya sería un condado del Reino pamplonés, pero
su conde sería ad imperandum, no ad possidendum, lo que
implica que el poder real habría sido delegado en la persona del conde, por lo
que Íñigo López sería conde en Vizcaya, no conde de Vizcaya. Aunque los
condados podían convertirse en hereditarios, siempre sería por la voluntad del
rey. En 1072, Íñigo López Ezquerra dejó de firmar como conde y empezó a
llamarse señor de Vizcaya, título que él mismo convertiría en hereditario.
Cuando en 1076 moría el rey pamplonés Sancho IV el
de Peñalén, el conde de Vizcaya se hacía llamar Consul de Gratia Dei
totius Vizkaie comes (Cónsul por la gracia de Dios de todo el condado
de Vizcaya). Ese año daba comienzo la guerra entre Alfonso VI de
León y Sancho I de Aragón y V de Navarra, entonces Vizcaya giró su vinculación
política de Pamplona hacia León. No solo Vizcaya, también Álava, Guipúzcoa y La Rioja se inclinaron por el monarca leonés.
López Ezquerra entregó al rey leonés la fortaleza de
Bilibio, de la que era dueño y que era la llave de toda La Rioja, unió sus
huestes a las del leonés ayudándole a conquistar La Rioja. En agradecimiento, el rey le permitió conservar sus posesiones de Bilibio y, a cambio de Nájera,
de la que Íñigo también era señor, le prometió respaldar sus ambiciones sobre
el Duranguesado, Álava y parte de Guipúzcoa. El conde de Vizcaya se había situado bajo la influencia política del rey leonés Alfonso VI, pasando de esta forma a vincularse con Castilla. Vizcaya, Álava, parte de
Guipúzcoa y La Rioja se inclinaron por el monarca leonés. En agradecimiento fue
nombrado primer señor de Vizcaya con carácter hereditario.
En 1077, moría Íñigo López Esquerra, sucediéndole su hijo Lope Íñiguez, quien reunió en sus manos el Señorío de Vizcaya, el Condado de Álava y la Tenencia de Guipúzcoa que mantuvo hasta el año 1093.
Diego I López de Haro el Blanco fue el siguiente señor de Vizcaya desde 1093 hasta 1124. Este adquirió la tenencia de Haro pasando a añadir el locativo de este territorio a su apellido. Sostuvo a la hija y sucesora de Alfonso VI de León, la infanta Urraca, en su enfrentamiento con su marido Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona. Esta ayuda de Diego I de Haro fue prolongada al rey Alfonso VII de León en su pugna contra el rey Batallador.
Como recompensa a su lealtad y fidelidad, en 1110, Diego I obtuvo de la reina Urraca de Castilla la
propiedad y la jurisdicción total sobre el Señorío, incluyendo los casos de
justicia real, con lo que Vizcaya se constituye como un estado vasallo de
Castilla.
En 1124, fue derrotado Diego I por las tropas de Alfonso
I el Batallador. La Vizcaya nuclear volvía a
estar bajo órbita navarra en el marco de las guerras que se dieron a raíz de la
ruptura matrimonial de la hija de Alfonso VI de León y Castilla, Urraca, con el
rey aragonés. Con ello Vizcaya pasaba a vincularse políticamente bajo el reino
Alfonso, el cual puso al frente del señorío a Ladrón Íñiguez, uno
de los más poderosos nobles de la Corte pamplonesa.
A su muerte en 1155, le sustituyó su hijo Diego
Vela Ladrón, quien también fue señor de Álava y Guipúzcoa, que gobernó
durante los reinados de Alfonso I, García Ramírez y Sancho VI el Sabio.
En 1173, Alfonso VIII de Castilla
atacó el Reino de Pamplona de Sancho VII el Fuerte, y un año
después falleció Vela Ladrón. Este momento de debilidad fue aprovechado por monarca castellano para ocupar Vizcaya y restituir a los Haro al frente del señorío, en
la persona Diego II López de Haro el Bueno, como nuevo señor
de Vizcaya en 1179, nieto del último conde de Vizcaya.
La nobleza vizcaína, muy
en desacuerdo con la Corte pamplonesa y con la autoridad de sus señores,
apoyaron la entrada de la nueva dinastía señorial de los Haro y, como
consecuencia, la Vizcaya nuclear y las Encartaciones cambiaron su vinculación
política hacia el Reino de Castilla. Diego II se convirtió en el señor de un
señorío jurisdiccional, patrimonial y hereditario.
Pero tres años antes, en 1176, Navarra y Castilla
firmaron la paz con un laudo arbitrado por Enrique II de
Inglaterra que delimitaba las fronteras de los reinos, quedando Vizcaya dentro
de Navarra. El laudo fue ratificado en 1179, cuando se hicieron unas divisiones
más detalladas de las fronteras. La margen izquierda del Nervión y la raya con
el río Bayas quedaron en Castilla, mientras que Vizcaya, el Duranguesado y
Álava casi entera en Navarra, sin embargo había cierta indefinición porque
Vizcaya que pertenecía a Navarra era gobernada por un vasallo del rey de
Castilla. Por sorpresa, Diego II se pasó al bando navarro, donde permaneció
hasta 1183, cuando el rey castellano le ofreció el título de alférez de su
corte, título que le fue retirado tras el desastre sufrido en la batalla de
Alarcos frente a los almohades, en 1195. Para tratar de congraciarse con el rey
de Castilla, Diego II le ayudó en la conquista de Álava en 1200, de la
que fue nombrado señor, pero este hecho no les acabó de reconciliar ya que al
año siguiente pasó de nuevo al servicio de Navarra, a la que fue leal hasta
1206, año en que volvió ya definitivamente a la Corte castellana como alférez
real de Castilla.
En la batalla de las Navas de Tolosa contra
los moros en 1212, Diego II López y su regimiento de vizcaínos, conformarían la
vanguardia de ataque del ejército cristiano. Como recompensa, Alfonso VIII
le otorgó el Duranguesado para incorporarlo al Señorío.
En estos últimos siglos de la Edad media, las
Encartaciones continuaban bajo el dominio del Reino de Castilla y se fueron
incorporando en diferentes fases al Señorío de Vizcaya: Santurce y Solajuela lo
hacen en el siglo XI, Somorrostro y Carranza en el XVII, Lanestosa en el XIII y
Valmaseda en el XIV. Y Orduña pasó a ser vizcaíno definitivamente en el siglo
XV. Estos territorios conservaron sus instituciones y peculiaridades.
Desde la entrada de Diego II López en 1179 y hasta
casi doscientos años después se fueron sucediendo señores del linaje de los
Haro, entroncados con los Núñez de Lara y estableciendo múltiples enlaces con
la familia real de Castilla hasta el rey Juan I (finales del siglo XIV), a cuya
corona se unió definitivamente Vizcaya. El Señorío permanecería, con alguna
excepción en Diego III López de Haro, ya siempre en la órbita
castellana, pero sin llegar a integrarse del todo en el reino. En 1370, el
infante Juan de Castilla heredó el Señorío de su madre Juana Manuel de
Lara, mujer de Enrique II de Castilla y biznieta de Diego III
López de Haro.
Los
acontecimientos del siglo XIV resultaron cruciales para la
incorporación del Señorío de Vizcaya al realengo castellano. La
vinculación política debía basarse en el pacto, es decir, había
de constituirse con un carácter contractual. A su vez, los señores
debían jurar una relación de vasallaje con los reyes.
Hacia
1300 el Señorío estaba en manos de Diego V López de Haro el Intruso, hermano de Lope Díaz III de Haro, quien fuera asesinado
por Sancho IV en Alfaro. El dominio de Diego lo discutía María Díaz
de Haro, hija del asesinado y hermana de Diego IV López de Haro,
muerto sin sucesión un año después que su padre.
Según la
Crónica de Fernando
IV, tras un largo
pleito que interesó a gran parte de la nobleza castellana se acordó que Diego López V retendría el Señorío
hasta su muerte. Después, el título de señor de Vizcaya recaería en su sobrina María I Díaz de Haro,
casada con el infante Juan de Castilla, hijo de Alfonso X el Sabio. Seguía la estrategia de unión matrimonial entre la Casa real castellana y la Casa señorial vizcaína.
El gobierno de María Díaz se prolongó hasta 1334,
siendo sustituida por su nieta María II Díaz de Haro, que
había contraído matrimonio con Juan IV Núñez de Lara. Aquel mismo
año el rey Alfonso XI, cuyo objetivo fue siempre el de controlar a
la nobleza, entró en el Señorío para castigar las rebeldías de
Juan Núñez, apropiándose del título de Señor de Vizcaya.
Esta
intervención militar pudo contribuir a fortalecer en Vizcaya el
sentimiento de que la autoridad del señor se basaba en el pacto de
vasallaje de los hidalgos vizcaínos respecto al rey, idea que por
otra parte reflejaba las corrientes de teoría política imperantes
en Europa durante este período.
Sin embargo, en 1338, María II Díaz y Juan IV Núñez aparecían ejerciendo como señores de Vizcaya hasta 1352, año de su fallecimiento. El título recayó en
Juana Núñez de Lara, hermana del anterior señor, quien se casó
con Tello, hijo bastardo de Alfonso XI y hermanastro del rey
Pedro I, y que murió en sucesión legítima directa.
En 1370, Juana Manuel de Villena,
mujer de Enrique II de Trastámara y cuñada, por tanto, de Tello, e hija de Blanca Núñez de Lara. Enrique II entregó el señorío a su hijo el infante Juan, heredero del reino. En 1379, Juan I de Trastámara fue coronado rey de Castilla, vinculando definitivamente ambos títulos a los otros que ostentaban los reyes
castellanos.
Las relaciones
comerciales entre Castilla y Vizcaya siguieron estrechándose cada vez
más, pues ambas se necesitaban: Vizcaya proveía fundamentalmente a Castilla de
hierro, madera y barcos, mientras ésta abría todos sus mercados para los
productos vizcaínos. Además, el señor de Vizcaya, Juan Núñez de Lara, contó
desde 1350 con el privilegio que le otorgó el rey de Castilla para que los
productos vizcaínos no pagaran impuestos de tránsito (el llamado portazgo) al
ser vendidos en los mercados castellanos.
En el aspecto internacional también las naves
vizcaínas recorrían, cargadas de sus productos y de los castellanos, las rutas
marítimas con destino a Flandes, Inglaterra y la Bretaña francesa. En algunos
de estos viajes marítimos hubo enfrentamientos entre las naves vizcaínas y las
inglesas, lo que dio motivo a que Vizcaya firmara en 1351 una serie de pactos
con Inglaterra para la libre circulación de mercancías sin tener que llegar a
enfrentamientos. Aquellos pactos que firmaba Vizcaya se realizaban a título de
ninguna independencia, antes bien eran consentidos y aprobados previamente por
las Cortes de Castilla.
En ese tiempo, los señores de Vizcaya organizaron la estructura social y territorial del Señorío, configurándose las villas y las anteiglesias.
A
finales del siglo XII, el señor de Bortedo fundó la primera villa que fue
Valmaseda (1199), que recibió el Fuero modélico de Logroño.
En el siglo XIII, las siguientes villas obtuvieron sus
cartas puebla: Orduña (1229), Bermeo (1236), Ochandiano (1254) y Lanestosa
(1287) por Lope Díaz de Haro, señor de Vizcaya; Plencia (1299) por Diego III
López de Haro.
En el siglo XIV consiguieron fueros municipales:
Bilbao (1300) por Diego III López de Haro; Portugalete (1322), Lequeitio (1325)
y Ondárroa (1327) por María Díaz de Haro; Villaro (1338) por Juan Núñez de
Lara; Villaviciosa de Marquina (1355), Elorrio (1356), Guerricaiz (1366),
Guernica (1366) y Durango (1372) por don Tello; Ermua (1372), Miravalles
(1375), Munguía, Rigoitia y Larrabezua (1376) por el infante don Juan.
Las tres últimas villas fundadas en 1376, Munguía,
Larrabezúa y Rigoitia, lo fueron a petición de los vizcaínos para defenderse de
la Guerra de Banderizos.
Las villas de Durango y Ermua, aunque fueron
originarias en 1212, se les dio el fuero en 1372. Valmaseda, Orduña y Orozco
fueron donaciones de reyes de Castilla. Tavira de Durango es la única villa
fundada por un rey navarro, Sancho el Sabio. La fundación de Marquina tiene una
singularidad, y es que fue fundada a petición de los hijosdalgo de la tierra llana
vizcaína como defensa de los guipuzcoanos.
Por lo tanto, en comparación con el proceso de
urbanización de los territorios próximos, el de Vizcaya, al igual que el de
Guipúzcoa, fue tardío. La situación geopolítica de Vizcaya, entre los reinos de
Navarra y de Castilla, no terminó de fijarse hasta el principio del siglo XIII.
La Edad Media concluyó sin que se hubiera resuelto la
adscripción de unos cuantos señoríos (Ayala, Aramayona, Orozco, Oñate)
periféricos a una u otra de cada una de las tres formaciones territoriales
mayores. El caso del Señorío de Oñate resulta muy curioso,
pues no se integró en provincia vasca alguna hasta 1845, dependiendo
directamente del Estado español, hasta esa fecha.
La Guerra de Banderizos, una lucha entre los bandos de Oñaz y de
Gamboa, asoló el territorio con incendios, robos, asesinatos y
batallas. Los linajes vizcaínos comprometidos en estas luchas fueron los
Abendaño, Urquizu, Butrón, Mújica, Leguizamón, Zurbarán, etc. La familia Butrón
dirigió el bando de los Oñaz, mientras que el linaje de Abendaño lideró a los
Gamboa.
Sólo la intervención de los reyes de Castilla, señores
que eran ya de Vizcaya, pudo acabar con estas feroces luchas, saqueos y
banderías, en especial a partir de Enrique III el Doliente. Juan de
Guerra y Martín de Leguizamón fueron mandados al
sitio de Tarifa; Gonzalo Gómez de Butrón, a la guerra de Portugal
por orden del almirante de Castilla, y otros muchos fueron enviados a las
Guerras de Nápoles y al final de la Reconquista contra el Reino nazarí de
Granada.
El régimen que se aplicó en Vizcaya a partir de Juan I es semejante a los de Guipúzcoa y Álava. Los señores se sucedían por elección de las Juntas Generales. Desde 1124, a la muerte de Diego I López de Haro, la sucesión comenzó a ser hereditaria.
El régimen que se aplicó en Vizcaya a partir de Juan I es semejante a los de Guipúzcoa y Álava. Los señores se sucedían por elección de las Juntas Generales. Desde 1124, a la muerte de Diego I López de Haro, la sucesión comenzó a ser hereditaria.
Los historiadores nacionalistas consideran que "la
institución de los señores fue una calamidad para la nación vasca". Así por
ejemplo, en Los vascos en la nación argentina (Editorial La
Baskonia) se puede leer: "Sucedió que estos señores… engreídos con su
grandeza y no contentos con gozar pacíficamente de su señorío, salían del
territorio en busca de aventuras militares, mezclándose en las discordias y
guerras de los vecinos reinos…". Labayru en su Historia de Vizcaya escribió
que las luchas entre señores vinieron de la envidia, de la emulación y de la
jactancia, de la soberbia y del afán de ser superior a otro.
El Fuero de Vizcaya fue escrito por
primera vez en 1342 con las Ordenanzas de la Hermandad, en defensa
de las villas contra los ataques de los banderizos, aprobadas en Guernica. El
objetivo de su aprobación era dotar con mejores resortes la autoridad del rey
de Castilla y del señor de Vizcaya y la jurisdicción de las villas y ciudades
aforadas frente a los desafueros de los señores feudales, ya que seguían
produciéndose los saqueos de los llamados Parientes mayores de los Oñaz y de
los Gamboa.
En 1342, se hizo una recopilación parcial de leyes y,
en 1452, la Junta General publicó el llamado Fuero Viejo, revisado
y completado en 1526, fuero que estuvo en vigor hasta 1839.
FUERO DE LOS CABALLEROS DEL SEÑORÍO DE VIZCAYA |
Las merindades de las Encartaciones y el Duranguesado conservaron su régimen municipal propio aun después de incorporarse al resto de Vizcaya, cuyo señor tenía dignidad condal y debía jurar los Fueros "bajo el árbol", al principio en Bermeo (que tenía el título de Cabeza de Vizcaya), San Emeterio de Larrabezúa y después Guernica.
Los debates de las Juntas se hacían en castellano o en
euskera, con traductor oficial, y los procuradores y apoderados "no
podían ser admitidos en ningún tiempo si no sabían leer y escribir romance".
Ambas lenguas eran consideradas vascas.
Hasta fines de la Edad Media, las proclamaciones de
las Juntas se hacían tocando el cuerno y la bocina y encendiendo hogueras en
las cumbres del Gorbea, Oiz, Sollube, Ganekogorta y Kolitza. El diputado
general no tenía residencia fija y hasta tiempos modernos no existió capital
foral.
Desde 1390, Juan de Castilla instituyó un juez mayor y
la instancia superior estuvo en Valladolid. Según establecen con reiteración el
Fuero y leyes sucesivas, todos los vizcaínos son nobles, la mayoría dueños de
sus casas (etxeko jaunak) y, todos también, hombres libres. Para
adquirir la vecindad vizcaína, era necesario probar la limpieza de sangre.
En 1501, los Reyes Católicos otorgaron
la Carta Real a las Encartaciones, extendiéndose esta misma ley al Reino de
Galicia, Principado de Asturias y villas y tierras de Álava y Guipúzcoa. Además
consiguieron poner fin a las guerras entre banderizos.
En cuanto al aspecto religioso, el Señorío de Vizcaya quedó dividido en dos sectores de administrativos. Al oeste del río Nervión, Las Encartaciones quedaron incluidas en la diócesis de Burgos. mientras el resto quedó englobado en la de Calahorra.
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