27/09/2015

Origen de la etnia de los vascones


No es del todo comprobable científicamente que el territorio de Euskalerría haya estado poblado desde el Paleolítico Inferior (600.000-60.000 años a.C.). No se conservan restos humanos, aunque sí piezas líticas talladas y fósiles de grandes mamíferos. Se trata un supuesto hombre de Nearderthal que vivía en chozas o al aire libre, y que durante la glaciación del Paleolítico Medio (60.000-35.000 años a.C.) se refugió en las cuevas de la sierra de Urbasa y en las llanuras de Treviño y del río Zadorra. Estos datos sintetizan la tipología del antepasado vascón que más se aproxima al hombre moderno, donde no existen diferencias con respecto a los demás pueblos del norte peninsular en el Paleolítico Superior (40.000-8.500 años a.C.), desde las costas gallegas hasta el Pirineo.

Según el pionero de las investigaciones prehistóricas de Euskalerría, José Miguel de Barandiarán, se puede concluir que ni por su densidad de población, ni por razones de evolución interna es verificable la existencia durante el Paleolítico de un tipo de lengua protoeuskera o raza protovasca.

Tampoco se puede demostrar la subsistencia de un grupo étnico que posibilitara una evolución posterior del tipo vasco moderno, aunque si dejara un legado antropológico y cultural.

Sin embargo, una nueva especie surgirá entre los homínidos, el homo sapiens sapiens (a la que pertenece la humanidad actual), cuya manifestación europea recibe la denominación de hombre de Cromagnon y que sustituirá al Neanderthal europeo a partir del Paleolítico Superior. Se trata de un hombre de transición con el cambio climático del Mesolítico (8.500-5.500 años a.C.). 

El tiempo menos frío y más húmedo del final de la última glaciación y el avance del actual clima provocaron importantes transformaciones de la cubierta vegetal y la fauna. La sustitución de especies animales genera el desarrollo de nuevas técnicas y utensilios de caza, basadas en puntas de flechas de forma geométrica, raspadores, bastones, buriles, etc. y pintaba con óxido en las paredes de las cuevas, todo a base de piedra tallada y hueso. Se amplían los recursos alimenticios procedentes de los bosques de hoja caediza y de estuarios y marismas costeras. Practicaban la trashumancia pero no hay navegación. Se vestía con pieles y recogían moluscos de las rocas. Su territorio no sufre invasiones, pero si continuos contactos con pueblos vecinos.

Las investigaciones de Barandiarán determinan que:
"el tipo vasco de Cromagnon es relativamente reciente. No se sabe a ciencia cierta cuando está en esta tierra el vasco de hoy. Nosotros pensamos que tendrá unos 7.000 años como mucho; los rastros que ha dejado el hombre de Cromagnon en el País Vasco, son los mismos que dejó en otras partes del sudoeste europeo. No encontramos restos de él hasta fines del Paleolítico Superior... pero todavía no es vasco."
Montenegro Duque considera que hace unos 8.000 años a.C., Álava estaba despoblada y no más de mil habitantes en estado semisalvaje vivían en el resto del territorio vasco y navarro, llegando como mucho a los cinco mil en el periodo del hombre de Cromagnon (homo sapiens sapiens) y de los dólmenes, por el 7.000 a.C. Se trata de un hombre de la Edad de Piedra, que practica el pastoreo elemental, fabrica utensilios en piedra tallada, cree en deidades relacionadas con las montañas, las cuevas y los fenómenos atmosféricos, caza en grupos por ojeo y cuece con brasas, tal y como hacían los demás pueblos y tribus cantábrico-pirenaicos, no hubo diferencias con el resto.

Ente mínimo número de habitantes, aisladas y de cultura primitiva no estuvo capacitado para crear una lengua común a todos. La idea de una lengua euskera o proto-euskera es posible a partir de los tiempos de la Edad de los Metales durante la transformación de la civilización dolménica. Esta teoría es valorada por prehistoriadores y antropólogos como Caro Baroja, Basabe, e Ignacio Barandiarán.

MONEDAS ROMANAS ACUÑADAS EN TERRITORIO DE LOS BARSCUNES

El Neolítico (5.500-3.000 años a.C.) aparece mediante una serie de cambios en los medios y usos de vida del hombre prehistórico que habita los actuales territorios de Euskalherria, considerándose esta como una delimitación geográfica muy difusa. La Revolución Neolítica se basó en el cambio de la piedra tallada a la pulimentada, la práctica de la agricultura, la cría de animales domésticos, la reagrupación de chozas familiares formando pequeños poblados y la aparición de la cultura de dólmenes. Aparecen los primeros utensilios de metal en convivencia con los de piedra, basadas en hachas y azuelas de piedra pulimentada para el trabajo de la madera e instrumentos para el aprovechamiento de recursos vegetales: hojas de sílex que servían para la siega y molinos de mano. También aparecen las primeras cerámicas, vasos cardiales y vasos decorados con incisiones, inventos de origen mediterráneo.

Durante el Neolítico, las tierras vascas fueron territorios accesibles a las relaciones con otros pueblos y lugares de paso. Mediante estos contactos humanos y relaciones culturales adquiridos con otros pueblos peninsulares, se genera una cultura más avanzada, aparece una nueva economía, con nuevos utensilios de trabajo y grupos humanos mixtos surgidos mediante el cruce étnico y cultural. Este progreso no fue fruto de una evolución interior de las gentes de las cuevas cántabro-pirenaicas. Nunca existió un aislamiento de los vascones, ni como etnia ni como territorio, ni existió una pureza étnica y cultural durante el Mesolítico y el Paleolítico. Esta conclusión está comprobada por prehistoriadores de la talla de Caro Baroja, Pericot, Maluquer, Martín Almagro, Camón, José Antonio Vaca de Osma, etc.

Aun así, es posible que reducidos grupos humanos originarios de la cultura magdaleniense del Paleolítico acentuaran sus características antropológicas, posiblemente vascoides, y pudiera establecerse un sustrato en la población vascona y hablasen un reducido y originario lenguaje básico del euskera, el cual se fue nutriendo de aportaciones extranjeras. Esta otra aportación es a la que llegó Montenegro Duque.

Las tierras alavesas se convirtieron en puente entre las cuencas del Duero y el Ebro con las tierras de Vizcaya, Guipúzcoa y el Pirineo navarro. Se pueblan la llanura alavesa y la ribera navarra, donde los dólmenes son de mayor tamaño y número que los de la costa y la montaña. Precisamente, el más grande de los dólmenes es el alavés de Aizkomendi. Son mayoría los dólmenes de cámara simple (con una sola estancia principal, de planta cuadrada o poligonal); otros son los de corredor, con una cámara precedida por un corredor o pasillo, y las galerías cubiertas. La época de la llamada cultura pastoril dolménica se desarrolló entre los años 3.000 y 2.000 a.C.

MONOLITO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE ÁLAVA

Hacia el año 2.000 a.C. llega al sistema cántabro-pirenaico una revolución cultural y económica procedente del sur que modifica los hábitos de vida, sus usos y costumbres. Supone el tránsito del tallado y pulimentado de la piedra o Edad de Piedra al trabajo de los metales o Edad de los Metales (3.000-0 años a.C.). Se incluyen en este periodo, las edades del cobre, del bronce y del hierro.

Por el oeste, estas nuevas corrientes se desplazan desde la tierra lusitana, siguiendo la franja costera del mar Cantábrico y remontando el río Duero arriba, a través de Bardulia y Álava. Por el este, desde la costa levantina por los Pirineos orientales y el valle del río Ebro, penetrando en la Rioja, Álava y la ribera navarra.

Las nuevas corrientes culturales explotaron por primera vez los ricos yacimientos cupríferos del territorio vasco: Vilarreal, Axpe, Baigorri, Sant Juan de Pied de Port, Arrazola, Amezketa, etc. Y esta primitiva industria metalífera enraizó en los habitantes del Pirineo navarro, emparentados con pobladores paleolíticos cántabro-pirenaicos, hasta convertirse en una costumbre y tradición perdurable a través de los tiempos, como aseguran Barandiarán, Caro Baroja y Pericot. Entre estas costumbres relacionadas con el trabajo del metal y del dolmen producen se encuentran el culto al hacha, las danzas del plenilunio, el sepulcro a lado de los templos megalíticos, la utilización de talismanes, etc.

Se producen cambios en el rito funerario, la costumbre neolítica de inhumar los cadáveres en el suelo de cuevas se va sustituyendo, desde fines del Neolítico, por depósitos colectivos en galerías interiores de cuevas y, sobre todo, en dólmenes, donde los muertos se ordenan en el interior de las cámaras funerarias adornados con colgantes de hueso y piedra, y acompañados de vasijas (cerámica campaniforme), armas y otros utensilios.

Por otra parte, esta costumbre del Pirineo navarro no quedó arraigada en la población de Álava y de la Navarra meridional de origen mayoritario mediterráneo e indoeuropeo, por lo que se generó una gran diferencia étnica y cultural entre las gentes del sur y del norte de Navarra.

En el resto del actual País Vasco, las gentes de la cultura dolménica formaron grupos uniformes, que quedaron reducidos ante la llegada de los várdulos, caristios y autrigones. Estas tribus celtas tenían raigambre indoeuropea y procedían del centro de Europa, a través de Oeaso (Irún) y Orreaga (Roncesvalles). Las migraciones indoeuropeas que se sucedieron hacia 1.500 a.C., en plena Edad de Bronce (2.000-1.000 a.C.), supusieron, por un lado, el asentamiento de las poblaciones, sobre todo en la Ribera y la Navarra Media; por otro lado, el desarrollo de la agricultura, el manejo de armas y utensilios de metal y las nuevas concepciones sobre la vida. Entre estas herramientas, armas y utensilios domésticos de cobre y bronce abundaban los punzones, puñales, puntas de flecha, varios tipos de hacha, pulseras, anillos, cuentas de collar, etc.


TERRITORIO DE LOS VASCONES

Durante la Edad del Bronce, surgen con mayor frecuencia las reuniones de cabañas al aire libre, formando pequeños poblados y sustituyendo a las cuevas del Paleolítico y Mesolítico, como el hogar del habitante vascón. Este proceso iniciado en el Neolítico se consolida en la Edad de los Metales, la aparición de fondos de cabañas y talleres de industrias líticas. Las cabañas se agrupan y dotan de elementos comunes, como pozos, silos o murallas.

Desde la Edad del Hierro hasta el inicio de la romanización, se generalizaron en el sudoeste de Europa innovaciones culturales de origen foráneo como técnicas y decoraciones de la cerámica y de los objetos metálicos, construcciones, ritos funerarios, onomástica y toponimia, creencias religiosas y simbología artística. En ellas se reconocen varias vías de influencia sobre las gentes que entonces poblaban el País Vasco: la cultura de Las Cogotas de la Meseta, los pueblos célticos del otro lado del Pirineo y otros grupos de Aragón y Cataluña. Son campesinos que viven de la agricultura y de la ganadería de vacuno, ovino y porcino.

Las casas se organizan en manzanas y calles; algunos poblados tienen muros, dispuestos a veces en alineaciones concéntricas separadas por fosos. Hay casas de planta rectangular y cubierta a una o dos vertientes y otras de planta circular y cubierta en forma de cono. Su construcción es muy cuidada, con un podio de cimentación sobre el que se levantan paredes de piedra o adobe trabadas con pies de madera y, muchas veces, manteadas de barro, estando dotadas de bancos, hogares, silos y hornos, recipientes mayores para conservar el agua y el grano, cerámica varia de cocina, pesas de telar, molinos de mano y morillos forman parte de su mobiliario. Componen el efectivo de uso personal de aquellas gentes: pulseras, fíbulas, broches de cinturón y botones de cobre o bronce, cajitas cerámicas y vasijas de lujo, algunos idolillos y muñecos de barro y varias joyas.

En la Edad del Hierro se practica de forma generalizada la incineración de cadáveres, conservándose las cenizas en urnas cerámicas que se depositaban en un pequeño recinto de losas o bajo túmulos de tierra. Las tumbas de incineración se agrupaban en campos de urnas no lejos de los grandes poblados.

Tras la llegada de los romanos, los historiadores y cronistas describen con acierto y rigurosidad de detalles los pueblos y tribus que habitan la península Ibérica. El historiador romano Plinio el Viejo describió en su Geografía de esta manera a los vascones:
"Todos estos pueblos que en los montes habitaban, eran gente que comía poco, son sobrios, no beben más que agua, duermen en el suelo. Comen mucha carne de cabrones, los sacrifican a Marte y también prisioneros y caballos... Los montañeses se alimentan en dos épocas del año de bellotas, secándolas, moliéndolas, y haciendo pan con esta harina; las conservan largo tiempo. A veces beben una especie de cerveza (sidra) porque la tierra escasea en vino, y cuando se proveen de el, lo consumen las fiestas familiares. A falta de aceite comen grasa y la manteca de las vacas. Tienen sal purpúrea, que molida se convierte en blanca. Cultivaban el mijo y el lino. Las mujeres labran los campos, y cuando paren, hacen acostar a los maridos y ellas les sirven. Comen sentados sobre bancos construidos a lo largo de las paredes donde se alinean según el rango y la edad, haciendo circular de uno a uno los alimentos. Utilizan recipientes de madera para comer, y vasos de cera como los celtas para beber. Mientras se sirve la bebida, bailan al son de la gaita y flauta, y saltan cayendo sobre sus piernas dobladas. Llevaban el cabello crecido y largo como las mujeres, y al combatir se cubren con mitras la cabeza. Los hombres van vestidos de negro, con sayos, y las mujeres gastan ropas coloridas con adornos de flores. Se calzaban "abarcas". Organizan certámenes gimnásticos, ejercitándose en el manejo de las armas, en montar a caballo, en el pugilato y en la carrera y en los combates de escuadrones. No tenían más que barcas de cuero hasta los tiempos de Bruto para las inundaciones por las mareas (esteros) y para las lagunas, pero ahora emplean troncos de árbol a modo de canoas. Su moneda consiste en pequeñas láminas o planchas de plata, que se servían de ello para sus transacciones mercantiles, como numerario, aunque practican también el trueque. Ofrecen al dios Ares sacrificios de animales y también de cautivos. Los criminales son precipitados desde lo alto de una roca, los parricidas son lapidados fuera del territorio de su tribu o de sus ríos. Se casan a la manera de los griegos. Los enfermos son expuestos al público, como los egipcios, a fin de tomar consejo de los que hayan sanado de semejante accidente. Tenían reputación de augures, de adivinos y adoraban la luna durante la noche. Imitan a las fieras, no tan sólo por la fortaleza, sino también por su fiereza y crueldad. En la guerra cantábrica, algunas madres mataron a sus hijos para que no cayesen en poder de sus enemigos. Y un niño, habiendo cogido un puñal, dio muerte, por mandato de su padre, a éste, a su madre y a todos sus hermanos prisioneros; y esto mismo ejecutó una mujer con otros cautivos y consigo misma. Uno, habiendo sido llevado a la taberna, se arrojó él mismo a la hoguera... Este es el modo de vivir de aquellos montañeses que terminan al lado septentrional de España: de los gallegos, digo, asturianos y cántabros, hasta los vascones y Montes Pirineos, pues todos viven de un mismo modo. Pero la inhumanidad y fiereza de costumbres, no tanto les proviene de la guerra como de tener morada alejadas de otros, porque los viajes hacia ellos son largos por tierra y por mar. Con lo cual ha sucedido que, no comerciando, han perdido la sociedad y la humanidad.
Bien que hoy ya padecen menos ese defecto por causa de la paz y por los viajes que los romanos hacen hacia ellos. Aquellos a quienes toca menos parte de esto son más intratables y más inhumanos: vicio que no es mucho que suceda, añadiéndose a algunos la incomodidad de vivir en lugares muy montuosos. Pero ya, como dije, todas las guerras se acabaron. Porque César Augusto sujeto a los Cántabros, que son los que hoy ejercitan más los pillajes, y también a sus vecinos; y los que antes talaban los campos de los aliados romanos, ahora llevan las armas en defensa de los mismos romanos, como los Coniacos y los que moran junto a las fuentes de donde tiene su origen el río Ebro, exceptuando los Tuisos. Y Tiberio, que sucedió a Augusto, habiendo puesto en aquellos lugares tres cohortes, las cuales Augusto había destinado para eso, no sólo los apaciguó, sino que alguno de ellos los hizo tratables..."

ÍDOLO DE MIKELENDI

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